Un pueblito de Tarragona tiene una réplica de la Giralda de Sevilla por una historia de amor y admiración
No es el único monumento andaluz del que presume.

La Giralda es, sin duda, uno de los monumentos más icónicos de Sevilla, esa torre que todos hemos visto en fotografías, películas o al pasear por el casco histórico de la ciudad. Este campanario de la antigua mezquita de Sevilla, erigido entre los siglos XII y XVI, es considerado uno de los grandes iconos del arte mudéjar. No obstante, este emblemático monumento no solo se puede encontrar en la región andaluza.
En pleno corazón del Baix Penedès, a más de 900 kilómetros de la Giralda original, se alza una réplica a media escala de la emblemática torre sevillana. La curiosa construcción se encuentra en el municipio de L’Arboç, en Tarragona, y mide prácticamente la mitad de los 94’7 metros de su homólogo sevillan. Está recreada con gran detalle atrae cada año atrae a visitantes que quieren disfrutar de la arquitectura andaluza sin salir de Cataluña.
El origen de esta construcción se remonta al año 1886, cuando el matrimonio catalán entre Joan Roquer i Marí y Candelaria Negravernis recibieron una importante herencia de un tío indiano de ella. Apasionados por el arte andalusí y las artes escénicas, contribuyeron a erigir en Barcelona el Teatro Romea y, en su pueblo natal, el Teatro Arbosense. Sin embargo, su proyecto más romántico y personal fue el que dio vida a la Giralda tarraconense.
Pasión por el arte
En su primer aniversario de boda decidieron hacer un viaje por Andalucía, donde quedaron completamente enamorados de monumentos como la Giralda, el Patio de los Leones y el Salón de Embajadores. En 1898 adquirieron un solar en L’Arboç y al año siguiente comenzaron a levantar una residencia inspirada en los palacios y alminares del sur de España, reuniendo algunos de los rincones que más les impactaron en sus viajes.
Este proyecto se prolongó casi una década, ya que aunque la réplica de la Giralda se terminase en 1902, no fue hasta 1908 cuando el conjunto fue finalmente inaugurado. Además de la torre, el recinto también alberga una reproducción del Patio de los Leones de la Alhambra y un salón que remeda el Salón de Embajadores de los Reales Alcázares de Sevilla, coronado con una cúpula bizantina cubierta por cerca de 30 kilos de láminas de oro.
Con el paso de los años, este enclave se ha convertido en un centro de vida cultural, donde se celebran tertulias literarias, conciertos y reuniones de artistas e intelectuales. Hoy en día, las visitas son guiadas y concertadas, y permiten disfrutar de un paseo por la historia y el arte andalusí en versión catalana. Además, se acogen exposiciones temporales y talleres didácticos que lo consolidan como un punto de encuentro imprescindible.