La selección masculina de waterpolo agranda su leyenda y conquista su cuarto mundial en el soñado adiós de Felipe Perrone
El equipo de David Martín se ha impuesto a Hungría con unos últimos minutos excelsos y abrochados con el postrer gol de la leyenda Perrone. La selección femenina había ganado el bronce en su enésima medalla consecutiva.

Una fuente inagotable para el deporte español. La selección masculina de waterpolo ha vuelto a proclamarse campeona del mundo tras vencer en la final a Hungría por 15-13. Es la cuarta corona mundial de un equipo que lo ha ganado todo y que ha abrochado el éxito del modo más bonito, con el gol del histórico Felipe Perrone, en su despedida.
El oro logrado por los de David Martín, labrado especialmente en un último cuarto excelso, se suma al bronce conquistado por la selección femenina el miércoles, continuidad para un equipo que no abandona el podio internacional desde hace años.
No faltó la épica de cada campeonato, esta vez de manera especial en una semifinal que parecía perdida a falta de un segundo, ante Grecia. Alberto Munarriz hizo lo imposible para empatar un encuentro que, otra vez, supo rematar el combinado español en los penaltis.
España y Hungría se midieron mucho en los primeros cuartos, con un intercambio que llevó al 7-7 al descanso, siempre con un ritmo alto, tenso, de quienes se conocen a la perfección mil y una batallas sobre y bajo el agua después. Bernat Sanahuja y Álvaro Granados, con sendos tripletes, sostenían al equipo en ataque como han venido haciendo días atrás. Rato después acabarían siendo reconocidos con los trofeos a MVP de la final y el torneo, respectivamente.
Pero, a esas alturas, nadie pensaba en premios individuales, especialmente ante lo que parecía un partido de cardiólogo, esos que tanto le gustan al waterpolo patrio. Hungría se hizo fuerte en la vuelta al agua y se escapó con una minirrenta de dos goles que España supo limitar, con fogonazos de Granados y Perrone, en un encuentro que frenó el ritmo ofensivo para darle más peso a las defensas.
El 9-10 indicaba que se harían largos los últimos ocho minutos. Pero fue ahí donde España sacó lo mejor de sí, que es mucho decir, para romper el partido con varios ataques perfectos y la figura agigantada de Granados, garantía de éxito en los momentos críticos. Con su brazo y las aportaciones de Biel y de Unai Aguirre bajo palos, la selección abrió un +3 a falta de dos minutos.
Era cuestión de que pasara el tiempo sin perder el control. España supo jugar su enorme ventaja y pudo darse el gusto, el último y más celebrado, de rematar su oro con el postrer gol de Felipe Perrone. Un cuarto de siglo de carrera después, la leyenda se va en la élite y como campeón del mundo.

