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A Vox ya no le pasan factura las deserciones: "El único imprescindible es Abascal"

A Vox ya no le pasan factura las deserciones: "El único imprescindible es Abascal"

La salida de García-Gallardo permite al partido, en un buen momento, apuntalar la idea de que la estrategia de Vox es nacional y todas las decisiones las toma su dirección central: "El líder en todos los territorios es Abascal".

El líder de Vox, Santiago AbascalEuropa Press via Getty Images

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que Vox sufría un fuerte desgaste por cada una de las deserciones que se producían en el partido. Un éxodo a cuenta gotas pero constante de líderes y rostros muy mediáticos que habían formado parte del origen del partido o que habían sido claves en su crecimiento: Iván Espinosa de los Monteros, Macarena Olona, Juan Luis Steegmann, Víctor Sánchez del Real, Alejo Vidal-Quadras... Por no hablar de que casi la mitad de los concejales que obtuvo en las municipales de 2019 acabaron fuera del partido antes de acabar su mandato. Muchos de ellos, incluso, tirando de la manta y acusando a la dirección nacional de falta de transparencia, control férreo e incluso de financiación oculta.

En esta situación, y tras el varapalo de las elecciones generales del 23-J (en las que Vox pasó de 52 a 33 diputados), Vox parecía un partido abocado al ostracismo. "Así empezó Ciudadanos con el declive. Esta percepción de que VOX es un espacio del que la gente se va, es una imagen muy negativa. Deberían procurar corregirlo", señalaba en una entrevista en agosto de 2023 Alejo Vidal-Quadras, uno de los 'padres' del partido. "Vox no tiene futuro", escribió por su parte el exdiputado Rubén Manso.

Sin embargo, Abascal ha logrado superar el envite y, año y medio después, no sólo ha evitado el naufragio sino que ha logrado sumar más fuerza. Los datos están ahí: las encuestas hablan de una importante subida en lo que respecta a porcentaje de voto, de tal modo que Vox sería determinante a la hora de poder configurarse un gobierno de derechas con Feijóo como presidente. En el último sondeo de 40db para El País, la formación de ultraderecha ya supera el 14% de estimación de voto y otras encuestas le auguran que lograría más de 40 diputados tras unos nuevos comicios. 

Pero el gran tanto que se ha sumado Abascal en estos últimos meses es haber convencido a su partido de que Vox es lo que ha sido siempre: un partido de carácter nacional cuyas decisiones (todas) se toman en su sede de Bambú. Es decir, no hay espacio para las críticas por su falta de democracia interna o para los que reclaman mayor autonomía para las direcciones regionales. Porque Vox nunca ha sido ese tipo de partido. "La estrategia de Vox es nacional (...) No hay baronías ni divisiones internas", dejaba claro esta semana el diputado nacional, José María Figaredo.

  El exvicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo, en una imagen de archivo.Eduardo Parra/Europa Press via Getty Images

El último en abandonar el barco ha sido el exvicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo, alegando "discrepancias" con la cúpula del partido. Esas diferencias, según señalaba este miércoles en una entrevista en COPE, son "estructurales" y se deben a "cuestiones organizativas de la relación del partido con sus cargos". "En Vox no es posible que una dirección autonómica lleva una línea contraria a la dirección nacional. No es posible", señalaba.

García-Gallardo, además, lamentaba en su charla con Carlos Herrera que en Vox no se cuidara el "capital humano" y que se llegara a usar la coacción y el chantaje como herramienta de sumisión ante la voluntad del Comité Ejecutivo Nacional. Una postura muy similar a la que defiende Sonia Lalanda, portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Palencia, y a quien la dirección nacional ha suspendido de militancia durante seis meses por expresar su desacuerdo con decisiones tomadas desde Madrid.

"El partido está secuestrado por una oligarquía, por unos autócratas que no están atendiendo a los principios fundacionales y que han ido matando de uno en uno a gente muy valiosa y valiente que se ha ido con deshonor. A eso no hay derecho. No se puede consentir. Esto es una auténtica picadora de carne", dijo este viernes Lalanda.

Lo cierto es que a Vox, poco preocupado por estas acusaciones, le ha venido muy bien la salida de su líder autonómico en Castilla y León. Fuentes del partido corroboran que la relación entre Abascal y García-Gallardo estaba rota desde hacía tiempo y que en Bambú no se contaba con él para repetir como candidato en la próxima convocatoria electoral. 

Además, ya no existe el temor dentro del partido a que estas polémicas salidas puedan afectar de alguna manera a la formación. "La salida de Espinosa de los Monteros justo después de las generales fue como un torpedo en la línea de flotación. Pero ahora no pasa factura que los discrepantes decidan irse. ¿Qué consecuencias tuvo la marcha de Rocío Monaterio en octubre? Ninguna", señala la misma fuente. 

  Santiago Abascal y Donald TrumpX

El abandono de García-Gallardo ha llegado, además, en un momento de máxima fortaleza de Abascal, que ve también como la llegada al poder de Donald Trump en Estados Unidos favorece sus posibilidades. "El líder en todos los territorios es Abascal", señalaba esta semana el nuevo portavoz de Vox en las Cortes de Castilla y León, David Hierro. Su compañero andaluz Manuel Gavira daba un paso más: "En Vox, salvo Santiago Abascal, todos somos prescindibles, todos".

Un cierre de filas claro entre los que siguen dentro de Vox que apuntala ese espíritu centralista que siempre ha defendido la dirección nacional. Un modelo que también defienden partidos de ultraderecha como la Liga, en Italia, el Afd alemán y el Frente Nacional en Francia, donde sus líderes priorizan siempre que el discurso de su partido sea homogéneo y en clave nacional.

 "Unos vienen, les damos la bienvenida, otros se van, les damos las gracias y les deseamos buena suerte (...) Si se van muy mal, pues no decimos nada", defendía esta semana Abascal ante preguntas sobre la salida de García-Gallardo. Porque en Vox ya no hay preocupación por las deserciones, sino optimismo ante el buen rumbo que ha tomado el partido tras romper los gobiernos autonómicos con el PP en el verano del año pasado y tras haber puesto en marcha una estrategia de diferenciación con los populares que está surtiendo efecto. Y quien no esté de acuerdo, puede marcharse.