Levantan el suelo de un monasterio de Cataluña y encuentran un caballo, un revólver y la bebida de dioses
Hallazgos que permiten saber más sobre su vida económica y social.

El monasterio de Pedralbes, situado al noroeste de Barcelona y fundado en 1326 por la reina Elisenda de Moncada, es un conjunto gótico de gran riqueza arquitectónica y artística. Durante casi siete siglos albergó a la Orden de las Clarisas, quienes mantuvieron viva una intensa actividad religiosa y económica. Ahora, unas recientes excavaciones arqueológicas en la Baixada del Monestir han revelado importantes datos sobre su vida económica y social.
Las obras, que fueron iniciadas en septiembre de 2022, dejan ver que bajo el pavimento medieval afloran restos que van desde enormes lagares de vino, la llamada “bebida de los dioses”, hasta los fragmentos de un esqueleto equino y, muy cerca de allí, un revólver del siglo XIX. Estas reliquias explican parte de la vida económica del monasterio, así como la imposibilidad de que permaneciese aislado durante los conflictos nacionales.
Bajo la sala capitular del edificio los arqueólogos documentaron varios depósitos cilíndricos de más de tres metros de altura y 2,30 metros de ancho, capaces de almacenar hasta 11.000 litros de vino. En su momento se pensó que eran silos para grano, pero ahora los estudios bioarqueológicos han confirmado, por el gran rastro de semillas de uva, que formaron parte de una infraestructura vitivinícola plenamente operativa durante los siglos XVIII y XIX.
Otros grandes hallazgos
Anna Bordas, directora de la intervención, subraya al diario Ara que la elaboración de vino durante todo el siglo XVIII y parte del XIX se debe a que “el monasterio está a los pies de la montaña de Sant Pere Màrtir, en Collserola, y en aquella época había muchos viñedos". La presencia de prensas, cubos y una gran ‘tenaza’ soterrada demuestra que la elaboración de vino era fundamental para la subsistencia del monasterio.
No obstante, la excavación también ha dejado al descubierto otros grandes tesoros que poco tienen que ver con la producción vitivinícola. Junto a material cerámico decimonónico y un fusil de avancarga, aparecieron restos de un caballo enterrado al pie de la sala capitular. Se baraja que tanto el animal como el arma ingresaron al subsuelo durante las Guerras Carlistas, cuando las dependencias monásticas servían de cuarteles improvisados.
Entre los hallazgos también destacan numerosos moldes y recipientes vinculados al célebre mató de Pedralbes, un requesón de almendra cuya fórmula no contiene leche animal. De hecho, varios documentos de 1876 recogen cómo la criada Serafina Marsa recibió la receta como regalo de boda y la popularizó en un establecimiento de la calle Portaferrissa de Barcelona, convirtiéndose en una tradición que pervive hoy en varios obradores de la ciudad.
Estos descubrimientos, presentados hace unos meses, confirman que el Monasterio de Pedralbes no solo fue un remanso de clausura y espiritualidad, sino también un motor económico y un testigo mudo de las luchas que sacudieron Cataluña. Al desvelar su subsuelo, arqueólogos e historiadores reconstruyen ahora un relato más completo sobre la vida en este cenobio.
