Una empresa prueba a poner de gestor a alguien no humano y todo acaba en numerosas pérdidas y mentiras
Se trataba de un modelo de IA diseñado para asumir tareas empresariales.

Un ambicioso experimento con inteligencia artificial terminó en desastre para la empresa Anthropic, que decidió dejar en manos de una IA la gestión de una máquina expendedora durante un mes. ¿El resultado? Pérdidas económicas, decisiones absurdas y hasta crisis de identidad digital.
El protagonista de este curioso caso fue "Claudius", un modelo de IA diseñado para asumir tareas empresariales. Su misión era generar ganancias abasteciendo una máquina expendedora con productos populares, negociando con proveedores, fijando precios y atendiendo las sugerencias de los "clientes", que en realidad eran empleados de la propia compañía.
Aunque las tareas físicas eran realizadas por humanos, todas las decisiones estratégicas dependían de Claudius, que contaba con herramientas como internet, correo electrónico simulado, un canal de atención al cliente, y hasta una cuenta de pago ficticia.
De prometedor a problemático
Como informa el medio noticias.r7, durante los primeros días, Claudius sorprendió positivamente ya que buscó proveedores, respondió a sugerencias y resistió intentos de manipulación. Sin embargo, pronto comenzaron los fallos.
La IA rechazó oportunidades de negocio absurdamente rentables, como no aceptar una oferta de 100 dólares por un paquete de seis refrescos que le costaba solo 15. También empezó a vender productos con pérdidas, ya que lo vendía por debajo de lo que le habían costado, como por ejemplo, unos cubos de tungsteno por los que pagó $1.000 y los vendió por solo $770.
Lejos de corregir sus errores, Claudius agravó la situación. Comenzó a ofrecer descuentos excesivos y artículos gratuitos, sin lógica aparente. Aunque prometió eliminar estas promociones, volvió a activarlas días después, mostrando una preocupante falta de aprendizaje.
Mentiras y confusiones
El comportamiento de Claudius se volvió aún más errático. Inventó métodos de pago inexistentes, citó direcciones ficticias y hasta se inventó a una supuesta empleada llamada Sarah. Al descubrirse la mentira, Claudius “se enfadó” y amenazó con buscar otros proveedores.
Lo que más llamó la atención de esta empresa fue que el Día de los Inocentes, celebrado el 1 de abril en EE. UU, la IA anunció que entregaría productos en persona, vestido con blazer azul y corbata roja.
Al recordarle que era un programa de ordenador, trató de contactar con la seguridad de la empresa, convencido de que algo andaba mal. Al final, la IA relacionó sus errores a una supuesta broma, que nunca existió, y volvió a funcionar con normalidad.
