Elza y su pareja regresaban de vacaciones cuando una llamada cambió sus vidas: el servicio de protección infantil les ofrecía adoptar de inmediato a una bebé prematura e inmediatamente acudieron al hospital, donde les entregaron a la niña. A pesar de ser una adopción secreta, en la pulsera del bebé aparecía el nombre de la madre biológica. Movida por la incertidumbre, Elza la buscó en redes y la encontró embarazada en un video reciente. "Fue doloroso ver su perfil activo, sabiendo que había elegido desaparecer de la vida de su hija", confesó a noivalto.hu.

Durante su semana en el hospital, Elza vivió de cerca el abandono y las carencias que enfrentan muchos bebés sin familia. En salas llenas de recién nacidos, muchos no eran visitados por nadie, y el personal apenas podía atenderlos más allá de lo básico: comida cada tres horas, cambio de pañales con horario fijo y un contacto físico mínimo.

Aunque la bebé estaba sana, Elza notó signos de alerta emocional: ansiedad al comer, llanto anticipado y dificultad para dormir en casa. "En el hospital, el único momento de afecto era la comida", recuerda. Poco a poco, adaptarse fue un proceso mutuo. Sin embargo, también enfrentó otro tipo de dificultad: el silencio. "Cuando adoptas, parece que no tienes derecho a decir que te cuesta, porque 'es lo que tú querías'", lamenta.

Ahora, Elza planea contarle a su hija su historia con delicadeza. Aunque nunca ha contactado a la madre biológica, reconoce que algún día su hija podría querer hacerlo. "Yo estaré ahí para acompañarla. Pero también tengo que prepararla si la rechazan otra vez”.