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Sobrecogedor misterio arqueológico: una pieza de 4.000 años desaparece de la tumba 'maldita'

Sobrecogedor misterio arqueológico: una pieza de 4.000 años desaparece de la tumba 'maldita'

El hallazgo, arrancado de una tumba protegida por una antigua maldición, ha reabierto el eterno debate: ¿robo, negligencia o algo mucho más inquietante?

Un guía egipcio ilumina con una linterna los grabados de una tumba del Imperio Antiguo en Saqqara, Egipto.
Un guía examina los jeroglíficos de una tumba en Saqqara, cerca de El Cairo, donde ha desaparecido una pieza de más de 4.000 años de antigüedad.Nurettin Boydak

Ni las maldiciones egipcias resisten a los tiempos modernos. Las autoridades de Egipto han abierto una investigación tras descubrir la desaparición de un relieve de piedra caliza de más de 4.000 años que formaba parte de la tumba “maldita” de Khentika, uno de los altos funcionarios del Imperio Antiguo. La pieza, arrancada de las paredes de la necrópolis de Saqqara, ha reavivado la sensación de que en Egipto los fantasmas del pasado no descansan: ni los reales ni los simbólicos.

Según reveló el tabloide británico Daily Express, la desaparición se detectó en mayo, cuando una misión arqueológica británica que trabajaba en la zona notificó que uno de los paneles había sido retirado. Sin embargo, el Ministerio de Turismo y Antigüedades no confirmó el caso hasta esta semana, al anunciar la creación de un comité especial para revisar todos los objetos del complejo funerario. Las autoridades sospechan que la losa fue cortada y sustraída hace meses, aunque nadie parece saber cómo ni cuándo ocurrió.

El relieve desaparecido medía unos 40 por 60 centímetros y representaba, según las primeras investigaciones, el calendario agrícola del antiguo Egipto: tres estaciones que marcaban el pulso del Nilo —Akhet, la de las inundaciones; Proyet, la de la siembra; y Shomu, la de la cosecha—. Tallado en piedra caliza y datado en la Sexta Dinastía, entre los años 2700 y 2200 antes de Cristo, era uno de los escasos fragmentos que conservaban policromía original. Los expertos lo consideraban una joya para entender cómo los egipcios organizaban su año a partir del curso del río.

Pero lo que convierte el caso en algo más que un robo arqueológico es el escenario del crimen: la mastaba de Khentika, célebre entre los egiptólogos por la inscripción que protege su entrada. En ella puede leerse una advertencia a quienes se atrevan a profanar el descanso del difunto: una invocación a los dioses para que castiguen con enfermedad y desgracia a quien ose perturbarlo. El egiptólogo británico Harry James ya lo documentó en los años cincuenta como uno de los raros ejemplos de “maldiciones funerarias” conservadas. La tumba, sellada desde 2019, no debía haberse abierto hasta la nueva campaña de excavaciones prevista para finales de este año.

Mientras el misterio de Saqqara sigue sin respuesta, otro escándalo ha sacudido el patrimonio egipcio. Días antes, el ministro de Turismo y Antigüedades, Sherif Fathy, denunció la desaparición de un brazalete de oro de más de 3.000 años perteneciente al faraón Amenemope. Un restaurador de museo lo robó, lo vendió a un joyero y este lo fundió para convertirlo en bisutería moderna. “Una muestra de laxitud intolerable”, lamentó Fathy, después de que cuatro sospechosos fuesen arrestados por el caso.

Ambos robos han encendido las alarmas sobre la seguridad del patrimonio egipcio, justo cuando el país se prepara para inaugurar el Gran Museo Egipcio, el proyecto más ambicioso del siglo. Desde El Cairo, arqueólogos y funcionarios cruzan los dedos para que no vuelva a repetirse el guion de siempre: la negligencia, el saqueo y el misterio.

Y mientras la comisión revisa las paredes de Saqqara, la tumba de Khentika vuelve a cobrar vida. O quizá nunca dejó de estarlo. Porque en Egipto, las historias de muertos rara vez terminan con el cierre de una losa.