'El dios de la juventud' y 'Goteras', nuevas (tragi)comedias para viejas preocupaciones
Dos comedias juveniles y ligeras para el verano.

El dios de la juventud de Alma Vidal en el Teatro Pavón y Goteras de Marc G. de la Varga en el Teatro Bellas Artes son dos obras en las que adultos jóvenes, con edades y profesiones similares a sus autores, le dan vueltas al tema del envejecimiento.
Obras que un martes y un miércoles de finales de julio casi llenan los teatros en los que están programadas en pleno verano en un Madrid al que las olas de calor le están dando una tregua. Y, sin hacer un estudio estadístico, sino por impresión general, en el patio de butacas se ve más gente joven que la habitual, sin que sea los que predominen.
En ambas se usa el registro de la comedia o, mejor, de la tragicomedia, por aquello de que envejecer según el mantra de la sociedad occidental actual no deja de ser una putada (perdón por el lenguaje). También en ambas se recurre a cabezas de cartel para roles importantes. Como es Marta Poveda en el caso de El dios de la juventud, que hace de sosias de la autora y directora. Y Fernando Albizu que es el antagonista del protagonista en Goteras.

Con esos mimbres, El dios de la juventud, ofrece una obra en la que un dramaturgo joven, que sigue viviendo en casa de su madre y con su hermana, se enfrenta a la ansiedad de crecer, cumplir años, sin ver que va a ser de él o intuyendo que su pasión teatral le va a dar para poco. Con esa perspectiva de no future acabará preguntando si merece la pena seguir viviendo. Para conocer la respuesta, tendrán que ir a verlo, que no se quiere hacer spoiler.
Todo ello planteado en el formato de escenas que se suceden con rapidez, lo que le permite introducir mucho humor cuando la cosa se pone intensa. Y hay momentos que se pone. Sobre todo, en el inicio, donde hay más disquisición filosófica, difícil de seguir, probablemente porque es la introducción de la obra y, debido a como se anuncia, se espera la comedia. Es decir, humor desde la primera escena, en vez del planteamiento sobre la toma de conciencia de su finita juventud tras la que solo le quedará rodar y rodar cuesta abajo.
Para ponerla en escena ha contado, primero, con un elenco joven que es capaz de hacer varios papeles de forma creíble. Que saben cantar para salir con bien del momento en el que rapean. Y que saben bailar, para el baile energético de rave fluorescente en una discoteca que se echan sobre el escenario.

Un elenco al que se le entiende perfectamente lo que dicen, evidenciando que no es verdad que los intérpretes más jóvenes no sepan vocalizar. Y eso que por capricho o por ideas sobre el teatro, no está claro la motivación dramatúrgica o de dirección, a Nacho Almeida, en el rol del amigo del protagonista, la autora y directora de la obra le hacen cambiar el acento, de argentino a madrileño pasando por el marroquí, en muchas de sus escenas.
El resultado general de la obra tal vez no agrade a la crítica. Todo lo contrario del público que le da grandes aplausos. Quizás porque el común de los y las mortales ha experimentado lo mismo que el protagonista en algún momento. Es decir, ha sido consciente de su juventud como un divino tesoro. Y una vez adquirida esa conciencia darse cuenta que después todo va a ser descenso. Va a ser perderla.
También ayuda a este éxito, la multitud de escenas y cambios rápidos con un mecanismo sencillo que permite estar en el vagón de un tren como en la estancia de una casa o en la sala de urgencias de un hospital. A la manera de los bestsellers que cambian continuamente de acción y ubicación, haciendo que el lector fije su atención en la trama antes que en el contenido. Cambios a los que se suma el que una vez que la obra empieza a desbarrar, el desbarre sea coherente con el resto de la función. Cosa que no es fácil ni de escribir ni de hacer.
En Goteras no solo se produce esa consciencia, sino que el protagonista, también un joven dramaturgo llamado Toni, que está escribiendo una obra para el Teatro Lara y que se gana la vida como guionista de series, se enfrenta a su propio futuro.

¿Le gusta lo que encuentra? La verdad es que no. Y, como en la película Regreso al Futuro, de la que el protagonista es fan, una vez visto lo que va a ser, tratará de volver a su presente para cambiar algo que modifique ese futuro del que tiene noticia. ¿Qué que ocurre? Mejor no destripar lo que ocurre, pues es ahí donde se encuentra el conflicto y la comedia, el humor amable.
Esta obra, también está bien interpretada. Y, de nuevo, Gonzalo Ramos, el protagonista que hace del joven dramaturgo, evidencia que los actores jóvenes saben decir un texto, que se les entiende, aunque vengan del medio televisivo como él. Y eso que él tiene que decirse algunos textos después de subirse y bajarse unas cuantas escaleras corriendo para evitar que el vecino de arriba le inunde la casa, sin perder el resuello.
Tampoco es esta una obra que vaya a sorprender a la crítica. Pero de nuevo es una obra que gusta mucho al público. Quizás porque apela a la cotidianeidad de los asistentes y, como la anterior, lo hace desde la comedia a la que añade, según el crítico, sensiblería y lugares comunes, lo que puede que el público si se le preguntase definiese como sensible y la vida misma.
Recordando a los espectadores esos momentos de cambios vitales en el que se toman decisiones transcendentes, al menos así se describen, como romper con la pareja de siempre o aceptar un nuevo trabajo. Esos momentos intensos de y si ¿Y si se hubiera mantenido esa relación? ¿Y si se hubiera hecho una oposición? ¿Y si se hubiera dejado el trabajo? ¿Y si se hubiera abandonado la pasión para ganarse la vida?
Eso y que después de todo, apela a la normalidad en la que más tarde o más temprano la mayor parte del público se instala y se mantiene instalado. Quedándose con el disfrute de los pequeños placeres de la vida. Los que están más al alcance de cualquiera y de la mayoría del público. Provocando una sensación de confort y comodidad con la vida cotidiana.
En definitiva, dos comedias ligeras, como las muchas películas que llegan a las carteleras o las plataformas en verano. Que incluso podrían convertirse en películas. Bien escritas y dialogadas, tanto que El dios de la juventud la ha publicado la prestigiosa editorial Antígona y Goteras tiene el premio Teatro de Rojas al mejor Autor Español 2024, que garantizan sorpresas chistosas y buenas interpretaciones. Y que al público le servirán tanto para guarecerse del calor en verano como del frío en invierno, por lo que podrían volver a la cartelera, y reírse seguramente de sus propios miedos, quizás impuestos en las sociedades occidentales, disfrutando del confort de una butaca de teatro.
