El pueblo de Australia con nombre muy español en el que sus calles invitan a dar un paseo por toda España
De forma casi involuntaria rinde homenaje a la cultura hispana.

Cuando escuchamos el nombre de Cervantes, nuestra mente viaja de inmediato hacia Miguel de Cervantes Saavedra, el célebre autor de Don Quijote de la Mancha y una de las figuras más universales de la literatura española. Sin embargo, a más de 14.000 kilómetros de la Puerta del Sol existe un pequeño pueblo australiano que, sin pretenderlo, comparte ese nombre y rinde homenaje a la cultura hispana.
A unos 200 kilómetros al norte de Perth, entre dunas, pesca de langosta y un muelle que se adentra en el océano Índico, se encuentra Cervantes, un enclave costero en Western Australia fundado en los años 60. La cartelería de este pequeño rincón haría pensar a cualquiera que ha aterrizado en la península ibérica, donde puedes por la calle Madrid, Valencia Street, Sevilla Place o Aragon Road, entre otros.
La historia de este curioso pueblo empieza en el mar, cuando en 1844 el barco ballenero norteamericano Cervantes encalló en la costa cercana a lo que hoy es Jurien Bay. Tres años después, el topógrafo Joshua William Gregory consignó el lugar con ese nombre y, cuando en el siglo XX se creó la pequeña localidad pesquera, heredó la denominación. Con el tiempo se extendió la suposición de que el nombre era un homenaje a Miguel de Cervantes, según recoge National Geographic.
Más que un nombre
Ese malentendido cultural terminó por convertirse en el sello del pueblo. Cuando en los años sesenta el gobierno estatal impulsó la creación de una comunidad pesquera centrada en la captura de langosta, se consolidó la trama urbana con referencias españolas; hoy, además de calles, hay parques y comercios que juegan con esa identidad prestada. Incluso se pueden observar algunos motivos quijotescos que acompañan la entrada del pueblo.
Además de por el nombre, Cervantes también destaca por su increíble entorno natural. A 17 kilómetros del centro se encuentra el desierto de los Pináculos, dentro del parque nacional Nambung, un campo de agujas de piedra caliza que brotan del arenal como un bosque petrificado y que parecen sacadas de un plató de ciencia ficción. Las formaciones, algunas de hasta 3,5 metros de altura, son el resultado de millones de años de erosión y sedimentación y son la gran atracción de la zona.
A pocos kilómetros se encuentra el lago Thetis, hogar de estromatolitos, los fósiles vivientes más antiguos del planeta. Estas estructuras microbianas son los primeros organismos que generaron el oxígeno en la atmósfera de la Tierra, por lo que convierte la región en un observatorio de la vida primitiva. Ambos puntos sitúan a Cervantes como una base ideal para quien quiere combinar paisaje lunar, paleontología viviente y una escapada costera.
