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España tenía el mismo sueldo medio que este país en 1994: ahora la realidad es muy diferente

España tenía el mismo sueldo medio que este país en 1994: ahora la realidad es muy diferente

Tres décadas de políticas divergentes han dado lugar a dos modelos laborales con resultados difíciles de comparar.

En tres décadas, los salarios reales en España apenas han subido un 2,7%, mientras que en Irlanda se han disparado un 66%, según datos de la OCDE.
En tres décadas, los salarios reales en España apenas han subido un 2,7%, mientras que en Irlanda se han disparado un 66%, según datos de la OCDE.Javier Ghersi

En 1994, los trabajadores españoles cobraban prácticamente lo mismo que los irlandeses. Apenas 2.000 euros de diferencia en salarios medios reales, ajustados por la inflación, separaban a ambos países. Hoy, esa distancia se ha multiplicado por diez: el sueldo medio real en Irlanda ha alcanzado los 55.591 euros anuales, mientras que en España apenas llega a 33.044. Es decir, en tres décadas, los sueldos irlandeses han crecido un 66%, mientras que los españoles se han estancado con una subida real de solo el 2,7%, según los datos de la OCDE analizados por El Economista. Solo Italia ha registrado una evolución peor en Europa. Y aún así, países como Portugal, que partían de salarios inferiores, han superado a España en ritmo de mejora.

Un modelo que multiplica camareros, no salarios

El retroceso relativo de España tiene poco que ver con shocks externos o crisis puntuales. La raíz del problema está en el patrón de crecimiento. Mientras Irlanda ha transformado su economía para atraer capital tecnológico, farmacéutico y financiero, España ha consolidado su dependencia del turismo, la hostelería y el comercio. El resultado es un mercado laboral con más volumen pero menor calidad.

Desde finales de los noventa, España ha crecido sumando trabajadores, no aumentando la productividad. Ese crecimiento extensivo, más personas produciendo lo mismo, infla el PIB global, pero no se traduce en mejores sueldos. De hecho, genera lo contrario: más empleos de baja remuneración que arrastran a la baja el salario medio. Es lo que los economistas llaman “efecto composición”. Hoy, más de tres millones de personas trabajan en el turismo, un sector que, pese a su peso, no contribuye al alza salarial. Así se explica que el PIB haya aumentado sin que los salarios reales lo hagan.

Irlanda apostó por productividad, educación y fiscalidad

La historia irlandesa es la opuesta. A partir de los años noventa, el país rediseñó su sistema fiscal, redujo el impuesto de sociedades del 50% al 12,5%, desreguló su economía y convirtió su posición geográfica y su idioma en un imán para multinacionales. Ese cambio de rumbo no solo atrajo capital: también disparó la demanda de empleo cualificado y generó un ecosistema de alto valor añadido. Según el instituto de estadística irlandés, el sector servicios pasó de representar el 45% del empleo en 1973 al 77% en 2022, impulsado por la tecnología, las finanzas y la industria farmacéutica.

La inversión en educación completó el círculo. Irlanda implantó la enseñanza secundaria gratuita en 1967 y reformó su sistema educativo en los años 2000. Hoy, sus resultados en el informe PISA están entre los mejores de Europa. Esa mejora del capital humano se traduce en productividad. Y con ella, en salarios reales más altos. “Irlanda liberalizó su política comercial, desreguló su economía, redujo los impuestos, fomentó la educación e innovación… y, de alguna manera, funcionó”, resume el economista Noah Smith.

España crece, pero no progresa

El caso español refleja lo contrario. La economía se ha expandido, sí, pero lo ha hecho sin ganar eficiencia. La productividad total de los factores (PTF) apenas ha variado en treinta años. En Irlanda, en cambio, ha crecido de forma sostenida. La diferencia es tan estructural como política: mientras uno apostó por atraer empresas de alto nivel tecnológico y formar a su población para ocupar esos empleos, el otro consolidó un modelo basado en volumen, bajos salarios y escasa capacidad de innovación.

Hoy, Irlanda no solo supera a España en salarios. También lo hace en renta per cápita, en empleo cualificado, en eficiencia del gasto público y en estabilidad macroeconómica. Su deuda pública es inferior al 50% del PIB, su paro está en el 4,3% y su inflación apenas llega al 1,7%. España, en cambio, arrastra desequilibrios estructurales y, según algunos estudios, tiene una renta disponible, la que queda tras impuestos, más baja que en 2008.

Lo que empezó como una carrera casi igualada ha terminado con Irlanda en el podio europeo de sueldos y con España mirando desde el pelotón.