Deja su carrera de Medicina para trabajar en casa de multimillonarios y no se arrepiente: "Estuve en un megayate"
“La vida en su yate vale más que una oficina en Nueva York”.

Cuando Cassidy O’Hagan, una joven de 28 años de Colorado, contempló las aguas cristalinas de las Maldivas desde una villa privada, supo que había tomado la decisión correcta. No estaba de vacaciones, sino trabajando. La joven, que años atrás soñaba con convertirse en médica, abandonó esa trayectoria para dedicarse a ser niñera al servicio de familias multimillonarias.
Su cambio radical de vida le ha llevado a rincones del mundo que jamás imaginó: inviernos en Aspen, veranos en los Hamptons, viajes a Puerto Rico, la India y Dubái, además de navegar por Europa a bordo de lo que describe como un “mega, mega yate”.
Esta profesión, conocida como contratación privada, le garantiza un salario anual de seis cifras ––entre 150.000 y 250.000 dólares, según comenta al Business Insider, sin poder dar detalles por su acuerdo de confidencialidad––, además de beneficios como un plan de jubilación 401K, seguro médico, comidas elaboradas por chefs privados, chófer personal, vestuario exclusivo y desplazamientos en jet privado.
“La vida en su yate vale más que una oficina en Nueva York”, afirma rotunda. Y lo dice con conocimiento de causa ya que O’Hagan trabajó en el sector de ventas médicas en Manhattan, con jornadas extenuantes en quirófanos y hospitales, un entorno “muy masculino” y un salario inicial de 65.000 dólares que apenas cubría sus gastos en la ciudad. Acabó agotada, invisible y profundamente desencantada.
La industria que crece a la sombra de los ultrarricos
El sector en el que trabaja O’Hagan ––niñeras, asistentes personales, mayordomos, chefs, personal de seguridad y administradores de mansiones–– se ha convertido en un refugio laboral para muchos jóvenes, especialmente para miembros de la Generación Z que buscan salarios altos, movilidad y una vida menos rígida que la del mundo corporativo.
La explosión de grandes fortunas en las últimas dos décadas ha multiplicado estas oportunidades, de hecho, Forbes contaba con 322 multimillonarios en el año 2000; hoy superan los 3.000. Paralelamente, los “millonarios comunes” ––quienes poseen entre uno y cinco millones en activos–– ya son 52 millones en todo el mundo, según el Global Wealth Report 2025.
Con tantas nuevas mansiones, propiedades, aviones privados y superyates, la demanda de personal especializado es insaciable. Brian Daniel, fundador de la agencia Celebrity Personal Assistant Network, explicó a Business Insider que hoy existen unas mil agencias dedicadas a este sector, la mitad en Estados Unidos: “Nunca ha habido una mejor oportunidad en la historia para entrar en el sector privado, porque cada uno de estos multimillonarios emplea a pequeños ejércitos de personas para satisfacer todos sus caprichos”.
De la vida corporativa al lujo extremo
O’Hagan conoció este mundo por casualidad. Con 22 años, mientras estudiaba para el examen de acceso a Medicina, aceptó un trabajo temporal en una mansión de California. Allí descubrió que “comidas incluidas” significaba desayunos, almuerzos y cenas preparados por un chef interno para toda la plantilla.
Formaba parte de un equipo de cuatro niñeras que trabajaba para una familia empresarial de alto perfil, asistidas por asistentes personales, personal de limpieza, un jefe de staff y una organizadora especializada. Aquello, reconoce, cambió su percepción del trabajo por completo.
Aun así, sintió la presión social de seguir una carrera “seria”. “Había interiorizado que ser niñera no era suficiente”, confiesa. Pero cuando probó la vida corporativa, descubrió que no encajaba: “Me di cuenta de que había dejado un trabajo que se alineaba con quien soy: cariñosa, intuitiva y orientada al servicio”.
Menos de un año después, renunció. Esta vez, con el nuevo objetivo de trabajar para familias con patrimonios altísimos. Su salario creció al instante en 40.000 dólares. Volvieron los chefs, los chóferes y los jets privados. Y, sobre todo, volvió la sensación de plenitud.
