León, joven de 31 años, gana 4.300 euros al mes: "Nacer en una familia rica es salir antes en una carrera de 100 metros"
"Me siento en deuda y mal a la vez. Estas oportunidades no me llegan por mi trabajo, sino por la familia en la que nací".
No se descubre la pólvora por afirmar que, en general, es más fácil encontrar un buen empleo siendo hijo de una familia rica. Hay ventajas claras, por una dinámica de éxito asentada y recursos a los que no accede el común de los mortales: capital social, educación, contactos, una red de seguridad financiera... Eso no quiere decir que todos los adinerados, por sistema, tengan por delante un camino de rosas. Pero vivir con el lema de que si el problema es el dinero, entonces no hay problema, abre puertas.
Lo reconoce el joven León, de 31 años, diseñador de juegos y con un salario de 4.300 euros al mes en una empresa de Dinamarca. "Nacer en una familia rica significa tener derecho a salir antes que los demás en la carrera de 100 metros", afirma en una entrevista con el diario francés Le Monde, que está publicando una serie de perfiles en los que habla de dinero y posibilidades con los jóvenes galos.
León no se llama León, su nombre ha sido modificado por el periódico precisamente porque, si no, no se sentía cómodo y libre para hablar de su situación, extraordinaria en un país donde la inflación y la deuda abocan a los chicos de su generación a una vida complicada. Sabe que se beneficia de una serie de herencias familiares que le garantizan un futuro seguro, pero cuestiona las desigualdades que genera este peso de la herencia en la sociedad, no obstante.
"Participo en el proceso de creación de videojuegos. Diseño las acciones que el jugador puede realizar y estructuro las reglas del juego. Me mudé a este país nórdico hace tres años, pero crecí en Périgueux, en la región de Dordoña (Francia). Tuve una infancia tranquila y llena de amor", expone en la entrevista.
Sus orígenes evidencian que empezó unos cuantos escalones por encima de los demás jóvenes, pese a que no proviene de una familia de nobles ni grandes empresarios: madre ingeniera, de una familia de clase media, en la que su abuela dejó de trabajar para cuidar a un hijo discapacitado; padre huérfano pronto por un accidente de tráfico, en un entorno "modesto", que ni acabó el instituto pero que, "gracias a sus conocimientos de electricidad, logró crear una pequeña compañía de producción teatral que creció considerablemente".
Trabajaba mucho, estaba poco en casa, era cariñoso. "Mi hermano y yo sabemos que todo lo que construyeron fue realmente para nosotros. No nos faltó de nada, y no sólo económicamente. Mis padres siempre estuvieron ahí para nosotros", agradece.
Después de la secundaria, el joven fue a un instituto técnico con un programa de artes aplicadas. "Tenía muchas pasiones, pero una en particular nunca me abandonó: los videojuegos", explica. Ganó plaza en la escuela especializada de Supinfogame y se pudo dedicar a un programa de estudios que "no era típico, sino uno muy creativo, donde se esperaba que fuéramos independientes y proactivos".
"Una vez más, tuve mucha suerte de que mis padres, que ganan entre los dos algo más de 11.000 euros al mes, financiaran mi formación, que costaba 7.000 euros al año. Vivía en un piso compartido, pagando 250 euros al mes de alquiler, que mis padres también cubrían, además de darme lo suficiente para la comida. También trabajaba durante el verano en la cadena de montaje de la fábrica donde trabajaba mi madre para poder costearme las vacaciones y el tiempo libre", expone. Ayuda, sí, considerable, pero tampoco un nepo baby.
Frente a la masa de jóvenes europeos que acaban sus carreras y no encuentran trabajo de lo suyo, León tuvo suerte y empezó de inmediato en un empleo de su área, gracias a los convenios con empresas de su universidad, privada. "Me contrataron en París para una de las mayores editoras independientes de videojuegos. Al principio, ganaba unos 1.700 euros netos. Después de cuatro años, esa cifra subió a 2.200 netos. Era suficiente para vivir cómodamente en París. Dos amigos y yo encontramos una buena oferta: una casa adosada en el distrito 19, un poco deteriorada, pero el alquiler era de unos 600 euros por persona", desgrana.
Justo antes de la pandemia de Covid, incluso pudo comprar un estudio de 25 metros cuadrados por 290.000 euros. "Gracias al apoyo de mi familia", aclara. "Con los 2.200 euros mensuales que ganaba no me habría podido comprar nada en París. La compra se realizó a través de una sociedad inmobiliaria familiar (SCI), en la que mi hermano y yo tenemos participaciones. Estamos acumulando capital poco a poco. Esta estructura facilitará la herencia. Mis padres hicieron una importante entrada y reformamos gran parte del estudio entre todos", ahonda.
"Mis padres empezaron a pensar desde muy temprano en qué nos dejarían. Tengo un seguro de vida que mi padre contrató antes de que yo naciera. Gracias a ello, a los 20 años ya tenía 25.000 euros ahorrados, sin haber hecho nada. Desde hace varios años, mis padres han estado elaborando diversos planes financieros para que mi hermano y yo podamos beneficiarnos legalmente de la mayor parte de sus ingresos, con la ayuda de contables y notarios. Dado su historial familiar, en particular el difícil pasado de mi padre, quieren asegurarse de que tengamos una red de seguridad por si algún día decidimos emprender aventuras, viajar, iniciar negocios o en caso de enfermedad", argumenta.
Por todo ello, el chico asume que sus sentimientos son encontrados. "Me siento a la vez agradecido e incómodo, porque estas oportunidades me llegan no por mi trabajo ni por mis decisiones personales, sino principalmente gracias a la familia en la que nací y a mi herencia", asume. Hoy en día, una gran parte de la riqueza de la gente proviene de la herencia familiar "y eso es injusto". "Nacer en una familia adinerada significa tener ventaja sobre los demás en la carrera de 100 metros", afirma.
Una vida poco común
Pese a la bonanza en la que vive, el entrevistado en Le Monde reconoce que sigue sintiendo "una extraña ansiedad respecto a lo que está en juego en el trabajo". "Me da miedo quedarme sin empleo, sobre todo dada la tensión actual en mi sector", sostiene, porque aunque siempre ha sido un área con muchas salidas, hay también contracciones y grandes movimientos empresariales y se ven, como todas, afectadas por la inflación o las guerras comerciales.
"Pero es cierto que esta red de seguridad familiar me da una gran tranquilidad en lo que respecta a mis decisiones de vida. Llevaba apenas unos meses viviendo en el apartamento de París cuando surgió una buena oportunidad laboral en Dinamarca", reconoce.
En ese momento, la situación laboral se había deteriorado, así que, "a pesar de muchas dudas", decidió irse. De nuevo, "con el apoyo" de la familia. "Allí, nos mudamos inicialmente a un piso de alquiler con mi novia, que trabaja como animadora freelance: un piso de 55 metros cuadrados por 2.000 euros al mes. Esto fue posible gracias al aumento significativo de mi sueldo debido al cambio de trabajo", dice.
Hasta tal punto están pudiendo avanzar en la vida que la pareja compró recientemente un apartamento en Copenhague, de dos habitaciones. "Quizá para tener un hijo dentro de unos años, con una hipoteca de 1.200 euros al mes". Un proyecto que muchas parejas de esa edad ni se plantean en España.
Da más detalles: "Yo aporté la totalidad de la entrada, ya que tengo muchos más ahorros que mi pareja: más de 100 000 € de capital, gracias a las herencias que recibí cuando se vendió la empresa de mi padre. Tenemos un acuerdo de copropiedad: ella tiene el 40 % y yo el 60 %, pero hemos decidido tomar todas las decisiones por igual en lo que respecta a la ubicación".
"Para mí era importante contribuir en la medida de mis posibilidades y evitar que utilizara sus ahorros, para que pudiera mantener su independencia en caso de separación. En general, este es un tema fundamental en nuestra relación, ya que nuestros ingresos son muy diferentes: mi pareja gana alrededor de 2.900 euros al mes y sus ingresos fluctúan. Estamos buscando la mejor manera de dividir el presupuesto para que no se vea demasiado perjudicada", concluye.