Visita a su madre en una residencia de Cuenca y una fotografía le revela que su bisabuelo llevó las pipas a Madrid
La historia de origen de uno de los aperitivos más irresistibles en España.

Las pipas de girasol son, desde hace décadas, uno de los aperitivos más reconocibles y arraigados en la cultura española. Presentes en estadios, parques y reuniones informales, han pasado de ser un simple tentempié a convertirse en un verdadero símbolo social. Su popularidad es tal que pocos se han preguntado de dónde vienen, por ello sorprende que una visita familiar pueda servir para descubrir un hito inesperado sobre este aclamado aperitivo.
Durante una emisión del programa ‘La Linterna’ de COPE, el invitado Alfonso Magro relató cómo una visita a su madre en una residencia de Cuenca desató toda una investigación sobre su legado familiar. Alfonso, que solía llevarle fotos antiguas a su madre para avivar sus recuerdos desgastados por el alzhéimer, le preguntó por un hombre que aparecía en una de las imágenes, a lo que la mujer respondió con un claro discernimiento.
"Pues, ¿quién va a ser? Mi abuelo, el tío Vihuela, el que llevó las pipas a Madrid", contestó. Según ha contado la familia, el bisabuelo era Francisco García Gómez, conocido popularmente como “el tío Vihuela”, un vecino de El Acebrón (Cuenca). La historia, que ahora revive gracias a los recuerdos de sus descendientes, se remonta a comienzos del siglo XX, cuando el hombre recibió un paquete procedente de América.

Un éxito casi casual
Un familiar que había emigrado a América envió semillas de girasol a España, con instrucciones para su cultivo. En la España rural de la época esta planta se consideraba ornamental; sin embargo, el tío Vihuela, de carácter inquieto y espíritu emprendedor, vio una oportunidad de negocio. Decidió experimentar con ellas en su pueblo, sin imaginar que aquel gesto marcaría un antes y un después en la gastronomía popular.
Tras plantar las semillas y conseguir la primera cosecha, llamada “torta” en el pueblo, él hombre viajó a Madrid para intentar vender su producto. Al principio se topó con un gran problema: la Guardia Civil, al no conocer aquellas semillas, creyó que podría tratarse de contrabando y se las requisó. Finalmente, tras comprobar que no representaban peligro, se las devolvieron después de varios días.
Lejos de rendirse, Francisco siguió sembrando en El Acebrón, aunque con un propósito diferente. "Le dijeron cómo tenía que plantarla, en qué sitios húmedos, y la empezó a plantar en el pueblo. Lo que pasa que él lo que quería, en un principio, era una plantación que era para separaciones parcelarias y para dar sombra también a los melones", cuenta Alfonso. La clave del éxito llegó años más tarde, casi por casualidad.
A alguien se le ocurrió tostar las semillas, un gesto aparentemente sencillo, pero cuanto menos revolucionario. El sabor, la textura y la practicidad convirtieron las pipas en un aperitivo irresistible. Desde entonces, las pipas de girasol se afianzaron como un “snack” esencial en España, un símbolo dentro de la cultura del ocio y la convivencia. Lo que nadie imaginaba es que detrás de ese éxito nacional pudiera esconderse la aventura personal de un agricultor conquense y un paquete llegado desde el otro lado del océano.
