Entre la incertidumbre y la 'anestesia' por la enésima situación excepcional: el impacto psicológico del apagón
Los españoles afrontaron este lunes una jornada sin precedentes.

España vivió este lunes un día excepcional por el apagón masivo que dejó el país sin luz, sin apenas cobertura, con el transporte ferroviario suspendido y con millones de personas caminando para volver a sus casas por la tarde. La jornada dejó estampas más propias de otra época como vecinos rodeando un transistor para saber qué estaba pasando, decenas de personas pasando el rato en los parques o en los bares y la sensación unánime de que, otra vez, se estaba viviendo un acontecimiento histórico.
En los últimos cinco años, los españoles han vivido una pandemia que dejó miles de muertos, la erupción de un volcán que arrasó decenas de casas en La Palma, una enorme nevada que paralizó Madrid durante una semana y una DANA que dejó más de 200 muertos y arrasó centenares de casas. El sentimiento, inevitablemente, es que no salimos de una y nos metemos en otra.
Durante el apagón, muchos ciudadanos pasaron del desconcierto inicial a la preocupación por cómo llegarían a sus casas, cómo se comunicarían con sus familias o qué pasarías con los alimentos almacenados en neveras y congeladores. Otros oscilaron entre la incertidumbre y el humor, intentando sacar algo positivo de la situación.
"Es cierto que hay un sentimiento de hartazgo. Entre hartazgo, anestesia emocional, irritabilidad y cierta agresividad", asegura el psicólogo Enric Valls sobre la manera de afrontar toda esta serie de acontecimientos históricos.
El experto explica que en función de cómo sea cada uno, la crisis del apagón se ha podido gestionar con mayor naturalidad precisamente porque ya se han visto cosas que inimaginables hace unos años o, por el contrario, con bastante nerviosismo ante la incertidumbre. "Son reacciones naturales ante una concatenación de hechos que van ocurriendo y que uno se pregunta ‘¿ostras, qué va a ser lo siguiente?’. Son emociones que están ahí y que se deben a situaciones que se nos escapan del control y que generan mucha incertidumbre, también angustia, sufrimiento o enfado", destaca el psicólogo.
De la calma a las teorías de la conspiración
"No tengo claro si estamos anestesiados porque hay gente que lo pasó realmente mal", asegura María José Ochoa, psicóloga de emergencia de la Sociedad Española de Psicología Aplicada a Desastres y de Emergencia (SEPADEM) y miembro del Colegio Profesional de Psicología de Aragón (COPPA). "Creo que fíjate, la gente lo enlazó con las 72 horas, con ese aviso que se había dado desde Europa. Como que estaba previsto y se iba a solucionar dentro de las 72 horas, entonces algunos se lo tomaron con cierta calma", señala la experta, que cree que la clave es que el problema no se alargó más.
Según Ochoa, la expectación de las primeras horas hizo que la situación estuviera controlada por parte de la ciudadanía. "Creo que la sensación es que todo el mundo cogió un poco de aire, lo contuvo y esperó a ver qué pasaba. Es verdad que como enseguida se empezó a decir que iba a volver la electricidad... Lo que hizo mucho bien fue la pronta respuesta de las instituciones diciendo ‘esto se repara’ e hizo que el miedo no creciese. Si nos dejas todo un día pues a lo mejor la cosa es distinta", asegura la psicóloga.
Tal y como explica Valls, a la hora de gestionar este tipo de situaciones imprevistas entran en juego lo que en psicología se denominan "recursos internos". "Hay personas que tienden a tenerlo todo bajo control, a cierto perfeccionismo, que son incluso personas analíticas, y después hay un subtipo que es el tema de pensar teorías conspiranoicas", destaca el psicólogo.
"He atendido a varios pacientes a los que les pregunté cómo habían vivido el apagón y ahí te das cuenta de los recursos internos de cada uno. Algunos me dijeron ‘ah pues muy bien, estaba ahí con mi familia, nos pusimos a jugar a las cartas y a escuchar el transistor’, pero luego también había personalidades más analíticas que lo vivieron fatal, que se fueron al supermercado con mucha angustia", señala Valls sobre las distintas maneras de afrontar estas crisis.
María José Ochoa destaca la importancia de que parte de la ciudadanía no se deje llevar por el nerviosismo en este tipo de situaciones. "Es muy importante que una parte gruesa de la población en un momento de crisis mantenga la calma. En emergencias decimos que el 50/60% de las personas reaccionamos bien, tenemos conductas que se llaman prosociales, de ayuda a los demás. Yo te subo las bolsas si no tienes ascensor, te doy conversación si te has quedado atrapado en el ascensor, te paso agua si crees que no tienes... este tipo de cosas", asegura la psicóloga especializada en emergencias.
"Con eso generamos una red social, un tejido denso, que hace que las cosas no se alboroten demasiado. Luego hay una parte de la población que se pone muy nerviosa y otra parte que no sabe cómo reaccionar, si con nerviosismo o desarrollando ideas paranoicas o si formar parte del grueso de conductas prosociales", explica Ochoa. La especialista revela que es importante que ese 60% que suele ser capaz de mantener la calma atraiga a los indecisos para que el porcentaje sea más alto y también se ayude al grupo de población que tiene mayor tensión. "Todo el que reaccionó de una forma apaciguadora ayudó a que la cosa no se disparase más", defiende.
En momentos de crisis, la solidaridad de la ciudadanía y la preparación para el futuro
Igual que ocurriera en la pandemia o tras la devastación de la DANA, la respuesta de la ciudadanía ha sido de solidaridad y de colaborar entre todos para ayudar a aquellos que lo estaban pasando peor o que podían ser más vulnerables. "En este tipo de circunstancias, como son excepcionales, podemos ver el lado bueno y el malo. En este caso el lado bueno es la ayuda innata", destaca Valls.
"Hay conciencia en ayudar al otro, en tener empatía y sensibilidad. Entra dentro de una respuesta natural ante algo excepcional", insiste el psicólogo. Esa reacción natural se vio en el edificio en el que los vecinos subieron a un hombre de 90 años en peso hasta su casa en un séptimo piso o la mujer que se ofreció a cocinar para sus vecinos en su hornillo de gas.
Esa colaboración ciudadana seguirá siendo fundamental cuando llegue la próxima crisis, igual que la preparación emocional, independientemente de si uno se encuentra anestesiado por los últimos acontecimientos o, por el contrario, desbordado. "Lo primero es validarse emocionalmente, es decir, las emociones que uno siente son válidas y no hay que ningunearlas. Eso hace que nos liberemos", asegura Valls.
Además, Valls recomienda "apoyarse en el entorno más cercano, lo que se denomina en psicología el colchón afectivo". "Lo tercero es confiar en los estamentos pertinentes a pesar de que en ocasiones esa confianza se ha roto por diferentes experiencias", asegura el psicólogo.
"Está el dicho de que ‘la esperanza es lo último que se pierde’, así hay que intentar ser resilientes en ese sentido. Pueden ocurrir estas cosas que se escapan de nuestro control pero la actitud hacia ello es lo que nos ayuda a amortiguar", concluye Vallls.
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