Ser negro: el dolor detrás de la sonrisa

Ser negro: el dolor detrás de la sonrisa

"Mr.TOL E Rance" incluye diálogos callejeros con insultos y palabras obscenas que hacen que esta obra esté prohibida en EE.UU. para menores de edad. Los protagonistas bailan con guantes blancos una coreografía enérgica, furiosa, potente, violenta, en la que nace el enfado, la impotencia.

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Camille A. Brown estrena en New York "Mr.TOL E Rance" inspirada en una película de Spike Lee. El Whitney Museum presenta 'Blues for Smoke"

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Camille A. Brown es una prolífica coreógrafa y bailarina original del barrio de Queens, en New York, con una dilatada trayectoria en diferentes compañías. Es una mujer de baja estatura, sumamente expresiva, con la mirada ávida. Su trabajo ha sido respaldado por numerosas becas y premios, y la crítica del New York Times, entre otros medios destacados, la aplaude. Esta semana estrenaba su último espectáculo "Mr.TOL E Rance" en The Kitchen; en él su compañía, compuesta por siete bailarines afroamericanos (entre los que se incluye ella) mezcla la danza contemporánea con el ballet, el hip hop y el jazz a lo largo de 45 minutos. La compañía sigue las premisas de Alvin Ailey pero suma una fuerte denuncia social. En esta pieza, dividida en dos actos y con la música en vivo de un piano de cola, está basada en la película de Spike Lee Bamboozled (2000) y es una crítica mordaz a la caricaturización que la sociedad contemporánea hace de las personas negras. Es cierto que la integración está aún lejos de haberse conseguido y esta obra nos obliga a recordarlo y a reflexionar sobre ello. Aludiendo a los roles de los afroamericanos en el cine (las peleas violentas, la mujer celosa y sexy, el personaje gracioso o simple), Brown señalaba; "odiamos los clichés pero nos aferramos a ellos".

"Mr.TOL E Rance" incluye diálogos callejeros con insultos y palabras obscenas que hacen que esta obra esté prohibida en Estados Unidos para menores de edad. Los protagonistas bailan con guantes blancos una coreografía enérgica, furiosa, potente, violenta, en la que nace el enfado, la impotencia. Paralelamente a la danza se reproducen audiovisuales, imágenes de Lebron James y de Whoopi Goldberg seguidos de carteles de series de televisión representadas por afroamericanos como The Jeffersons, El Show de Bill Cosby, Cosas de Casa, Fat Albert, El príncipe de Bel Air (los bailarines rapean la canción del intro de la serie)... en lo que constituye un trabajo de documentación e investigación a través de la historia más reciente, tratando de señalar todo aquello que ha contribuido a crear roles estereotipados de los afroamericanos. Camille A. Brown combina el humor con el drama, que presenta su punto álgido en la escenificación de coreografías relacionadas con la esclavitud o en el impresionante solo en el que baila el "What a wonderful world" que hizo famoso Louis Amstrong. La coreógrafa resaltó que la obra es fruto de dos años de trabajo en los que quería mostrar su inmensa frustración. El dolor detrás de la sonrisa. Eso. Lo consigue.

La mayor parte del público era de color, exceptuándonos a cuatro o cinco personas. Ese dolor se intuye pero no se siente. Dos señoras a mi lado jaleaban a los bailarines absolutamente emocionadas y aplaudían con el agradecimiento del que se siente por fin completamente comprendido y arropado.

Paralelamente, el Whitney Museum continua (7 de febrero-28 de abril) con su exhibición "Blues for Smoke", un recorrido interdisciplinar por la estética y los artistas del blues. Pinturas, instalaciones (una capilla forrada de plástico rojo), vídeos, fotografías. Pasé mucho tiempo en una habitación, en la que se había instalado una improvisada mini biblioteca donde podían leerse artículos y libros que estudiaban la cultura y el léxico utilizado por los afroamericanos, el slam; sumergiéndome en ese lenguaje. Otra exhibición sumamente interesante que pudo verse hasta el 13 de enero en el Brooklyn Museum fue la de la artista neoyorkina Mickalene Thomas "Origin of the universe" en la que exploraba la iconografía de las mujeres afroamericanas a través del collage y de coloridos acrílicos. Baste esto para introducirnos en un universo aún doliente, que aún lucha por una igualdad real, plena.

Durante un tiempo me fascinó un afroamericano nacido en New York. Combinaba la belleza que lo convertía en modelo ocasional con la humildad de quién ha sido discriminado muchas veces y con una filosofía que le hacía formular frases sencillas pero llenas de lógica, con esa contundencia a lo Dwyane Wade. Hacía continuos paralelismos entre la vida y el deporte porque era boxeador, pero aclaraba que practicaba sólo para saber defenderse. Hubo momentos en que lo creí posible (aunque no comprendiera esa compulsión por comprar snickers), sin embargo, la brecha cultural entre nosotros era aún insalvable. Nunca antes tuve tanta conciencia de mi color como cuando paseé de noche en la frontera entre Harlem y el Bronx, y tuve miedo por saberme distinta; por mucho que él quisiera protegerme, no podía evitar las miradas de desconfianza que me prodigaban. La inseguridad, el miedo y los prejuicios hacia lo que es diferente son aún mucho más fuertes que la tolerancia.