Ana, joven que vive en Aranda de Duero, pero trabaja en Madrid: "Viendo cómo están los alquileres en España, claro que me compensa"
"Lo que yo pago por vivir en Aranda sería el alquiler de una habitación en Madrid".

Vivir y trabajar con 165 kilómetros de distancia. Eso son casi dos horas en coche y más aún en autobús. Puede parecer una locura, pero según está el mercado de vivienda en Madrid, a personas como Ana, le compensa. Es la nueva realidad, donde ya es vivir en una ciudad dormitorio a media hora de tu trabajo, o en un pueblo de la Sierra, ni siquiera en capitales cercanas como Segovia, Ciudad Real o Guadalajara, sino en Aranda de Duero (Burgos), como es este caso publicado en El Español.
A las 05:30 de la mañana, cuando la mayoría aún apura el despertador, Ana ya espera en la parada del autobús. Le separan más de dos horas de carretera de su puesto de trabajo en Madrid. No es una excepción: su rutina es la de cientos de personas que han tomado una decisión cada vez más habitual en España: vivir lejos de la gran ciudad para poder pagar un techo digno.
La crisis de la vivienda ha empujado a muchos, sobre todo jóvenes, a escenarios límite: estudios de 20 metros cuadrados, alquileres que superan el salario medio y una elección constante entre compartir piso con desconocidos o recorrer cientos de kilómetros para ir a trabajar. Ana eligió lo segundo.
"Un piso cuesta lo mismo que una habitación en Madrid"
Los números ayudan a entender por qué. Según Fotocasa, el precio medio del alquiler en España alcanzó en 2024 su máximo histórico: 11,87 euros por metro cuadrado, un 22% más que hace cinco años. En Madrid, la cifra se dispara hasta 18 euros. En provincias del entorno, como Burgos, el precio ronda los 8,50 euros.
"Lo que yo pago por vivir en Aranda sería el alquiler de una habitación en Madrid", resume Ana en uno de sus vídeos de TikTok, donde cuenta su experiencia sin dramatismos. Durante dos años y medio vivió en la capital. "Pasaron una serie de cosas en el piso en el que estaba y fue lo que me hizo tomar la decisión de irme", explica.
Primero regresó a Palencia, donde viven sus padres; meses después, comenzó una nueva etapa con su pareja en Aranda de Duero.
El precio del ahorro: madrugar y hacer kilómetros
La elección no está exenta de sacrificios. "En Aranda no hay tren", cuenta. El autobús es su única opción para los días presenciales, que suele concentrar un par de veces por semana. El resto de la jornada la cubre con teletrabajo, una fórmula que se ha vuelto clave para hacer viable este tipo de vidas deslocalizadas.
Aun así, el cálculo le sale a cuenta. "Viendo cómo están los alquileres actualmente en España, claro que me compensa", insiste. Menor coste de vivienda, gastos diarios más bajos y una calidad de vida distinta pesan más que las horas de carretera.
Ana lo resume de forma sencilla: "La vida en Aranda es mucho más barata que en Madrid". Alimentación, ocio y servicios cotidianos pesan menos en el presupuesto mensual. A cambio, asume un ritmo exigente los días de desplazamiento. "Soy muy consciente del ritmo de vida que llevo, es bastante loco. No tiene ningún sentido quejarme", reconoce.
Una decisión cada vez menos excepcional
El caso de Ana encaja en una tendencia al alza. Datos del Ministerio de Vivienda indican que más del 40% de los jóvenes destina más del 30% de su sueldo al alquiler, el umbral que los expertos consideran de riesgo. En grandes ciudades, ese porcentaje es todavía mayor, de ahí que ciudades como Valladolid, a 55 minutos en alta velocidad de Madrid, haya tenido saldo positivo de población por primera vez en más de 20 años.
El teletrabajo ha sido el catalizador. Tras la pandemia, su implantación creció cerca de un 80%, permitiendo que miles de trabajadores mantengan empleos urbanos viviendo en municipios medianos o pequeños. No es solo una cuestión de precio: también influye el acceso a vivienda más amplia, menos rotación de pisos y mayor estabilidad.
