Una salida pactada

Una salida pactada

María Dolores de Cospedal no se ha ido: le han mostrado la puerta de salida. Sin más.

María Dolores de Cospedal y Pablo Casado.EFE

No se ha ido. Le han mostrado la puerta de salida. Sin más. A medias, sí, porque deja la dirección nacional, pero se queda con el escaño y la presidencia de la Comisión de Exteriores en el Congreso. Discutible o no, ha sido Pablo Casado quien ha forzado su dimisión, después de no menos de tres conversaciones con ella desde que aparecieran publicados la semana pasada los primeros audios de sus tejemanejes con el excomisario Villarejo y su marido, el empresario Ignacio López del Hierro.

La primera, el martes pasado en el Congreso de los Diputados. La segunda, este fin de semana vía telefónica mientras Casado hacía campaña en Andalucía. Y la tercera y definitiva, este lunes por la mañana en la calle Génova. En todas, la exsecretaria general, que según cuentan sabía de antemano que debía apartarse de la primera línea, defendió ante el presidente del PP no haber mentido y haber cumplido con su obligación como responsable de la organización popular para tener toda la información acerca de los hechos que pudieran perjudicar al partido. Idéntica versión a la que reitera la exministra en el comunicado con el que anunció su renuncia como miembro del Comité Ejecutivo Nacional, máximo órgano de dirección del partido.

No es que buscara información, como ha dicho, es que pretendió -como tantos otros en el PP- torpedear la investigación policial y judicial sobre la Gürtel, el mayor caso de corrupción política de los últimos 40 años. El tiempo y los tribunales han demostrado que aquello era una trama no contra el PP, como dijeron, sino del PP para saquear las administraciones públicas y repartirse sobres y comisiones con el dinero público. Y prueba de ello es que sus principales responsables están ya en prisión cumpliendo condena, tras haber sido juzgados y sentenciados.

No hay excomisario capaz ya de blanquear lo que hicieron durante años. La verdad judicial es tan irrefutable como que la mafia siciliana tiene códigos de honor más presentables que los que aplicaban en el pasado algunos dirigentes del PP para con sus correligionarios al espiarse unos a otros. Véase el caso Granados contra González, el de González contra Cifuentes o el recientemente conocido de Cospedal contra Arenas.

De la guerra Cospedal-Santamaría mejor ni hablamos porque de momento la opinión popular anda dividida sobre si la última entrega de Producciones Villarejo responde o no a la venganza de la ahora flamante miembro del Consejo de Estado.

Bucear en la vida privada, no de un responsable político sino de sus familiares cercanos, con un objetivo claramente político es más propio de la Cosa Nostra que de una democracia que se precie de serlo.

Sea como fuere, lo que parece seguro ya a estas alturas es que la guerra fratricida que acabó con la UCD y que dio pie al "cuerpo a tierra, que vienen los nuestros" de Pío Cabanillas va a resultar una broma al lado de cómo pretendían aniquilarse unos a otros en el PP de Mariano Rajoy.

Y de lo que tampoco hay duda es de la altura moral de quien fue la secretaria general del PP durante años porque que Cospedal y su marido -nadie sabe en calidad de qué-, ordenaran espiar al hermano de Alfredo Pérez Rubalcaba es tan sorprendente como nauseabundo. No es que tuvieran dudas sobre el exministro del Interior en el ejercicio de sus responsabilidades, es que pretendieron su destrucción haciendo daño a su familia. Bucear en la vida privada, no de un responsable político sino de sus familiares cercanos, con un objetivo claramente político es más propio de la Cosa Nostra que de una democracia que se precie de serlo.

  5c8a3a782400005405a2cf2aEduardo Parra via Getty Images

De esto y de otros comportamientos pasados pretende huir un Pablo Casado que, dicho sea de paso, es tan ajeno a lo que pasaba en las cloacas del Estado como lo son Pedro Sánchez, Albert Rivera o Pablo Iglesias. No es precisamente la nueva generación de líderes al frente de las organizaciones políticas quien tiene que dar cuenta de la inmundicia que recorrió las estructuras del Estado durante lustros. Son otros los que están en deuda con la democracia y alguna vez tendrán que explicar hasta dónde, hasta cuándo y por qué consintieron.

A Casado se le podrán hacer muchos reproches sobre la tensión política del momento, pero al menos en este caso habrá cumplido con el deber de ejemplaridad que prometió cuando ganó las primarias que llevaron a la presidencia del principal partido de la derecha española.

Aquel "cada palo que aguante su vela" que profirió la propia Cospedal para quitarse de en medio del caso Bárcenas lo ha hecho Casado ahora propio. Lo que no va a hacer, advierten sus más cercanos, es tirar a la exsecretaria general por un puente, embalsamarla y enterrarla en La Almudena, ahora que la catedral de Madrid vuelve a estar tan en boga. De momento, avisan, el PSOE tendrá que callar un tiempo mientras Pedro Sánchez mantenga al frente del Ministerio de Justicia a una exfiscal que también apareció, aunque por motivos distintos, en los audios grabados hasta 2016 por el excomisario Villarejo.

Y entre filtración y filtración igual a alguien se le ocurre que España hoy necesita algo más que la basura que sigue saliendo de las alcantarillas de la política.