Ellos y los otros

Ellos y los otros

¿Cómo comprender que alguien que pudiera ser como ellos prefiera por el contrario acabar con nuestra sociedad, hacer daño a la gente, llevar al gobierno a los políticos más corruptos e incompetentes?

Una de las componentes de las mesas electorales prepara las papeletas en una de las cabinas electorales antes de la apertura del colegio, este domingo, en Madrid.EFE/ Fernando Villar

No se conocen. Cada uno llegó por su lado y están metiendo su voto a la vez en dos urnas contiguas. Ni dos metros les separan. Se han mirado de reojo, y el aspecto ha hecho que ambos tengan clarísimo lo que está votando el otro. Intentan que sus rostros no muestren ni el menor atisbo del asco que sienten y se cuidan de no volver a cruzar la mirada. Es desesperante. No pueden creer que el otro exista. No se explica, si no es por una maldad elemental. ¿Cómo comprender que alguien que pudiera ser como ellos prefiera por el contrario acabar con nuestra sociedad, hacer daño a la gente, llevar al gobierno a los políticos más corruptos e incompetentes? Con lo absolutamente evidente que es para cualquiera que no tenga el corazón y el cerebro podridos que se ha de votar lo que ellos están votando.

Jamás reconocerían que son sectarios. De hecho, como prueba de que no lo son, aceptan de buena gana que ellos también cometen errores. Pero, claro, no es lo mismo de ninguna manera hacer alguna cosa mal —ellos— que ser malos —los otros—. De hecho, mostrando su moderación y apertura de miras, incluso callan y otorgan en contadas ocasiones cuando alguien señala algún acierto de los otros. Pero de nuevo ay del que se atreva a comparar hacer alguna cosa bien —los otros— con ser buenos —ellos—. Dos tribus en África mantienen desde hace siglos una disputa enconada sobre las cebras: para una, se trata de animales de piel negra que tienen rayas blancas; para otra, se trata de animales de piel blanca que tienen rayas negras. No es lo mismo. Ni parecido. No entienden cómo los otros pueden pensar así.

Todo lo ven distorsionado. Absolutamente todo. Incluso los detalles más triviales. Interpretarán de la peor forma imaginable cualquier cosa que hagan los otros, teniendo como único límite el delirio psicótico. Incluso a veces… E interpretarán de la mejor forma posible cualquier cosa que hagan ellos, teniendo como único límite la lógica aristotélica. Y en ocasiones, ni ésa. Eso sí, votan “con una pinza en la nariz”, como si todos los votos, al margen del entusiasmo del votante, no se mezclaran y se volvieran indistinguibles pasada la ranura de la urna, como si al candidato le importara un pito si los electores que le han dado la victoria tenían las fosas nasales abiertas o cerradas. Pecunia non olet. Los votos, tampoco.

Creen que, por algún extraño motivo, todos los ámbitos de la virtud se presentan o se ausentan unidos en la clase política. Los más inteligentes son también los más honrados. Los menos trabajadores tienen también la peor oratoria. Los que mejor nos van a representar internacionalmente mienten menos. Nunca van a cambiar, ni ellos ni los otros, porque a todos los agentes implicados les interesa que las cosas sigan así. A los medios de comunicación, a las redes sociales. Sobre todo, a los propios políticos y a los intereses económicos e internacionales que los mantienen ahí. Están votando en el mismo momento, en la misma aula de un colegio público. Ni dos metros les separan. Ellos y los otros son mucho más parecidos, muchísimo más parecidos entre sí de lo que creen.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.