Rusia lanza un 'torpedo' muy directo: "No queremos hacer la guerra contra Europa, pero estamos preparados para responder"
El mensaje es claro: el Kremlin pretende ir con todo contra cualquier participación directa de Europa en Ucrania. Reino Unido ya está avisado.

Las negociaciones en torno a un posible acuerdo de paz para Ucrania avanzan, pero lo hacen sobre un terreno lleno de minas. Uno de los asuntos más delicados -y todavía sin una solución clara- es el de las garantías de seguridad que deberían proteger a Kiev una vez se firme cualquier pacto con Moscú. La pregunta clave sigue sin respuesta: ¿quién y cómo garantizará que Rusia no vuelva a atacar, como ocurrió tras los acuerdos de Minsk de 2015?
En las conversaciones en las que participan Estados Unidos, Ucrania y varios países europeos, este punto se ha convertido en el principal foco de fricción. No se trata solo de definir qué Estados asumirían ese compromiso, sino de decidir si la seguridad ucraniana se basaría únicamente en promesas políticas o si implicaría la presencia real de tropas extranjeras sobre el terreno. Y ahí es donde Rusia ha vuelto a marcar una línea roja muy clara.
Moscú ya ha advertido en repetidas ocasiones que no aceptará soldados occidentales en territorio ucraniano. Ahora, según varios analistas, el Kremlin está redoblando la presión verbal para bloquear cualquier fórmula de garantías que considere “significativa” o creíble desde el punto de vista militar.
Expertos del Institute for the Study of War (ISW) han analizado dos declaraciones recientes de responsables rusos que encajan en este contexto. A su juicio, no se trata de simples comentarios retóricos, sino de mensajes calculados destinados a deslegitimar cualquier compromiso de seguridad que vaya más allá del papel.
El patrón es claro: Rusia afirma no querer un conflicto con Europa, pero introduce de inmediato la amenaza de una respuesta contundente si los países occidentales cruzan determinadas líneas. El objetivo, según el ISW, sería condicionar de antemano el marco de cualquier acuerdo y limitarlo a garantías vagas, sin mecanismos reales de disuasión.
La primera de estas declaraciones corresponde al ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. En un discurso público pronunciado el 10 de diciembre, Lavrov recurrió a una fórmula que, en apariencia, busca rebajar la tensión. Aseguró que Rusia no tiene intención de declarar la guerra a Europa y que ni siquiera contempla ese escenario.
Sin embargo, el mensaje cambia de tono inmediatamente después. El jefe de la diplomacia rusa añadió que Moscú está preparado para responder a cualquier "medida hostil", citando de forma explícita dos supuestos: el despliegue de tropas europeas en Ucrania y la confiscación de activos rusos en el extranjero.
Para los analistas del ISW, esta combinación de mensajes no es casual. Al presentar una eventual guerra como una reacción defensiva, el Kremlin estaría sentando las bases narrativas para justificar una escalada futura. En otras palabras, si fuerzas europeas pisan suelo ucraniano, Moscú podría presentar cualquier ataque como una respuesta obligada, del mismo modo que ya ha justificado la invasión de Ucrania.
Amenazas aún más explícitas
El segundo mensaje analizado va un paso más allá. Alexey Chepa, diputado y miembro de la Comisión de Asuntos Internacionales de la Duma rusa, utilizó un tono mucho más agresivo en declaraciones al medio digital ruso lenta.ru. En ellas llegó a hablar abiertamente de la “aniquilación” de las tropas europeas que pudieran ser desplegadas en Ucrania como parte de un mecanismo de seguridad.
Este tipo de declaraciones, aunque procedan de figuras de menor rango que Lavrov, refuerzan la idea de que en Moscú existe un consenso amplio contra cualquier presencia militar occidental en Ucrania tras la guerra. No se trata solo de una postura del Ejecutivo, sino de un mensaje transversal dirigido tanto a gobiernos como a opiniones públicas europeas.
El factor Zelenski y las elecciones
En paralelo, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha vinculado de forma directa las garantías de seguridad a otro asunto sensible: la celebración de elecciones en Ucrania. La legislación del país prohíbe los comicios en tiempos de guerra, una norma similar a la que existe en otros Estados europeos, y organizar elecciones en pleno conflicto sería extremadamente complejo.
Tras las presiones procedentes de Washington, Zelenski se mostró dispuesto el 10 de diciembre a considerar ese paso. Pero puso una condición clara: que Estados Unidos y Europa ofrezcan garantías sólidas frente a futuras agresiones rusas. Sin ellas, sostiene Kiev, cualquier proceso político interno quedaría expuesto a un nuevo ataque.
El choque de posturas deja al descubierto el núcleo del problema. Para Ucrania, sin garantías reales no hay paz duradera. Para Rusia, esas mismas garantías son inaceptables si implican una presencia occidental armada. Entre ambos extremos, Europa y Estados Unidos buscan una fórmula que evite una nueva guerra sin provocar otra. Por ahora, ese equilibrio sigue sin encontrarse.
