Adiós a las carreras fáciles para los estudiantes: "Estamos empezando a notar el impacto de la IA"
El auge de la inteligencia artificial ha roto un mito: el de las carreras tecnológicas con trabajo asegurado. Francia empieza a vivir la primera sacudida.

En el patio del liceo Turgot, uno de esos institutos parisinos en los que la tradición invade todos los rincones y en sus aulas se reparten mucho más que aprobados difíciles, se oye música mientras se abren algunos refrescos. Los antiguos alumnos de informática se han citado en su antiguo centro de estudios para contar sus batallitas, pero lo que tendría que haber sido una fiesta parece, más bien, una terapia en grupo contra la depresión. "Hace dos años, todos los estudiantes encontraban prácticas sin problema; ahora nos pasamos semanas llamando a empresas y nadie contesta”, dice el profesor Jean-François Bonnet.
La informática, ese refugio seguro al que acuden todos los estudiantes con vocación de dominar el lenguaje binario y que garantizaba una salida laboral casi segura, ya no lo hace. Según el último informe de la Apec (la asociación que analiza el empleo de titulados en Francia), las contrataciones en el sector se han desplomado un 18% en apenas un año. El propio Bonnet no tiene dudas: “El contexto económico influye, sí, pero lo que estamos empezando a notar es el impacto de la inteligencia artificial”.
La crisis no se circunscribe únicamente a Francia. En Estados Unidos, donde las empresas abrazan los cambios tecnológicos con la rapidez de un clic, los desarrolladores que tienen entre 22 y 25 años, recién titulados, ya son un 20% menos que hace un año. La tendencia, según L'Etudiant, repite el patrón en muchos países: los algoritmos no piden becarios.
La IA se queda con los becarios
El desarrollo web y de software, corazón del sector informático, se ha convertido en todo un terreno minado. "La IA aún se equivoca, pero hace sin pestañear las tareas que antes le encargábamos a los juniors”, explica el profesor de programación, Grégoire Maréchal. Las empresas ya no buscan manos y trabajadores que aprendan, ahora lo que quieren en sus oficinas son ojos que vigilen. “Gente que supervise el trabajo de la IA”, resume.
No todo está perdido. Las ramas de mantenimiento de redes y ciberseguridad aguantan el embate con dignidad. “En estos trabajos hay un componente humano enorme. Hay que estar físicamente, hablar con clientes, resolver problemas en persona”, explica Sylvie Grégoire, que enseña en el área de redes. Por ahora, los robots no saben estrechar la mano ni calmar a un cliente con el sistema caído. Eso sí, la frontera es delgada. Nadie en Turgot descarta que la IA acabe aprendiendo también a pedir disculpas con una sonrisa.
En vez de declararle la guerra, los profesores han optado por convivir con ella. En los exámenes del liceo, los alumnos ya pueden usar ChatGPT o cualquier otro asistente. “Van a utilizar la IA en las empresas, así que más vale que sepan a domarla aquí”, dice Grégoire.
Sejda, estudiante de segundo curso, no ve el problema. “La uso para desbloquearme cuando me atasco. Es más rápido que esperar al profe”, confiesa. Aun así, defiende que escribir el código a mano sigue siendo necesario. “Podríamos hacerlo todo con la IA y nadie se enteraría, pero sabemos que estamos aquí para aprender”, dice riendo.
En ese equilibrio (entre lo humano y lo automático, lo aprendido y lo generado) se juega ya el futuro de miles de estudiantes. La era de las carreras fáciles ha terminado. En los pasillos del Turgot, los alumnos lo saben: en el mundo digital, hasta los genios necesitan actualizarse.
