Un comandante pilota un F-14, acaba sin la cubierta de la cabina y rápidamente da la voz de alarma: "Mi copiloto acaba de salir volando"
El oficial se salvó de milagro tras ser expulsado del avión durante una maniobra con fuerza g negativa.
En 2002, el teniente Geoff Vickers, piloto de la Marina de Estados Unidos, recibió una orden poco habitual: debía enseñarle al comandante de su grupo de combate (un capitán de portaaviones) cómo respondía el caza F-14 Tomcat en maniobras reales. El vuelo no iba a ser de combate sino de exhibición. El escenario, la base aérea de Fallon, en Nevada.
El comandante llegó al lugar con tiempo de sobra y con ganas de acción. Nada más aterrizar, según la revista finlandesa Tekniikka&Talous, se jactó de haber volado muchas veces en los EA-6B Prowler, los aviones de guerra electrónica de la Marina. “Nunca me han hecho vomitar”, soltó con una media sonrisa antes de subirse al F-14.
La instrucción en tierra fue rápida, casi de compromiso. Y aunque el Tomcat era bastante más exigente que un Prowler, Vickers optó por un entrenamiento suave. “Le dije que haríamos una inversión con g negativas, pero ya había decidido no ceder a la tentación de marearlo”, contó años después al portal Fighterjetsworld.
El avión pierde la cubierta y el copiloto desaparece
La salida fue limpia. El vuelo, estable. Durante los primeros minutos, todo iba como debía. Pero entonces Vickers puso el avión boca abajo. Iban a unos 300 nudos cuando aplicó entre 0,3 y 0,5 g negativas, lo justo para que cualquier objeto suelto comenzara a flotar.
En ese momento escuchó un estruendo, seguido de gritos. El interior se llenó de humo, aunque duró apenas unos segundos. La cabina acababa de perder el dosel. “Pensé que algún sistema había petado”, recordó el piloto. Pero al estabilizar el vuelo y mirar atrás, entendió lo que había ocurrido. “Mandé un mensaje a la base: emergencia, mi RIO acaba de salir volando”. RIO (Radar Intercept Officer) es como se llama en argot militar al copiloto que viaja en el asiento trasero del F-14. En este caso, su asiento saltó por el aire.
Desde el aire, Vickers divisó un paracaídas abriéndose a lo lejos. Confirmó su posición por radio, giró el rumbo y se dio cuenta de algo más: ahora pilotaba un Tomcat descapotable. Otro F-14 salió al encuentro para comprobar si la estructura del avión había sufrido daños. Como todo parecía estar en orden, regresó a la base sin complicaciones. El aterrizaje, increíblemente, fue suave.
En tierra, los equipos de rescate localizaron al comandante. Solo tenía unos arañazos. Más tarde, cuando ambos volvieron a hablar, Vickers empezó a atar cabos. “El tío me dijo que no sabía dónde poner las manos durante el vuelo. Las apretaba en puños, y una de ellas estaba a solo cinco centímetros de la palanca de eyección. Nunca se me pasó por la cabeza que alguien pudiera no saber qué hacer con las manos”, explicó el piloto.
La investigación concluyó que, al quedar boca abajo, el comandante se levantó unos centímetros del asiento por efecto de la fuerza g negativa. En ese movimiento, agarró accidentalmente la palanca y se eyectó. Saltó directo hacia el suelo, pero el sistema automático funcionó como debía. El paracaídas hizo su trabajo y el susto se quedó en eso.