'Extremadura nos roba'

'Extremadura nos roba'

Desde una posición de izquierdas no tiene sentido acusar a Extremadura, la región más pobre de España de gozar de privilegios de ninguna clase. Desde una posición nacionalista, en cambio, se entiende bien. Porque una de las características del nacionalismo consiste en analizar la realidad con un criterio espacial, anteponiendo los intereses identitarios a cualquier otro factor. Una persona de izquierdas se preocupa, ante todo, por reducir los desequilibrios económicos que favorecen los intereses de ciertos grupos.

EFE

Se está convirtiendo en una irritante costumbre que, cuando un político nacionalista se propone denunciar el uso injusto de los mecanismos de financiación por parte del gobierno central, no encuentra mejor manera de hacerlo que insultando a los extremeños. Ahora le ha tocado a Miquel Ensenyat, miembro de Més per Mallorca, un partido supuestamente de izquierdas, que, por eso mismo, obtuvo el apoyo del Partido Socialista y de Podemos para proclamar a su candidato presidente del Consell insular.

Si nos atenemos a sus palabras, Ensenyat está molesto porque los extremeños reciben un trato privilegiado por parte del Estado. Pero, ¿es justificada esa percepción? Pongamos la cuestión en perspectiva.

Según cifras oficiales, Extremadura es la región más pobre de España. Varias comunidades, como Cataluña, Madrid, el País Vasco y Navarra, duplican su renta per cápita. Otras, como Aragón, Rioja y Baleares, la superan por un amplio margen. Para explicar esta realidad, se ofrecen varias alternativas.

Algunos pueden sentirse tentados de afirmar que los extremeños son los más pobres de España por una cuestión de carácter. Son menos vivos. No les gusta trabajar. Esa forma esencialista de entender la realidad tiene una larga singladura. Se utilizó para justificar el colonialismo en el XIX y se usa hoy para explicar la supuesta inferioridad congénita de ciertos grupos. Pero los que así piensan son por lo general personas de ideas conservadoras. Ensenyat, siendo de izquierdas, no creo que avale esos prejuicios. Aunque parecería reproducirlos cuando afirma que los extremeños cobran por estar sentados en el bar. O que media España mantiene a la otra media. Me imagino que el presidente del Consell de Mallorca, representante de un partido que se define como socialista, y consciente por tanto de la complejidad de las realidades económicas, no se lo pensó bien antes de hablar. ¿Considera acaso que los parados extremeños son felices por no tener trabajo? Una persona que se dice de izquierdas no debería tratar el problema del desempleo con la ligereza con que él lo hace.

Las Comunidades realmente privilegiadas no son las que reciben mayores fondos de desempleo, sino las que poseen las condiciones necesarias para generar riqueza y atraer a emigrantes.

Otra forma de entender las desigualdades sociales, y que es la que yo asocio con el pensamiento de izquierdas, consiste en achacar la pobreza a cuestiones estructurales. Si queremos comprender por qué los extremeños son los más pobres de España, debemos identificar las causas históricas que han llevado a esa situación. Es importante constatar que Extremadura no sólo es la región más pobre de España, sino también una de las más despobladas.

Si comparamos los datos de 1910 con los actuales, comprobamos que, mientras que la población española se ha duplicado en el último siglo, la de Extremadura apenas ha variado. Lo que, en términos relativos, significa que se ha reducido a la mitad. En cambio, otras comunidades como Cataluña, Baleares y el País Vasco, han experimentado un elevado crecimiento, triplicando o cuadruplicando su número de habitantes. Estos datos indican que en cien años ha habido un enorme trasvase de recursos humanos de unas regiones a otras. Con todo lo que eso implica respecto a la creación de riqueza.

La despoblación extremeña está obviamente relacionada con la pobreza y la falta de trabajo, y ambas deben achacarse a la secular desidia de los Gobiernos para mejorar la economía de la región. Que para paliar los problemas recurran a repartir ayudas, en vez de preocuparse por corregir los desequilibrios que los originan, no debe juzgarse una solución (ni, mucho menos, un privilegio), sino la constatación de un fracaso. Las Comunidades realmente privilegiadas no son las que reciben mayores fondos de desempleo, sino las que poseen las condiciones necesarias para generar riqueza y atraer a emigrantes.

Pretender que Extremadura, porque sus niños puedan ir con una tablet a la escuela, o porque sus parados reciban una exigua ayuda, es la gran beneficiada en el reparto de los recursos estatales, implica falsear la realidad. No podemos dejarnos deslumbrar por collares de cuentas de vidrio y baratijas de colores. Analizado el problema en profundidad, durante los últimos cien años Extremadura no ha utilizado los recursos de nadie. Más bien existen fundadas razones para afirmar lo contrario.

Resulta un cruel sarcasmo, en vista de ello, que, al día siguiente de efectuar sus declaraciones, le escribiera Ensenyat una carta abierta al presidente de Extremadura, en la que, tras afirmar que ambos seguirán trabajando para que sus respectivos pueblos puedan vivir con dignidad, concluía que, "eso sí, usted lo tendrá mucho más fácil". Si el presidente de Extremadura lo tiene fácil, no se explica muy bien cómo, según el mismo Ensenyat constata, miles de extremeños trabajan en estos momentos en las Baleares, y no al revés. Los que emigran, normalmente lo hacen forzados por las circunstancias, huyendo de una situación sin horizontes y buscando la posibilidad de encontrar en otra tierra un futuro mejor.

Pero todo esto lo sabe muy bien, sin duda, Miquel Ensenyat. No creo que sus palabras sean producto de la ignorancia. Entonces, ¿cómo explicarlas?

Al igual que a los nacionalistas catalanes, lo que al president del Consell de Mallorca Miquel Ensenyat le interesa es alegar que el resto de España se aprovecha de ellos.

Desde una posición de izquierdas no tienen sentido. Es absurdo acusar a Extremadura, la región más pobre de España (y la que tiene uno de los porcentajes más altos de desempleo), de gozar de privilegios de ninguna clase. Desde una posición nacionalista, en cambio, se entiende bien. Porque una de las características del nacionalismo consiste en analizar la realidad con un criterio espacial, anteponiendo los intereses identitarios a cualquier otro factor. Mientras que una persona de izquierdas se preocupa ante todo por reducir los desequilibrios económicos que favorecen los intereses de ciertos grupos, un nacionalista sitúa en primera línea los intereses relacionados con su identidad.

No es casual, en este sentido, que el partido al que representa Miquel Ensenyat (Més per Mallorca) se defina como soberanista, ni que él mismo declare en otro momento de la entrevista que aboga por la idea de crear unos hipotéticos Països Catalans. Esa manera de concebir los problemas le lleva a hacer afirmaciones, como las relativas a Extremadura, que denotan un temperamento más nacionalista que de izquierdas. Al igual que a los nacionalistas catalanes, lo que a Ensenyat le interesa es alegar que el resto de España se aprovecha de ellos. Por más que un análisis de la evolución histórica pruebe que en los últimos cien años ha habido un enorme desplazamiento de riqueza hacia esas Comunidades.

Como respuesta a las declaraciones de Ensenyat, aclaró el presidente de Extremadura que si los niños extremeños disfrutan de dispositivos electrónicos en las aulas, es porque en su día se aplicó un impuesto especial a los depósitos bancarios, a las nucleares, a las eléctricas y a los solares sin edificar. Independientemente de que la medida sea o no cierta (me imagino que lo será, pero no dispongo de los datos para confirmarlo), lo que me interesa aquí constatar es que en las palabras de Fernández Vara sí que hallamos un lenguaje típico de las izquierdas. Identifica dónde está la riqueza y se propone distribuirla mejor.

Aunque en la España actual sea frecuente asociar el nacionalismo más radical con las izquierdas (me refiero, obviamente, a los nacionalismos denominados periféricos), lo cierto es que los intereses y los objetivos de ambas tendencias varían sustancialmente. No haberlo entendido a tiempo, ha llevado a las izquierdas no nacionalistas a una grave crisis interna de la que, por todos los indicios, les va a costar salir. Porque el nacionalismo está más preocupado por plantear cuestiones identitarias que por eliminar desequilibrios económicos.

Las declaraciones del presidente del Consell de Mallorca así lo prueban. En lugar de dirigir sus ataques contra los que realmente se están llevando la parte del león de la economía española, Ensenyat hace responsables a los niños y a los parados extremeños de los problemas de las Baleares. Pero el dinero que les falta a los escolares mallorquines no lo tienen los pobres de Cáceres. Los tiros, creo yo, deberían apuntar en otra dirección.