Teresa, turista italiana, condena a esta ciudad tras haber pagado 11 por un café y un cruasán: "Adiós, no volveré jamás"
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Teresa, turista italiana, condena a esta ciudad tras haber pagado 11 por un café y un cruasán: "Adiós, no volveré jamás"

Su mensaje fue muy criticado, aunque también compartido, en redes.

Una mujer visita una ciudadGetty Images

La queja de una turista italiana sobre el precio de un simple desayuno en Bucarest se ha vuelto viral y ha abierto un encendido debate sobre el coste de vida en la capital rumana. Teresa Cascelli, recién llegada a la ciudad, relató en sus redes sociales que pagó 56 lei -unos 11 euros- por un capuchino y un croissant en una cafetería céntrica, un importe que la dejó estupefacta.

En otra publicación, Cascelli añadió que en otro local le cobraron 32 lei por dos cafés, lo que reforzó su impresión de que la ciudad ya no es un destino económico. Sus mensajes, compartidos desde Facebook, acumularon cerca de un millar de comentarios entre italianos y rumanos sorprendidos, indignados o divertidos.

La turista explicó que, al expresar su sorpresa al camarero, este le respondió que “los italianos tienen dinero”, una afirmación que ella rechazó irónicamente, asegurando que su país “está en quiebra”. Esa anécdota encendió aún más el debate sobre estereotipos y expectativas entre visitantes y locales.

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Rápidamente, muchos usuarios rumanos intervinieron para subrayar que Bucarest ha cambiado en la última década y que ya no es la ciudad baratísima que recuerdan algunos europeos del oeste. “La vida aquí es cara y los sueldos se han acercado a los de Italia”, comentaba un usuario, recordando que hay trabajadores que superan los 1.300 euros mensuales o incluso han regresado de Alemania para ganar más en casa.

También proliferaron los comentarios irónicos: desde quienes comparaban pedir un capuchino en Rumanía con pedir una carbonara en Alemania, hasta quienes aseguraban que “en Bucarest se paga incluso por el aire”. Otros animaban a abandonar la idea de que el este de Europa continúa siendo un paraíso low cost.

La indignación tampoco faltó: algunos hablaban directamente de “ladrones”, mientras que otros apelaban a los turistas a comprobar por sí mismos cómo han cambiado los precios. Los debates, cargados de sarcasmo en ocasiones, evidenciaron la distancia entre la percepción turística y la realidad económica local.

Entre las voces críticas destacaba la de una mujer rumana residente en Roma, que comparó su experiencia diaria en cafeterías italianas -donde asegura pagar alrededor de 2,50 euros por café y cruasán- con los precios que ahora encuentran los visitantes en Bucarest. Su conclusión, igual que la de Teresa, fue tajante: “Adiós, Rumanía. No vuelvo jamás”.

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