La entrevista de Iñaki Urdangarin: "Materialmente perdí todo, pero la pérdida más grande fue la infanta Cristina, uno de los amores de mi vida. La quiero mucho"
El exjugador de balonmano se sinceró en una entrevista. Repasó cómo fue su vida en la cárcel, cómo vivió su salida y no hizo mención a la familia real.

Tras dejar la prisión en la que cumplía condena por malversación, prevaricación, fraude, dos delitos fiscales y tráfico de influencias, Iñaki Urdangarin quiso empezar una nueva vida. Se enamoró de Ainhoa Armentia, una vasca a la que conoció trabajando en un bufete que le dio empleo en Vitoria. Aquello rompió su matrimonio con la infanta Cristina y le apartó de la discreción con la que pretendía vivir.
Había dicho adiós a la cárcel y a su esposa, y sentó las bases de una nueva existencia con el apoyo de su pareja, de su madre y el resto de su familia y también de sus hijos, que pese al shock inicial, han seguido del lado de su padre con sus más y sus menos.

Montó una empresa de coaching y ha escrito un libro de memorias que se publica el 12 de febrero de 2026, explicando que quiere contar su historia con su propia voz, algo parecido a lo que dijo el rey Juan Carlos al anunciar que lanzaba su biografía. Pero además concedió una entrevista para el programa Pla Seqüència de TVE en catalán (La2Cat), presentado por Jordi Basté, muy amigo de Iñaki de los tiempos en los que era jugador de balonmano.
La entrevista fue en catalán, lengua que Urdangarin domina por todos los años en los que vivió en Catalunya. Añadió que con su madre habla en inglés, y un poco francés. Claire Liebaert trató de enseñarle a él y a sus hermanos de pequeños, pero era complicado. Recordó que sus hijos son catalanes. Les mencionó varias veces, y también a Cristina, pero no dijo ni una palabra de la familia real, de la que fue parte durante muchos años.
“Tengo ganas de explicarme. Es un momento clave en mi vida, una nueva etapa diferente. He tenido una vida extraordinaria y es un buen momento para ver el Iñaki persona”, ha señalado Urdangarin. “Estoy muy bien, en una fase creativa e ilusionante. Cogiendo un poco mi ritmo en esta nueva etapa y al lado de mis hijos, me gusta estar con ellos”.
Pero para llegar a ese bienestar lo paso muy mal. Preguntado por lo peor de la cárcel, señaló que no solo habían sido los años de condena, "son los siete años antes, de instrucción y de juicio, que son muy duros. Materialmente perdí prácticamente todo. Y después hay una pérdida muy grande, uno de los amores de mi vida, que es Cristina. Fue un periodo muy duro. Lo pasamos muy mal durante todo este periodo y tuvo consecuencias. La verdad es que sabe mal porque es una mujer a la que quiero mucho".

Ha hablado mucho de su madre, a la que está muy unido, y ha comentado que no tuvo que dar explicaciones ni a ella, ni a sus hijos: "Ha sido mi primer apoyo siempre. Ella me conoce, igual que mis hijos. Me conocen y saben que todo lo que me ha pasado me ha pasado, pero que es imposible que el hijo o el padre tuviera voluntad de delinquir". Por otro lado destacó el orgullo que siente por sus cuatro hijos, a los que está muy unido y que son un ejemplo de resiliencia.
Cuando su abogado, Mario Pascual Vives, le comunicó la sentencia que le llevó a la cárcel, Iñaki estaba comiendo con la infanta Cristina en Ginebra, donde vivían. Ingresó de inmediato, concretamente el 18 de junio de 2018. Antes de hacerlo hubo cónclave familiar. Sus hijos Juan y Pablo estaban en Rusia de viaje y les hicieron volver.
Fue a Brieva, una cárcel de mujeres, porque se lo recomendaron por seguridad. “Cuando entras ahí te das cuenta de que esto se ha acabado y empieza una etapa muy dura y muy larga lejos de la gente que quieres”. Al principio lo paso muy mal, en los tres primeros meses no paraba de llorar y lamenta que se lo hizo pasar también mal a sus seres queridos. “El primer día de prisión es el peor. El golpe de la puerta al cerrar... Los 3 primeros meses estuve muy mal, en un bucle negativo, lloré mucho”. Fueron 1000 días en la cárcel.
Después las cosas fueron cambiando: “Empecé a cuidarme y a afrontar esta etapa”. Podía salir al patio, estudiar, hacía deporte y comía a las 5 porque si no las tardes se le hacían muy largas. Le ayudó sobre todo la bicicleta, escribir todo lo que podía, las charlas con los funcionarios, las visitas de familiares y amigos, los vis a vis que hacía con la familia para hablar tranquilamente y las llamadas.

“El deporte fue mi medicina y el estudio me ayudaba mentalmente”. En la cárcel realizó un curso de bienestar emocional que le vino bien cuando estaba en sus peores momentos. Aprovechó su tiempo en la cárcel para cursar un máster de psicología en la UNED y se sacó el título de entrenador nacional.
“Yo hablaba con los funcionarios. Eran gente muy maja. Me hicieron la vida más agradable. Cuando se iban de vacaciones les echaba de menos. Tenían una condición humana muy buena. Veían mi castigo doble: pérdida de libertad y aislamiento”, contó Urdangarin.
Añadió también que recibía cartas de personas anónimas que empatizaron con él, algo que le animó y le emocionó: “Gente que me escribía cada semana cinco o seis folios, me mandaba libros, cuadernos por si me quedaba sin papel. Gente anónima, Reconforta que la gente se acuerde de ti”.
Urdangarin leía y escribía mucho: “Me recomendaron que escribiera lo que me viniera a la cabeza. Empecé con unos cuadernos y cada vez hacía más cosas. Hacía resúmenes de libros, apuntaba las visitas. Borradores de cartas para mis hijos. Lo que me venía a la cabeza.”
“Salir de la prisión no es fácil. Me señalaban, había estigmatización. Eres otra persona, quieres empezar otra etapa de tu vida. La gente piensa que soy el mismo Iñaki que entró a la cárcel y eso me incomodaba. Lo pasé mal. Pero no está en mi control. Mi energía está en mi proyecto”, expresó Iñaki Urdangarin, que es una persona renovada tras todo lo que ha vivido.
