La 'tasa rosa' o por qué las mujeres pagan más que los hombres

La 'tasa rosa' o por qué las mujeres pagan más que los hombres

Es probable que no lo sepas pero, si eres mujer, has estado pagando de más durante mucho tiempo (y sigues haciéndolo). Es lo que señalan diferentes estudios sobre la llamada tasa rosa, que concluyen que hay algunos productos en los que la versión femenina es más cara que la masculina. Según una de las últimas investigaciones del comparador de precios Idealo, las mujeres pagan hasta un 24% más que los hombres por los mismos artículos.

Otros informes también confirman este sobreprecio sobre muchos productos femeninos, como el realizado en Francia en 2014, en Nueva York en 2015 o en Inglaterra este 2016.

Como explicación a esto, las empresas señalan que "detrás de la tasa rosa está la demanda", según Josep Llarós Masllorens, profesor de Estudios de Economía y Empresa en la UOC. "Un ejemplo es la excusa de que siempre se hace más publicidad de mujeres y por eso son más caros", señala, "pero, aunque haya más demanda, no deberían ser tan caros; pues los costes no cambian".

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¿Por qué se da esta discriminación, entonces? Llarós considera que la empresa lo hace "porque tiene el poder de hacerlo. Además, la mayor parte de las compras las siguen haciendo las mujeres. Hay poco tiempo y se suele buscar el producto más adecuado".

Por su parte, Eleni Papaoikonomou, experta en marketing, cree que el problema se encuentra "tanto en la oferta como en la demanda". "La justificación de estas diferencias de precio se han encontrado en que las mujeres y los hombres son biológicamente diferentes", explica. Destaca estudios que se han hecho en el ámbito de peluquerías y tintorerías que prueban estas diferencias: "Se comenta que la tasa se debe a que hay materiales de ropa femenina que requieren otro tipo de cuidados o cortes de pelo que implican más tiempo o más productos".

Sin embargo, las investigaciones también observan diferencias de precio "para servicios idénticos que no implican un coste de producción más altos", señala la experta. Esto puede ocurrir con productos básicos de higiene como las cuchillas, los desodorantes o los perfumes.

ELEMENTO CULTURAL

Otro de los factores para que se dé la tasa rosa es el cultural. Según Llarós "no es del todo cierto que tomamos decisiones racionales", también pesan "los valores culturales y estereotipos de género". Las marcas y los consumidores "refuerzan estos valores y estereotipos". Uno de los ejemplos podría ser un casco para hacer deporte: en algunas marcas, si el casco es de rosa costará más que uno de cualquier otro color.

Papaoikonomou coincide con Llarós en que no hay que olvidar que "los patrones de compra están en proceso de socialización y aún se relacionan con los roles sociales que desempeñamos", ya que somos nosotros mismos los que "aprendemos a consumir, a elegir productos y a considerar un precio aceptable o no".

Un gran número de estudios del comportamiento del consumidor muestra que "los productos que compramos reflejan quiénes somos o incluso nos permiten construirnos", recuerda la experta. "Así, una mujer que compra una crema facial más cara está expresando así su feminidad que durante siglos ha sido asociada a la belleza y al cuidado", reflexiona, añadiendo que eso no pasa en el caso contrario. Los hombres no han necesitado reforzar la masculinidad de tal manera, "aunque eso ha empezado a cambiar con la emergencia del hombre metrosexual".

SOLUCIONES

Llarós recuerda que, al final, las decisiones de consumo "son nuestras". Piensa que para acabar con este sobreprecio se requiere "una mayor concienciación" y "cambios en las pautas". Pone como ejemplo los productos unisex.

¿Y una legislación que prohíba estas prácticas no puede ser una solución? En algunos estados de Estados Unidos como California, se ha prohibido que haya una discriminación de precio según el género en el caso de los seguros. "Normalmente la ley establece que las diferencias deben justificarse por un coste de producción diferente", aclara Papaoikonomou. Pero lamenta también que la legislación tarda y "es muy difícil" cubrir todos los casos de discriminación en los precios.

La experta propone "abordar el problema en sus distintas dimensiones: crear un marco legal que no permita a las empresas emplear estas prácticas, que las propias empresas consideren cómo les afecta la adopción de una tasa rosa o informar a las consumidoras sobre la existencia de este sobreprecio para que lo tengan en cuenta".

PERFUMES, ZAPATOS O RELOJES

Los perfumes constituyen uno de estos casos de discriminación. Idealo ha comparado más de un centenar de productos de este tipo, llegando a la conclusión de que las mujeres pagan hasta un 7% más. En el 62% de los casos analizados, la versión femenina era más cara, mientras que sólo en el 27% lo era la versión masculina. Sólo el 21% de las fragancias tenían el mismo precio para ambos sexos.

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La misma marca de colonia. Precio de la versión masculina: 8,50 euros. Precio versión femenina: 14,00 euros.

Lo mismo ocurre con los zapatos. Tras analizar los precios de decenas de calzado de hombre y mujer, se llega a la conclusión de que el precio medio de zapatos de mujer es hasta un 7% más alto que el de los hombres. Los relojes y pulseras pueden ser hasta un 24% más caros para ellas.

En cuanto a los productos de higiene o de belleza, "a una mujer en su trabajo le exigen una buena imagen, más que a los hombres" por lo que "hay productos que las mujeres tienen que consumir necesariamente", asegura Llarós. A estos productos, añade el ejemplo de algunos juguetes, productos básicos y ropa de deporte.

UN EJEMPLO MÁS DE DISCRIMINACIÓN DE GÉNERO

La experta en marketing ve necesario recordad que las mujeres "no sólo pagan la tasa rosa", sino que sufren también otro tipo de desigualdades. Además de que las mujeres aún ocupan menos puestos de importancia o de dirección en las grandes empresas o en el mundo de la política, cobran de medio un 18,8% menos que sus homólogos masculinos en España. Esta brecha salarial de género es la sexta más alta de Europa.

"El resultado es que la mujer está peor pagada y encima tiene que gastar más por los productos cotidianos, lo que produce aún más desigualdad", explica Papaoikonomou. Además, en 2015, FACUA denunció el alto precio de los productos de higiene íntima femenina como los tampones o las compresas.