Un estudio activa las alarmas sobre la precariedad de la OTAN contra Rusia y China en el Ártico: "Sigue siendo fragmentada"
Los dos países, históricos aliados, mantienen una posición mucho más poderosa que Europa y la OTAN en numerosos aspectos, incluyendo el Ártico.

La capacidad de la OTAN para operar con drones en el Ártico dista mucho de estar a la altura del desafío estratégico que plantean Rusia y China. Esa es la principal conclusión de un nuevo informe del Centro de Análisis de Políticas Europeas, que alerta de un retraso significativo de los aliados occidentales en el desarrollo, adquisición e integración de sistemas no tripulados preparados para uno de los entornos más extremos del planeta.
El estudio sostiene que, mientras Rusia y China aceleran sus inversiones y amplían su presencia en el Ártico, los países de la OTAN siguen atrapados en procesos lentos, fragmentados y excesivamente conservadores. El resultado es una brecha creciente en vigilancia, disuasión y capacidad operativa en una región cada vez más relevante desde el punto de vista militar, económico y geopolítico.
El informe, firmado por el investigador Federico Borsari y el general estadounidense retirado Gordon “Skip” Davis, identifica carencias estructurales en infraestructuras, problemas en la orientación de la inversión y serios obstáculos en los sistemas de adquisición. Según los autores, la mayoría de los aliados priorizan drones diseñados para climas templados y solo posteriormente intentan adaptarlos a condiciones árticas, lo que limita el número de plataformas realmente certificadas y operativas en la región.
Rusia y China toman la delantera
El contraste con las estrategias de Moscú y Pekín es marcado. El estudio subraya que ambos países están invirtiendo de forma sistemática en capacidades no tripuladas y en sistemas defensivos asociados, al tiempo que refuerzan su huella militar y tecnológica en el Ártico. En el caso ruso, la experiencia acumulada en la guerra de Ucrania ha acelerado el desarrollo de drones y sistemas robóticos en todos los dominios, con el objetivo de compensar debilidades estructurales y reforzar sus fuerzas convencionales.
Según datos citados en el informe, la producción anual rusa de drones supera ya los 1,5 millones de unidades, con el respaldo de socios como China e Irán. Las previsiones de inteligencia noruegas apuntan incluso a un crecimiento exponencial de estos sistemas en los próximos años. Como muestra de esta apuesta, la Armada rusa ha creado recientemente un nuevo centro de control de drones en Kamchatka, destinado a supervisar el desarrollo de plataformas para patrullas marítimas y guerra antisubmarina.
China, por su parte, ha convertido el Ártico en una prioridad tecnológica. El informe destaca su inversión en detección remota, transporte marítimo polar, sistemas no tripulados y redes de comunicación adaptadas a latitudes extremas. Esta semana, medios estatales chinos informaron de la prueba exitosa del Jiutian, un dron capaz de lanzar hasta un centenar de vehículos más pequeños en pleno vuelo, un avance que ilustra el enfoque ambicioso de Pekín.
El caso canadiense y la brecha del norte
El estudio dedica especial atención a la situación de Canadá, uno de los aliados clave en el Ártico. En la actualidad, el país no dispone de drones capaces de patrullar de forma regular su vasto territorio septentrional. La Fuerza Aérea canadiense está en proceso de adquirir once MQ-9B Reaper, pero las primeras entregas no se esperan hasta 2028 y la flota completa no estaría operativa antes de 2033.
El calendario se ha retrasado debido a la necesidad de modificar los aparatos para operar en latitudes extremas y garantizar su funcionamiento durante los duros inviernos canadienses. Además, otros proyectos, como la compra de un dron Hermes 900 Starliner para vigilancia ártica, siguen rodeados de incertidumbre sobre su despliegue efectivo.
El informe advierte de que esta falta de capacidades se agrava por el envejecimiento de las redes de radar del NORAD, cuyo proceso de modernización podría prolongarse hasta dos décadas. Durante ese periodo, el acceso ártico a América del Norte permanecería expuesto a nuevas amenazas en un contexto de competencia estratégica sin precedentes.
Sin estrategia común para el Ártico
Aunque el estudio evita señalar a un aliado concreto, subraya que la reciente adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN abre una oportunidad para articular un frente norte más coherente. Sin embargo, los autores insisten en que persisten importantes brechas entre los inventarios actuales de drones de la Alianza y las exigencias específicas de las operaciones árticas.
Pocos sistemas están adecuadamente acondicionados para el frío extremo, y escasean soluciones clave como baterías resistentes a bajas temperaturas, sistemas avanzados de gestión térmica o el preposicionamiento de repuestos en bases del norte. A un nivel más estratégico, el diagnóstico es aún más contundente: la OTAN carece de una estrategia formal para el Ártico.
Según el CEPA, esta ausencia de un marco específico corre el riesgo de dispersar recursos y debilitar la cooperación entre aliados en una región donde Rusia y China avanzan con una visión clara y sostenida. En un escenario de competencia creciente, concluye el informe, esa indefinición estratégica puede convertirse en una vulnerabilidad crítica.
