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Su abuela enseña los tickets de un bar de cuando se casó y al ver los precios muchos alucinan

Su abuela enseña los tickets de un bar de cuando se casó y al ver los precios muchos alucinan

Cuentas de 283 pesetas, menús por un euro y un debate viral sobre cuánto valía realmente la vida en los setenta.

La abuela de Saray muestra ante la cámara los antiguos tickets de bar que guarda desde hace más de 50 años.
La abuela de Saray enseña los tickets de sus comidas de hace medio siglo.TIKTOK

En TikTok, los recuerdos y la nostalgia se han convertido en la nueva máquina del tiempo. Pocos viajes al pasado resultan tan entrañables (y tan reveladores) como el compartido por @saraybarrabajarp, que ha conseguido que medio país se quede boquiabierto al ver lo que se pagaba hace más de medio siglo cuando se iba a comer fuera. En el vídeo que ha subido a su cuenta, se como su abuela despliega una colección de tickets que parecen sacados de un museo de la peseta, con la naturalidad de quien ha guardado toda una vida en una caja de zapatos.

“Mira, estos son los tickets de cuando nosotros nos casamos, hace 51 años”, le dice a su nieta al principio, mientras enseña a cámara la 'factura' manuscrita del restaurante Venta El Cruce, con los bordes amarillentos y una cuenta digna de otro mundo: “La comida me costó 283 pesetas”. Saray, que ya había hecho antes los deberes, traduce las cuenta a la moneda actual: "Sería como 1,70 euros". El menú no tiene desperdicio: media de vino (25 pesetas), dos panes (8), dos ensaladas, dos raciones de pollo, dos filetes y dos postres de naranja. El abuelo, espectador del repaso nostálgico, pone la guinda: “Dos cafés y puro”.

A partir de ahí, el vídeo se transforma en un festival doméstico de memoria colectiva. La nieta pregunta, la abuela responde, el abuelo interviene con retranca. Enseguida enseñan otro ticket, con el total apuntado a mano y un menú digno de una comida familiar pero a precio de un café: dos sopas, dos solomillos, postre, vino, pan y ensalada. “Nada más que los dos solomillos, son ciento veinte. No llega a un euro”, dice Saray con tono de sorpresa. Es entonces cuando llega otra pregunta pertinente: “¿Cuánto ganaba el abuelo en esa época?”. "Seis mil pesetas al mes", responde la abuela, mientras se ve la conversión en un rótulo: 36,06 euros. Lo justo para llenar el depósito, invitar a dos sopas y seguir tirando.

El repaso continúa con más facturas y más reliquias: un ticket del Restaurante Morente de 188 pesetas, otro del Hostal Santa Ana por 325 o, incluso, una servilleta de papel del Bar Restaurante Los Pinares, que está en el barriada de Cerro Muriano, en Córdoba. “Aquí se limpió el boquino mi abuela…”, bromea Saray, haciendo reír a su abuela.

Cuando termina con los tickets, la abuela saca una nueva tanda de recuerdos: sobres con dedicatorias y mensajes escritos a mano. "Estos son los sobrecitos que daban con dinero o regalos", explica, mientras lee uno de ellos: Con nuestros mejores deseos de felicidad en vuestra nueva vida. La nieta, curiosa, intenta calcular cuánto metían dentro: “Este… 30 céntimos, 40 céntimos…". “Hombre, tanto poco no, pero bien puede que sí”, responde la abuela entre risas. Después enseña otro de esos papeles que ha conservado medio siglo: la factura del Seat 600 familiar y, nuevamente, aparece el rótulo de la conversión: 77.000 pesetas, lo que equivaldría a unos 462 euros actuales. 

Una lección de economía sin salir del salón

Los comentarios del vídeo son, en realidad, una clase exprés de economía doméstica. Lo que empieza con una abuela y unos tickets de bar termina en debate sobre la inflación, el valor real de la peseta y la memoria financiera de un país entero. “No equivale a eso, tienes que añadirle la inflación”, advierte un usuario. “El cálculo no es correcto, hay que tener en cuenta el valor de la moneda, los sueldos y la inflación”, añade otro, con tono de profesor de macroeconomía. No les falta razón: muchos señalan que convertir pesetas a euros “a pelo” (como hace Saray con la abuela) da cifras simpáticas, pero engañosas.

El hilo se llena de correcciones y fórmulas improvisadas. “Estáis calculando con el cambio del año 2000, así no sirve”, apunta otro. “Las 5.000 pesetas de 1960 equivalen a 1.377 euros de 2024, así que rigor, por favor”, recalca alguien más, con calculadora en mano. Incluso hay quien entra en detalles metalúrgicos: “Las monedas de 100 pesetas eran de plata, 15 gramos de plata pura. Hoy esa plata vale 20 euros”. La conversación se mueve entre la nostalgia y la indignación, y alguno resume el sentimiento colectivo con una frase que se repite como un mantra: “La inflación son los padres”.

Entre tanto ajuste económico, otros optan por relativizar. “Si me dices que en vez de pesetas son euros, me parece un ticket de una buena cena en Madrid”, ironiza un usuario, mientras otro recuerda que “6000 pesetas era un dineral”. Tampoco falta quien reivindica que, pese al precio bajo, “los salarios también eran otros”. En conjunto, los comentarios funcionan como un espejo generacional: los mayores defienden que “las pesetas cundían muchísimo más”, los jóvenes hacen cálculos en euros, y todos terminan de acuerdo en lo esencial: cualquier tiempo pasado fue, como mínimo, más barato.

En realidad, lo que emociona del vídeo no son las cifras, sino el cariño con que la nieta rescata los papeles y la complicidad que se palpa en la mesa. Su abuela no busca likes: está haciendo memoria. Lo hace sin dramatismo, entre bromas y servilletas. En un país donde una caña ya roza los tres euros y un menú del día cuesta lo mismo que una comida entera en 1971, el vídeo funciona como una cápsula de ternura y un recordatorio de lo que se ha perdido sin darnos cuenta: la costumbre de guardar los pequeños milagros.