Más de 100 estudios analizan el agua embotellada de plástico y con los resultados dan ganas de beber del grifo
Una vez más, los expertos insisten en el mismo gran problema.
Beber suficiente agua es esencial para la salud, pero pocas veces pensamos en cómo la bebemos. Durante décadas, las botellas de plástico se consideraron una solución práctica y moderna para transportar y conservar líquidos. Sin embargo, la ciencia empieza a revelar que esa comodidad puede tener un alto coste para el cuerpo humano y para el planeta.
Los microplásticos —partículas diminutas de menos de 5 milímetros— y los aún más pequeños nanoplásticos se han convertido en una amenaza invisible. Ingeridos o inhalados, pueden llegar a órganos vitales como el hígado, el cerebro o el corazón. Diversos estudios vinculan su acumulación con problemas como hipertensión, diabetes, accidentes cerebrovasculares y alteraciones del sistema inmunitario, al afectar la flora intestinal y provocar inflamación crónica.
Una revisión realizada por la Universidad Concordia (Canadá), publicada en Journal of Hazardous Materials, analizó más de 140 investigaciones sobre botellas de plástico de un solo uso. Las conclusiones son contundentes: cuanto más pequeñas son las partículas, más fácilmente se introducen en el organismo. Además, quienes beben agua embotellada pueden ingerir hasta 90.000 microplásticos más al año que quienes prefieren el agua del grifo.
Los investigadores advierten también que la exposición al sol o el simple uso repetido de una botella —abrir, cerrar o apretar el envase— aumenta la liberación de microplásticos. Es decir, cuanto más manipulamos o reutilizamos una botella de plástico, mayor es la probabilidad de que esas partículas terminen en nuestra bebida.
Aunque la investigación aún presenta limitaciones, la evidencia apunta en una dirección clara: la “revolución del plástico” trajo consigo un problema global que va mucho más allá del agua embotellada. Los microplásticos se encuentran ya en utensilios de cocina, bolsas de té, envases de comida e incluso en algunos alimentos procesados.
Los expertos recomiendan reducir el uso de plásticos siempre que sea posible: evitar calentar comida en estos recipientes, optar por envases de vidrio o acero inoxidable y no dejar las botellas al sol. En resumen, si tienes que elegir entre abrir el grifo o una botella de plástico, la ciencia empieza a dejarlo claro: lo más saludable puede ser volver al vaso de agua de toda la vida.