Grecia es solo el principio del gran rechazo a la austeridad

Grecia es solo el principio del gran rechazo a la austeridad

AFP

La nueva política mundial de austeridad impregnó la sala de prensa de la Casa Blanca un día después de que los griegos votaran un contundente "no" al severo acuerdo de rescate con los acreedores europeos.

Los periodistas presionaron a Josh Earnest, portavoz del presidente Barack Obama, para que diera detalles sobre la opinión de su jefe acerca de la votación y del rescate financiero, y de si estaba de acuerdo con el candidato demócrata para las elecciones presidenciales de 2016, Bernie Sanders, en que este último es indignante.

Earnest respondió con unas pocas palabras amables que en realidad no añadieron nada nuevo. Obama estaba manteniéndose al margen del asunto, como aparentemente prometió que haría a la canciller alemana Angela Merkel cuando se reunieron recientemente en la cumbre del G-7.

Todo lo que Earnest dijo fue: "Obama es partidario de un paquete de ayudas y reformas".

No obstante, este intercambio con los periodistas en Washington es otro de los muchos indicios de que el debate sobre el poder que se le debería otorgar al dinero, y sobre qué es lo que pueden exigir justamente aquellos que lo ejercen, se está extendiendo por todo el mundo.

Es un nuevo eco a escala mundial de la política de una época estadounidense muy anterior, pero en algunos aspectos notablemente similar. A finales del siglo XIX mientras los Estados Unidos se convertían en una economía continental, con grandes nuevas hordas de riquezas invertidas en ferrocarriles, carbón, electricidad y comunicaciones, surgió una reacción política de rechazo. El nuevo "poder del dinero" fue considerado demasiado grande e incontrolable: un motor no de prosperidad, sino de desigualdad y corrupción. Esta reacción puso en marcha el movimiento progresista de Estados Unidos que, entre otras reformas, impulsó leyes para frenar el poder de las grandes corporaciones en interés de la gente común.

Ahora que las economías del planeta se han convertido básicamente en una, y la docena de bancos más importantes del mundo controlan 30 billones de dólares en activos, las despiadadas exigencias de un nuevo e incluso mayor "poder del dinero" están empezando a provocar una reacción negativa en todo el mundo.

"NO SE PUEDE SEGUIR EXPRIMIENDO A PAÍSES EN CRISIS"

Incluso el siempre cauto Obama ha hecho referencia a ello. El invierno pasado, defendió a Grecia diciendo que "no se puede seguir exprimiendo países que están en medio de una crisis" para pagar una deuda, y advirtió de que "a la larga, el sistema político, la sociedad, no pueden soportarlo".

Por la misma época, envió al Congreso de Estados Unidos una propuesta presupuestaria con muchos planes presupuestarios nuevos y declaró que ya era hora de poner fin a la "austeridad sin sentido" de sus oponentes republicanos. Ellos respondieron proponiendo su plan más tacaño en años.

Este otoño, Obama tendrá que luchar contra el partido republicano sobre el recorte del gasto para reducir la deuda, y eso a pesar de que se niega a participar en la versión más intensa del mismo debate que está teniendo lugar en Europa.

Mientras tanto, es probable que Europa vea como el sentimiento griego de rechazo a la austeridad se extiende en primera instancia a Portugal y a España, dónde se celebrarán elecciones generales este otoño y a final de año, respectivamente. Los gobiernos de ambos países están respondiendo a su alto endeudamiento y deuda con polémicas medidas de austeridad que sus votantes seguramente no aprueben. Las elecciones nacionales francesas e italianas quedan mucho más lejos, pero los partidos de izquierda de ambos países se han fortalecido por la lucha en Atenas. Los representantes de los partidos y movimientos de estos cuatro países estaban presentes en Grecia esta semana animando al partido Syriza y tratando de aprender de sus victorias y errores.

Los izquierdistas se enfrentan a grandes desventajas a pesar de que cada vez es más evidente que lo que el economista británico John Maynard Keynes advirtió durante la Gran Depresión (y que Obama repitió este invierno) sigue siendo cierto: no se puede "exprimir" a un país hacia la prosperidad. Más bien, todo lo contrario.

Esto era algo que los fundadores del Fondo Monetario Internacional entendían. Su objetivo original era proporcionar asesoramiento a los gobiernos nacionales que atravesaran dificultades económicas pero también inyectar más dinero donde fuera necesario, no restringirlo. En la actualidad el FMI se ha convertido en algo parecido a una empresa de cobros que insiste en la aplicación severas medidas para garantizar la devolución de los préstamos concedidos a países vulnerables por bancos privados globales.

Como los griegos declararon con su voto este fin de semana, algo tiene que cambiar.

Este artículo fue publicado originalmente en The World Post y ha sido traducido del inglés por María Ulzurrun.

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