Laura, enfermera española de 24 años en Noruega: "He llegado a cobrar 7.000 euros brutos, he visto enfermeras que no saben sacar sangre”
La valenciana dejó España, donde trabajaba con un contrato indefinido, para saltar al norte de Europa, aprender noruego y encadenar horas extra que disparan la nómina.
Noruega siempre entra en las quinielas de quien sueña con cobrar más sin tener que empeñar el alma. Lo que no suele entrar es una historia como la que ha contado en El Español de Valencia la joven Laura Copoví, enfermera de 24 años, que en marzo de 2024 se plantó en un aeropuerto con un billete solo de ida y una certeza muy clara: allí podría trabajar de lo suyo y, encima, cobrar lo que toca.
Sin embargo, antes de subir a ese avión para no volver, la vida de Laura Copoví ya había cambiado un poquito de rumbo. Se graduó en Enfermería por la Universidad Católica de Valencia en junio de 2023 y, nada más acabar la carrera, encadenó dos trabajos: uno en un centro de salud y otro en un consultorio. A ella le “encantó el trabajo” y, por lo visto, a la empresa también porque le ofrecieron un contrato indefinido. Cuando todo apuntaba a la típica historia de chica que consigue el título, encuentra el trabajo de sus sueños y se queda en casa, el guion se marca un giro: Laura revela que antes de esto ya había tomado una decisión bastante ambiciosa. Se había apuntado a un curso para aprender noruego, antes incluso de terminar la carrera porque ella tenía su plan mente desde el minuto uno.
A partir de ahí, todo fue cuestión de ponerse serios con el idioma y con el papeleo para mudarse a Noruega. Se apuntó a una agencia especializada en la contratación de enfermeros españoles porque, según le explicaron, allí valoran muchísimo la formación que se adquiere en España. Era justo el salto profesional que buscaba: un contrato asegurado y la sensación de que la aventura no era un capricho, sino un proyecto bien armado. Luego vino la parte complicada: aprender el idioma en tiempo récord. “Tienes que sacarte un B1 en cinco o siete meses y después la empresa te manda allí”, resume.
El viaje sin regreso de Laura Copoví a Noruega ilustra una de esas palabras malditas que cada cierto tiempo vuelven a rondar la sanidad española: fuga de cerebros. Profesionales formados aquí que acaban marchándose a otro país para sostener su sistema sanitario. Laura entiende que se le pueda colocar esa etiqueta, pero añade un matiz que, quizá, descoloque a alguno: no todo es cuestión de dinero; también influye el nivel técnico del destino. “He visto a personas que no sabían sacar sangre”, comenta sobre algunas enfermeras noruegas, algo que atribuye a las diferencias formativas, porque allí la carrera dura tres años, no cuatro.
La diferencia de sueldo también existe. No nos vamos a engañar. De hecho, puede ser abismal. “Cobras 5.000 euros al mes, pero se pagan más impuestos y la vida es más cara”, precisa. Entre un 34% de IRPF y unos precios en el supermercado que no están para bromas, el nivel de vida en el paraíso nórdico termina equilibrándose, aunque, por lo que cuenta esta valenciana, la experiencia sigue saliendo a cuenta. “Aun así, me sigue compensando estar aquí. Me pago la casa y todavía hay margen para ahorrar”, confiesa.
Si a esa nómina de ensueño le añadimos las horas extra que pueda acumular, la cuenta corriente se dispara hasta el punto de que el sueldo base de 3.500 euros parece casi simbólico. Noruega guarda sus propios secretos: el plus de nocturnidad empieza a las cinco de la tarde y un turno extra se cobra con un mínimo del 40% adicional. Así salen las cuentas. “Con las horas extras he llegado a cobrar casi 7.000 brutos. En neto se queda en 4.500”, explica la joven valenciana.
Al final, todo vuelve a lo mismo: conocer mundo, mejorar el sueldo y sentir que, por una vez, tu trabajo importa. Laura reunía ese trío ganador antes incluso de comprar el billete. El resto es una aventura de frío, turnos bien pagados y un B1 de noruego que le cambió la vida más rápido de lo que muchos tardan en rellenar una bolsa de empleo en España.