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80 años fueron necesarios para buscar los restos del soldado de la II Guerra Mundial que le enterraron sin cerebro

80 años fueron necesarios para buscar los restos del soldado de la II Guerra Mundial que le enterraron sin cerebro 

Más de 2.000 cerebros fueron extraídos entre 1933 y 1945.

80 años fueron necesarios para buscar los restos del soldado de la II Guerra Mundial que le enterraron sin cerebro 

Más de 2.000 cerebros fueron extraídos entre 1933 y 1945.

80 años fueron necesarios para buscar los restos del soldado de la II Guerra Mundial que le enterraron sin cerebro 

Más de 2.000 cerebros fueron extraídos entre 1933 y 1945.

80 años fueron necesarios para buscar los restos del soldado de la II Guerra Mundial que le enterraron sin cerebro 

Más de 2.000 cerebros fueron extraídos entre 1933 y 1945.

80 años fueron necesarios para buscar los restos del soldado de la II Guerra Mundial que le enterraron sin cerebro 

Más de 2.000 cerebros fueron extraídos entre 1933 y 1945.

Soldado con una ametralladoraGetty Images

Ocho décadas hicieron falta para poner fin a una búsqueda incansable a través del tiempo y la memoria para encontrar los restos de un soldado escocés, enterrado sin su cerebro durante la Segunda Guerra Mundial. 

Esta escalofriante anomalía, descubierta décadas después de su silenciosa sepultura, desvela una historia de negligencia, misterio y la persistente necesidad de honrar a aquellos que se perdieron la vida tanto fuera como dentro del campo de batalla. 

Este caso es el del soldado escocés Donnie MacRae que murió en 1941 como prisionero de guerra en un hospital alemán. La causa de su fallecimiento no fue una herida de guerra, sino una enfermedad neurológica rara denominada síndrome de Guillain-Barré.

Un sastre que pasó a ser soldado

Donnie, creció en Gairloch, una aldea en la costa oeste de Escocia. Provenía de una familia de sastres y músicos y antes de la guerra, planeaba abrir su propio taller en Blair Atholl. Sin embargo, en 1939 se unió al Ejército Territorial y fue capturado en Francia en 1940. Su muerte a los 33 años fue registrada, pero su familia nunca fue informada sobre la extracción de órganos.

Sin que su familia lo supiera, durante la autopsia su cerebro y parte de la médula espinal fueron extraídos y enviados al Instituto Kaiser Wilhelm, conocido actualmente como el Instituto Max Planck de Psiquiatría en Múnich. Ahí estas dos partes del cuerpo se conservaron durante más de 70 años para investigaciones científicas.

Un descubrimiento inesperado

En 2020 su sobrina, Libby MacRae, supo la verdad, tras ser contactada por el profesor Paul Weindling de la Universidad Oxford Brookes, quien investiga la conservación de cerebros de prisioneros de guerra y víctimas del nazismo. Donnie fue uno de al menos cinco soldados británicos cuyos cerebros fueron retenidos para investigación sin consentimiento.

Más de 2.000 cerebros fueron extraídos entre 1933 y 1945 por institutos alemanes, incluyendo los de niños asesinados, personas con enfermedades mentales y víctimas del Holocausto. Durante décadas, estas muestras permanecieron intactas y muchas fueron enterradas apresuradamente a fines de los años 80. Sin embargo, las muestras de Donnie MacRae se conservaron hasta 2015, cuando se incorporaron a un archivo.

Por fin un entierro digno

La Comisión de Tumbas de Guerra de la Commonwealth ha aprobado la entrega de las muestras de Donnie por parte del Instituto Max Planck para que puedan ser reunidas con su tumba en Berlín. La familia espera que esto suceda a finales de 2025.

Libby, su sobrina, expresó su alivio ante la noticia: “Estoy tan contenta de saber que finalmente todo Donnie estará junto, en un lugar tranquilo”. La familia desea añadir una inscripción en gaélico en su tumba que se traduce como: “El mundo puede llegar a su fin, pero el amor y la música durarán para siempre”. 

Ocho décadas hicieron falta para poner fin a una búsqueda incansable a través del tiempo y la memoria para encontrar los restos de un soldado escocés, enterrado sin su cerebro durante la Segunda Guerra Mundial. 

Esta escalofriante anomalía, descubierta décadas después de su silenciosa sepultura, desvela una historia de negligencia, misterio y la persistente necesidad de honrar a aquellos que se perdieron la vida tanto fuera como dentro del campo de batalla. 

Este caso es el del soldado escocés Donnie MacRae que murió en 1941 como prisionero de guerra en un hospital alemán. La causa de su fallecimiento no fue una herida de guerra, sino una enfermedad neurológica rara denominada síndrome de Guillain-Barré.

Un sastre que pasó a ser soldado

Donnie, creció en Gairloch, una aldea en la costa oeste de Escocia. Provenía de una familia de sastres y músicos y antes de la guerra, planeaba abrir su propio taller en Blair Atholl. Sin embargo, en 1939 se unió al Ejército Territorial y fue capturado en Francia en 1940. Su muerte a los 33 años fue registrada, pero su familia nunca fue informada sobre la extracción de órganos.

Sin que su familia lo supiera, durante la autopsia su cerebro y parte de la médula espinal fueron extraídos y enviados al Instituto Kaiser Wilhelm, conocido actualmente como el Instituto Max Planck de Psiquiatría en Múnich. Ahí estas dos partes del cuerpo se conservaron durante más de 70 años para investigaciones científicas.

Un descubrimiento inesperado

En 2020 su sobrina, Libby MacRae, supo la verdad, tras ser contactada por el profesor Paul Weindling de la Universidad Oxford Brookes, quien investiga la conservación de cerebros de prisioneros de guerra y víctimas del nazismo. Donnie fue uno de al menos cinco soldados británicos cuyos cerebros fueron retenidos para investigación sin consentimiento.

Más de 2.000 cerebros fueron extraídos entre 1933 y 1945 por institutos alemanes, incluyendo los de niños asesinados, personas con enfermedades mentales y víctimas del Holocausto. Durante décadas, estas muestras permanecieron intactas y muchas fueron enterradas apresuradamente a fines de los años 80. Sin embargo, las muestras de Donnie MacRae se conservaron hasta 2015, cuando se incorporaron a un archivo.

Por fin un entierro digno

La Comisión de Tumbas de Guerra de la Commonwealth ha aprobado la entrega de las muestras de Donnie por parte del Instituto Max Planck para que puedan ser reunidas con su tumba en Berlín. La familia espera que esto suceda a finales de 2025.

Libby, su sobrina, expresó su alivio ante la noticia: “Estoy tan contenta de saber que finalmente todo Donnie estará junto, en un lugar tranquilo”. La familia desea añadir una inscripción en gaélico en su tumba que se traduce como: “El mundo puede llegar a su fin, pero el amor y la música durarán para siempre”. 

Ocho décadas hicieron falta para poner fin a una búsqueda incansable a través del tiempo y la memoria para encontrar los restos de un soldado escocés, enterrado sin su cerebro durante la Segunda Guerra Mundial. 

Esta escalofriante anomalía, descubierta décadas después de su silenciosa sepultura, desvela una historia de negligencia, misterio y la persistente necesidad de honrar a aquellos que se perdieron la vida tanto fuera como dentro del campo de batalla. 

Este caso es el del soldado escocés Donnie MacRae que murió en 1941 como prisionero de guerra en un hospital alemán. La causa de su fallecimiento no fue una herida de guerra, sino una enfermedad neurológica rara denominada síndrome de Guillain-Barré.

Un sastre que pasó a ser soldado

Donnie, creció en Gairloch, una aldea en la costa oeste de Escocia. Provenía de una familia de sastres y músicos y antes de la guerra, planeaba abrir su propio taller en Blair Atholl. Sin embargo, en 1939 se unió al Ejército Territorial y fue capturado en Francia en 1940. Su muerte a los 33 años fue registrada, pero su familia nunca fue informada sobre la extracción de órganos.

Sin que su familia lo supiera, durante la autopsia su cerebro y parte de la médula espinal fueron extraídos y enviados al Instituto Kaiser Wilhelm, conocido actualmente como el Instituto Max Planck de Psiquiatría en Múnich. Ahí estas dos partes del cuerpo se conservaron durante más de 70 años para investigaciones científicas.

Un descubrimiento inesperado

En 2020 su sobrina, Libby MacRae, supo la verdad, tras ser contactada por el profesor Paul Weindling de la Universidad Oxford Brookes, quien investiga la conservación de cerebros de prisioneros de guerra y víctimas del nazismo. Donnie fue uno de al menos cinco soldados británicos cuyos cerebros fueron retenidos para investigación sin consentimiento.

Más de 2.000 cerebros fueron extraídos entre 1933 y 1945 por institutos alemanes, incluyendo los de niños asesinados, personas con enfermedades mentales y víctimas del Holocausto. Durante décadas, estas muestras permanecieron intactas y muchas fueron enterradas apresuradamente a fines de los años 80. Sin embargo, las muestras de Donnie MacRae se conservaron hasta 2015, cuando se incorporaron a un archivo.

Por fin un entierro digno

La Comisión de Tumbas de Guerra de la Commonwealth ha aprobado la entrega de las muestras de Donnie por parte del Instituto Max Planck para que puedan ser reunidas con su tumba en Berlín. La familia espera que esto suceda a finales de 2025.

Libby, su sobrina, expresó su alivio ante la noticia: “Estoy tan contenta de saber que finalmente todo Donnie estará junto, en un lugar tranquilo”. La familia desea añadir una inscripción en gaélico en su tumba que se traduce como: “El mundo puede llegar a su fin, pero el amor y la música durarán para siempre”. 

Ocho décadas hicieron falta para poner fin a una búsqueda incansable a través del tiempo y la memoria para encontrar los restos de un soldado escocés, enterrado sin su cerebro durante la Segunda Guerra Mundial. 

Esta escalofriante anomalía, descubierta décadas después de su silenciosa sepultura, desvela una historia de negligencia, misterio y la persistente necesidad de honrar a aquellos que se perdieron la vida tanto fuera como dentro del campo de batalla. 

Este caso es el del soldado escocés Donnie MacRae que murió en 1941 como prisionero de guerra en un hospital alemán. La causa de su fallecimiento no fue una herida de guerra, sino una enfermedad neurológica rara denominada síndrome de Guillain-Barré.

Un sastre que pasó a ser soldado

Donnie, creció en Gairloch, una aldea en la costa oeste de Escocia. Provenía de una familia de sastres y músicos y antes de la guerra, planeaba abrir su propio taller en Blair Atholl. Sin embargo, en 1939 se unió al Ejército Territorial y fue capturado en Francia en 1940. Su muerte a los 33 años fue registrada, pero su familia nunca fue informada sobre la extracción de órganos.

Sin que su familia lo supiera, durante la autopsia su cerebro y parte de la médula espinal fueron extraídos y enviados al Instituto Kaiser Wilhelm, conocido actualmente como el Instituto Max Planck de Psiquiatría en Múnich. Ahí estas dos partes del cuerpo se conservaron durante más de 70 años para investigaciones científicas.

Un descubrimiento inesperado

En 2020 su sobrina, Libby MacRae, supo la verdad, tras ser contactada por el profesor Paul Weindling de la Universidad Oxford Brookes, quien investiga la conservación de cerebros de prisioneros de guerra y víctimas del nazismo. Donnie fue uno de al menos cinco soldados británicos cuyos cerebros fueron retenidos para investigación sin consentimiento.

Más de 2.000 cerebros fueron extraídos entre 1933 y 1945 por institutos alemanes, incluyendo los de niños asesinados, personas con enfermedades mentales y víctimas del Holocausto. Durante décadas, estas muestras permanecieron intactas y muchas fueron enterradas apresuradamente a fines de los años 80. Sin embargo, las muestras de Donnie MacRae se conservaron hasta 2015, cuando se incorporaron a un archivo.

Por fin un entierro digno

La Comisión de Tumbas de Guerra de la Commonwealth ha aprobado la entrega de las muestras de Donnie por parte del Instituto Max Planck para que puedan ser reunidas con su tumba en Berlín. La familia espera que esto suceda a finales de 2025.

Libby, su sobrina, expresó su alivio ante la noticia: “Estoy tan contenta de saber que finalmente todo Donnie estará junto, en un lugar tranquilo”. La familia desea añadir una inscripción en gaélico en su tumba que se traduce como: “El mundo puede llegar a su fin, pero el amor y la música durarán para siempre”. 

Ocho décadas hicieron falta para poner fin a una búsqueda incansable a través del tiempo y la memoria para encontrar los restos de un soldado escocés, enterrado sin su cerebro durante la Segunda Guerra Mundial. 

Esta escalofriante anomalía, descubierta décadas después de su silenciosa sepultura, desvela una historia de negligencia, misterio y la persistente necesidad de honrar a aquellos que se perdieron la vida tanto fuera como dentro del campo de batalla. 

Este caso es el del soldado escocés Donnie MacRae que murió en 1941 como prisionero de guerra en un hospital alemán. La causa de su fallecimiento no fue una herida de guerra, sino una enfermedad neurológica rara denominada síndrome de Guillain-Barré.

Un sastre que pasó a ser soldado

Donnie, creció en Gairloch, una aldea en la costa oeste de Escocia. Provenía de una familia de sastres y músicos y antes de la guerra, planeaba abrir su propio taller en Blair Atholl. Sin embargo, en 1939 se unió al Ejército Territorial y fue capturado en Francia en 1940. Su muerte a los 33 años fue registrada, pero su familia nunca fue informada sobre la extracción de órganos.

Sin que su familia lo supiera, durante la autopsia su cerebro y parte de la médula espinal fueron extraídos y enviados al Instituto Kaiser Wilhelm, conocido actualmente como el Instituto Max Planck de Psiquiatría en Múnich. Ahí estas dos partes del cuerpo se conservaron durante más de 70 años para investigaciones científicas.

Un descubrimiento inesperado

En 2020 su sobrina, Libby MacRae, supo la verdad, tras ser contactada por el profesor Paul Weindling de la Universidad Oxford Brookes, quien investiga la conservación de cerebros de prisioneros de guerra y víctimas del nazismo. Donnie fue uno de al menos cinco soldados británicos cuyos cerebros fueron retenidos para investigación sin consentimiento.

Más de 2.000 cerebros fueron extraídos entre 1933 y 1945 por institutos alemanes, incluyendo los de niños asesinados, personas con enfermedades mentales y víctimas del Holocausto. Durante décadas, estas muestras permanecieron intactas y muchas fueron enterradas apresuradamente a fines de los años 80. Sin embargo, las muestras de Donnie MacRae se conservaron hasta 2015, cuando se incorporaron a un archivo.

Por fin un entierro digno

La Comisión de Tumbas de Guerra de la Commonwealth ha aprobado la entrega de las muestras de Donnie por parte del Instituto Max Planck para que puedan ser reunidas con su tumba en Berlín. La familia espera que esto suceda a finales de 2025.

Libby, su sobrina, expresó su alivio ante la noticia: “Estoy tan contenta de saber que finalmente todo Donnie estará junto, en un lugar tranquilo”. La familia desea añadir una inscripción en gaélico en su tumba que se traduce como: “El mundo puede llegar a su fin, pero el amor y la música durarán para siempre”. 

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

Sobre qué temas escribo

Tengo el privilegio de escribir sobre una amplia variedad de temas, con un enfoque que abarca tanto actualidad como estilo de vida. Escribo con la intención de contarte historias que te interesen y ofrecerte información que hagan tu vida un poco más fácil.


Te ayudo a no caer en estafas, te doy consejos de salud y cuidado personal, además de recomendaciones de destinos para tu próximo viaje.


Mis artículos son un surtido de historias curiosas, viajes, cultura, estilo de vida, naturaleza, ¡y mucho más! Mi objetivo es despertar tu curiosidad y acompañarte con lecturas útiles y entretenidas.

  

Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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