Los niños con altas capacidades se topan a menudo con el síndrome que les frena a la hora de destacar
"Son objeto de críticas, envidia o incluso ataques".

"Haz lo que quieras, pero sin destacar", dice en su canción 'Piensa' el cantante Pol 3.14, que ha acompañado a muchos durante una larga etapa de su vida gracias especialmente a la serie 'Los Hombres de Paco'. Un verso que refleja una de las mayores contradicciones sociales de nuestro tiempo: el deseo de brillar frente al miedo a hacerlo.
La presión por encajar pesa especialmente a los jóvenes, especialmente a aquellos con Altas Capacidades Intelectuales (ACI). A menudo, se ven obligados a esconder sus talentos o habilidades, quedando atrapados en el conformismo o la mediocridad. Y es que, en un mundo que promueve la excelencia, a menudo se castiga a quienes la alcanzan.
El miedo a lo diferente
Este fenómeno recibe el nombre de 'síndrome de la amapola alta' (Tall Poppy Syndrome) o de 'alta exposición'. Aunque no figura en ningún manual médico, padres, educadores y psicólogos reconocen sus efectos.
"El síndrome de la amapola alta o síndrome de alta exposición es una realidad social en la que aquellos/as que sobresalen o destacan son objeto de críticas, envidia o incluso ataques. Se relaciona con la dificultad para apreciar las virtudes de otros/as sin sentirnos amenazados/as por ello", explica la asociación Aupatuz, que agrupa a familias de niños y niñas con altas capacidades intelectuales del País Vasco.
El término procede de una metáfora sencilla: en un campo de amapolas, la más alta es la primera en recibir el viento. En los colegios, esa exposición puede traducirse en celos entre compañeros, burlas, aislamiento o presión por mantener el nivel. A nivel emocional, puede provocar culpa, ansiedad o miedo al rechazo.
Un ejemplo cotidiano podría ser María, una niña de 10 años a la que se le da genial el inglés, tiene una pronunciación perfecta que demuestra cuando lee, saca unas notas excelentes y no le cuesta mantener una conversación con la maestra, quien destaca que "María siempre lo hace fácil".
Esto provoca que algunos compañeros se molesten, y ella, que solo quería compartir sus conocimientos, comienza a sentirse avergonzada. Decide no levantar la mano la próxima vez. Esa mezcla de orgullo y autocensura es la experiencia de muchas "amapolas altas".
La ciencia avala este problema
Este fenómeno es tan común que la ciencia ha puesto el foco en él. Un estudio de Ronksley-Pavia, Grootenboer y Pendergast (2019), publicado en Journal for the Education of the Gifted, recoge que muchos niños con altas capacidades y otras particularidades confesaron sentirse estigmatizados.
Otro estudio más reciente, de Helsper (2025), señala que los estudiantes superdotados de escuelas de alto rendimiento son más propensos a sufrir estrés y ansiedad, sobre todo cuando carecen de apoyo emocional adecuado de sus profesores.
La comparación social y las normas culturales son factores que influyen notablemente en este problema, ya que destacar puede hacer que otros se sientan inseguros, mientras que la sociedad valora la modestia y la igualdad.
"Los maestros causaron estrés al alumno al no proporcionar desafíos académicos y/o no apoyar las diversas identidades de los estudiantes. Por el contrario, brindaron apoyo cuando estaban disponibles, entusiastas y comprensivos", explican los expertos. También los otros estudiantes contribuían a la sensación de estrés "a través de la competencia por la clasificación en la clase, pero fomentaban el apoyo al aceptar las identidades diversas y entablar amistades".
Qué dice la ley española sobre las altas capacidades intelectuales
En España, los alumnos con altas capacidades intelectuales están reconocidos por la legislación como alumnos con Necesidad Específica de Apoyo Educativo (NEAE). Esto significa que tienen derecho a recibir una atención adaptada a sus necesidades, aunque su realidad es muy diversa según la comunidad autónoma donde residan.
La Constitución Española, en su artículo 27.2, establece que "la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana", principio que sustenta la obligación de atender a cada alumno según su potencial. En este marco, la Ley Orgánica 3/2020, de Educación (LOMLOE), que modifica la anterior Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOE), es la norma vigente. Aunque la LOMLOE derogó la LOMCE, mantuvo intactos los artículos sobre altas capacidades que siguen teniendo validez en todo el país.
Los artículos 71, 76 y 77 de la LOE son claros. Las administraciones deben garantizar los recursos necesarios, identificar de forma temprana al alumnado con altas capacidades y adoptar planes específicos de actuación. Además, el artículo 77 faculta al Gobierno para establecer normas de flexibilización que permitan acortar etapas educativas en función del ritmo de aprendizaje, sin que la edad sea un impedimento.
Sin embargo, al estar la competencia educativa transferida a las comunidades autónomas, son sus Consejerías de Educación, junto con los Equipos de Orientación Educativa y Psicopedagógica (EOEP) y los centros escolares, quienes aplican y desarrollan estas medidas. Por ello, no existe un protocolo único de identificación ni una atención homogénea en todo el territorio.
Los recientes Reales Decretos 157/2022 (Educación Primaria) y 243/2022 (Bachillerato) refuerzan esta posibilidad de flexibilizar la escolarización, permitiendo reducir un curso la duración de la etapa. En la práctica, esto busca evitar que el talento se vea frenado por rigideces burocráticas y garantizar que cada "amapola alta" pueda florecer a su ritmo.
Distintos protocolos, misma meta
Aunque la legislación estatal establece el marco general para la atención al alumnado con altas capacidades intelectuales, cada comunidad autónoma ha desarrollado sus propios protocolos de actuación con el fin de orientar a los centros educativos en los procesos de detección, identificación, evaluación y respuesta educativa.
Estos documentos sirven de guía tanto para el profesorado como para los equipos de orientación y las familias, y buscan garantizar una intervención coherente, inclusiva y ajustada a las necesidades de cada estudiante. Entre las comunidades que disponen de protocolos específicos destacan Andalucía, Islas Baleares, Galicia y La Rioja.
En Andalucía, el 'Protocolo de detección, identificación y organización de la respuesta educativa al alumnado con altas capacidades intelectuales' fue actualizado en 2020, sustituyendo la normativa de 2017. Este documento detalla las fases del proceso (detección, identificación, psicopedagógica y medidas educativas) y promueve la coordinación entre los centros escolares y los equipos especializados.
Islas Baleares cuenta con el 'Protocolo de identificación y evaluación del alumnado con altas capacidades intelectuales', elaborado por el grupo de investigación Investigació en Desenvolupament, Educació i Llenguatge de la Universitat de les Illes Balears. Este informe de base científica se centra en definir los criterios y herramientas para una evaluación rigurosa y homogénea en todo el archipiélago.
En Galicia, el 'Protocolo de atención educativa al alumnado con altas capacidades intelectuales' es fruto del trabajo conjunto entre servicios de orientación, universidad, centros educativos y entidades sin ánimo de lucro. Su objetivo es "mejorar la calidad educativa del alumnado con altas capacidades intelectuales y sus familias".
Por su parte, La Rioja dispone del 'Protocolo de identificación y respuesta educativa al alumnado con altas capacidades intelectuales', concebido como una guía práctica para los centros. El documento orienta sobre la detección temprana, la coordinación con las familias y la aplicación de medidas de enriquecimiento o flexibilización curricular.
Estos protocolos, aunque diversos en su diseño, comparten la meta de reconocer el talento, acompañarlo desde la escuela y asegurar que cada alumno con altas capacidades pueda desarrollar su potencial sin miedo a destacar.
