¿Por qué un 20% de los jóvenes cree que la dictadura fue mejor que la democracia y qué puede hacer la política para cambiarlo?
El último barómetro del CIS confirma una tendencia sostenida en los últimos años, la cada vez mayor proximidad de los jóvenes, sobre todo hombres, con las ideas de extrema derecha.
Así como en política hay comentarios que no es difícil identificar como lapsus, hay otras afirmaciones que, aunque pudieran parecerlo, están bien calculadas. No se equivocó, por ejemplo, el líder de Vox, Santiago Abascal, cuando durante la moción de censura de 2020 dijo que "el Gobierno de Pedro Sánchez es el peor Gobierno en 80 años de historia". Por si alguien todavía albergaba dudas acerca de su comentario, cuatro años después, en 2024, insistió en ello. "Lo dije una vez, que en los últimos 80 años era el peor. Se escandalizaron porque decían que, si es el peor en los últimos 80 años, qué estaría defendiendo", señaló Abascal en un mitin durante la campaña electoral gallega. ¿Y qué estaría defendiendo? Si el líder de la extrema derecha considera el Gobierno actual como el peor de los últimos 80 años, por supuesto quiere dejar claro que la dictadura franquista fue, si no buena, sí mejor que lo actual. No debería generar tanto aspaviento, entonces, que un 20% de los jóvenes españoles consideren, según ha revelado el CIS, que la democracia es peor que la dictadura franquista. Si hasta un representante electo lo ha dicho desde el Congreso.
Ese discurso tan falso como fácil del "con Franco se vivía mejor" no solo se fomenta con afirmaciones falaces, sino también con el impulso de la ignorancia sobre el pasado. Un ejemplo reciente es el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que se niega a que en la sede de la Comunidad de Madrid figure una placa que recuerde lo que sucedió en la Real Casa de Correos. Y lo que ocurrió fueron torturas y asesinatos por parte de la dictadura. ¿Por qué alguien querría renunciar a explicar a los más jóvenes lo que sucedió en el pasado? Tan defensora de lo madrileño como es, Ayuso podría evocar la frase del filósofo nacido en Madrid George Santayana: "Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo".
Los datos, en todo caso, no son nuevos, aunque no por ello menos preocupantes. Según el último barómetro del CIS, publicado el pasado 13 de octubre, casi el 20% de los jóvenes entre 18 y 24 años cree que los años de la dictadura franquista fueron "buenos" o "muy buenos" y el 17% considera, como Abascal, que la democracia actual es peor que la dictadura franquista. Las cifras, al final, se corresponden con el creciente y sostenido apoyo a la extrema derecha por parte, sobre todo, de los hombres jóvenes. ¿Pero por qué ocurre esto? ¿Cómo es posible que las personas más jóvenes vean con buenos ojos la dictadura? Las respuestas son múltiples.
Hace unos meses, a principios de año, analizamos ya en El HuffPost la cada vez mayor proximidad de los jóvenes hacia la extrema derecha junto a Lucas Gotzzén, profesor sobre la Infancia y la Juventud en la Universidad de Estocolmo y un estudioso de la ultraderecha. "Hay varios factores que contribuyen a esta tendencia", explicaba entonces Gotzzén: "La extrema derecha populista y los antifeministas han tenido un éxito notable en las llamadas guerras culturales durante la última década, enmarcando sus ideologías neoconservadoras como una forma de contracultura contra los valores progresistas y liberal-democráticos, valores que han sido hegemónicos en los sectores educativos durante mucho tiempo. En las aulas, el racismo, la misoginia, la transfobia y discursos similares se han convertido en herramientas accesibles que los niños y los jóvenes usan para resistir y 'trolear' a los maestros que promueven valores democrático-liberales".
Uno de los motivos, por tanto, es cultural. Como decía el historiador Pablo Batalla en una entrevista con Nortes, la ultraderecha "tiene el ímpetu de lo rebelde, de lo punk, de lo iconoclasta". "Cuando dicen que ser de derechas es el nuevo punk, no mienten. Cuando un chaval en un instituto dice 'viva Franco' y escandaliza a su profesor, verdaderamente está siendo punk, si partimos de vaciar el punk de contenido ideológico y lo convertimos en una mera actitud rebelde contra lo que sea, escandalizadora por escandalizar, como la que es propia de los adolescentes", afirmaba Batalla. Lo explica también muy bien en un artículo Alberto Fernández Casado, de 15 años e hijo de Carlos Fernández Liria y Silvia Casado, autores de '¿Qué fue el franquismo? Nuestra historia explicada a los jóvenes'. "A lo largo de la historia la rebeldía juvenil se ha atribuido frecuentemente a la ideología de izquierda, una ideología progresista que no está conforme, y que busca más justicia y libertad. Pero no hace falta saber mucho de historia para saber que el comodín de la rebeldía juvenil no es algo únicamente de izquierdas; el fascismo, por ejemplo, también sabe muy bien cómo utilizar este tipo de cartas. El nazismo no empezó esencialmente con personas jóvenes, pero sí fue la juventud la que después jugó un papel crucial en la expansión del régimen, que pudo sostenerse gracias a la movilización juvenil. De manera que, aunque el papel rebelde de la juventud sea prioritariamente de izquierdas, también hay que tener en cuenta que no siempre es así", escribe Fernández Casado en un largo artículo que busca responder a la pregunta de por qué los jóvenes son de derechas.
Así lo explica también el politólogo Oriol Bartomeus, director del Institut de Ciències Polítiques i Socials. Hace unos meses, en unos estudios que realizaron con estudiantes de instituto, comprobaron una "penetración total de la manosfera en los chicos de 14 o 15 años". "Todos conocían a los influencers de la manosfera, todos habían entrado en esa idea refugio de que el mundo del pasado fue mejor, más sencillo, más ordenado. Para ellos, en este momento el sistema es feminista y de alguna manera les ataca por ser hombres. Entonces, optan por una actitud antisistema, que para ellos ahora pasa por una actitud machista. Pero la juventud siempre ha tenido ese componente rebelde. Lo que ha cambiado el signo de la rebeldía. Si estos chicos se hubieran ido hacia ideas de extrema izquierda, no estaríamos hablando tanto de ellos, pero lo que nos rompe la cabeza es que se hayan ido a la extrema derecha. Pero es que la extrema derecha ha sabido capturar esta etiqueta de rebeldía", argumenta Bartomeus.
Pero lo cultural siempre precisa de un sustrato que lo alimente, y en este caso es la desigualdad. La precarización laboral o la falta de acceso a una vivienda son aspectos que llevan a los jóvenes a buscar culpables, y la extrema derecha les ofrece en píldoras vacías y sencillas dos: el feminismo y la inmigración. Píldoras que se reproducen a lo largo y ancho de las redes sociales, las principales vías de información de las personas jóvenes y cuyos algoritmos están virados hacia la ultraderecha. No es difícil encontrar en TikTok, por ejemplo, a influencers ultras repitiendo consignas como que en el franquismo, al menos, todo el mundo tenía una casa. Y te dicen, sin disimulo, que no por casualidad era una época en la que apenas había migrantes y las mujeres vivían sometidas. "En fin, como ya dijo [Gabriel] Rufián, es más fácil cantar un himno que entender un desahucio", escribe Alberto Fernández Casado en su artículo.
Tampoco vale, sin embargo, llevarse las manos a la cabeza cuando nunca se hizo demasiado por trabajar la memoria, por ejemplo, en el ámbito de la educación. Ahí, señala Oriol Bartomeus, "nos estamos encontrando los efectos de haber preservado la memoria histórica solo en el ámbito familiar". "En la Transición se decidió que el pasado no debía explicarse en las escuelas, quien quisiera entenderlo tenía que hablarlo con sus padres. Eso, reducir la memoria al ámbito familiar, genera lo que tenemos hoy en día", advierte.
Sin embargo, no conviene tampoco enfangarse en los datos negativos. Como recuerda Bartomeus, que haya un 20% de jóvenes que vean la dictadura como algo que fue bueno o muy bueno quiere decir que hay un 80% que no lo ve así. Y ni siquiera es cierto que ese 20% piense realmente que la dictadura haya sido mejor que la democracia. "No debemos condenar a todos estos jóvenes diciendo que van a ser de extrema derecha de por vida", defiende el politólogo. A la antipolítica se la combate con política, no solo con una que trabaje la memoria histórica en educación, sino también con una política que afronte los problemas estructurales de los jóvenes, como ahora mismo es el caso de la vivienda.