¿Por qué Sánchez visita Vietnam y China? Claves de un viaje para diversificar mercados en plena guerra arancelaria
El presidente del Gobierno promoverá su diplomacia económica para reducir el enorme desequilibrio comercial existente entre España y los dos países asiáticos.

En plena tensión por la guerra arancelaria desatada por Donald Trump, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, arranca este miércoles una gira con dos paradas clave en su agenda: Vietnam y China. El jefe del Ejecutivo, acompañado del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, y el de Agricultura, Luis Planas; pretende con su visita reforzar los lazos económicos con ambos países en un momento de máxima incertidumbre por la decisión adoptada por el presidente de Estados Unidos en el denominado "Día de la Liberación".
Aunque el viaje estaba programado por Moncloa desde hace semanas, la imposición de aranceles por parte de la admnistración norteamericana a prácticamente todos los países del mundo ha dado un valor extra a esta visita de Sánchez en dos mercados muy tentadores. Según los datos del Gobierno, en 2024 España importó de Vietnam por valor de 5.200 millones de euros, mientras que exportó sólo por 530 millones. En el caso de China, las importaciones desde este país ascendieron a 45.000 millones de euros y las exportaciones españolas fueron de 7.400.
Fuentes del Gobierno subrayan que el objetivo de la visita es reducir el enorme desequilibrio comercial existente entre España y los dos países asiáticos, explorando una diversificación de mercados. Para ello, Sánchez se reunirá este miércoles con las cuatro principales autoridades de Vietman: el secretario general del Partido Comunista y máximo líder vietnamita, To Lam; el primer ministro, Pham Minh Chinh; el presidente, Luong Cuong; y el presidente de la Asamblea Nacional, Tran Thanh Man. Cabe destacar que es la primera vez que un presidente del Gobierno visita este país tras el fin de su guerra en 1975. Después, en China, Sánchez se encontrará con el presidente del país, Xi Jinping y con el primer ministro, Li Qiang.
Cómo está el mercado China-UE
La Comisión Europea ha confirmado que Pedro Sánchez ha coordinado los mensajes del viaje con su presidenta, Ursula von der Leyen, según indicó el lunes la portavoz comunitaria, Paula Pinho. Para Bruselas, son especialmente delicadas e importantes las relaciones con China en este momento, porque su plan es intentar que el gigante asiático le ayude a amortiguar el daño de los aranceles de EEUU, de los que ambos son víctimas: unos, al 20%; otros, al 54% y subiendo.
Este mismo martes, la oficina de Von der Leyen ha informado de que ha llamado al primer ministro de la República Popular, Li Qiang, para hablar de la "responsabilidad" que tienen sus dos mercados, los mayores del mundo, a la hora de afrontar esta crisis. Ambos coinciden en apoyar "un sistema comercial sólido y reformado, libre, justo y basado en la igualdad de condiciones". Pekín y Bruselas discutieron la necesidad de crear un mecanismo para "rastrear una posible desviación comercial" y garantizar que cualquier evolución se aborde "debidamente", detalla la CE. Una apuesta común de peso cuando juntas suman un tercio largo de la economía mundial.
Muy importante también: la alemana "recordó la urgencia de encontrar soluciones estructurales para reequilibrar la relación comercial bilateral y garantizar un mejor acceso de las empresas, productos y servicios europeos al mercado chino". Mensaje de aviso cuando justo se cumplen 50 años de unas relaciones bilaterales que distan de ser iguales.

Y es que China, en este caso, gana. El pasado 7 de marzo, en una rueda de prensa en Pekín, su ministro de Exteriores, Wang Yi, recordó que el pasado año la cifra de comercio entre los dos llegó casi a los 780.000 millones de euros, lo que supone más de 250 veces más que hace cinco décadas, cuando estaba en 2.400 millones. Los europeos, enfatizó, son socios comerciales "clave". Pero unos se llevan más que otros: la UE vendió a China bienes por 213.000 millones de euros en 2023 pero la UE compró bienes por 517.000 millones de euros en ese mismo año.
Europa sigue siendo el primer socio comercial de China, mientras que China es el segundo de la UE. Alemania, los Países Bajos e Italia son los principales importadores y exportadores de mercancías hacia y desde China. Sólo Irlanda y Luxemburgo tienen superávit comercial con respecto a China en los Veintisiete.
Según datos de la CE, más de la mitad de las mercancías que el club comunitario importa de China son aparatos mecánicos y equipos eléctricos (52%). Los vehículos y aeronaves representan un 5,5%, seguidos de los productos químicos orgánicos, con un 4,7%, y los accesorios de vestir, con un 4.5%. En el caso de las exportaciones de la UE a China, más de un tercio (34,1%) son de aparatos mecánicos y equipos eléctricos; le siguen los vehículos y aeronaves, con un 16,7%, más los productos farmacéuticos, con un 9,3%, y los instrumentos ópticos, con un 7,2%, como los sectores más relevantes.
Pese a que la maquinaria está bien engrasada (y más que quieren Von der Leyen y Sánchez), también hay choques entre los dos socios, especialmente en dos materias: coches y lácteos. El mayor fabricante chino de coches eléctricos, BYD, registró un récord de ventas de vehículos híbridos y eléctricos en todo el mundo en 2024, impulsado por la fuerte demanda interna y el éxito de los programas gubernamentales. Sus ventas aumentaron aproximadamente un 12,08% en comparación con 2023, alcanzando los 1,76 millones de vehículos. Sin embargo, a finales del año pasado, la UE impuso aranceles a los vehículos eléctricos chinos, tras determinar que las subvenciones estatales permitían a los fabricantes chinos venderse mejor, una competencia poco leal.
¿Qué hizo Pekín? Enfadarse, claro. Por eso, como represalia, se inició una investigación antidumping (contra esa práctica comercial de vender a precios inferiores al costo, para adueñarse del mercado, con grave perjuicio para el resto) sobre los productos lácteos de la Unión. Había amenaza de aranceles sobre importaciones como el queso y la leche. Bruselas decidió impugnar la medida ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). Aún así, el mes pasado, Wang Yi insistió en que existen "más razones que nunca" para fortalecer los lazos bilaterales entre ambas partes.
¿Puede suplir a EEUU?
Europa tiene que ir con cuidado para no ahondar la dependencia que ya tiene de China, justo en un momento en el que se ha instalado la certeza de que es bueno tener recursos por uno mismo. No tanto por un afán proteccionista, como el de Trump, sino por una cuestión de autonomía y seguridad propia, sea militar o de bienes. Tampoco hay que perder de vista que China está catalogado por la Unión Europea como un "rival sistémico" y que muchos países miembros (hasta 23) también lo son de la OTAN, que también llama al país comunista "desafío" en el flanco defensivo. Hacer negocios con un régimen no democrático y que viola los derechos humanos y el debate ético que eso supone es otro debate que nadie mienta en estos días.
Habrá que ver cómo negocian los dos mercados para internar buscar alternativas al roto de EEUU. En Bruselas indican que se puede trabajar más y mejor en cuestiones tecnológicas, en transición energética y en infraestructuras, informa a EFE. Todos ellos son sectores estratégicos. Pekín, por su parte, ha declarado que quiere diversificar su economía para mantener estables los mercados y crecer, como desea, un 5% en el presente año, perspectivas que el Fondo Monetario Internacional (FMI) rebaja en previsión de estos aranceles inflados de Trump.
China es, a priori, un bocado estupendo, porque tiene cuatro veces más población que EEUU (1.411 millones de personas frente a 340), lo que multiplica las oportunidades de negocio. El problema es qué puede venderle Europa a China, en más cantidad o por primera vez. "Si los chinos te compran menos que los estadounidenses es sencillamente porque no les interesa tanto lo que ofreces", explica muy claramente a El Periódico Alberto Lebrón, doctor en Economía por la Universidad de Pekín.

La alianza europea puede aferrarse a lo que ya vende, de maquinaria y vehículos a bienes manufacturados, pasando por productos químicos, farmacéuticos y ópticos, quizá podría aumentar en ganadería (cerdos, particularmente) o en el terreno sanitario y algunas piezas industriales concretas, pero carece hoy del empuje de los chinos en materias esenciales como las tecnológicas. También se suman dos inconvenientes: China no tiene intención de abrir más sus mercados y la UE, por su parte, tendría que cambiar su "patrón exportador". Hoy no se ve voluntad política para ninguno de los dos pasos y, además, si se dieran, tampoco podrían verse resultados de inmediato.
El agujero de EEUU es mayor que todo eso: Eurostat señala que "las exportaciones (a EEUU) crecieron desde los 39.800 millones de euros en enero de 2023 a 45.400 millones en diciembre de 2024. Las importaciones procedentes de los EEUU ascendieron a 31.300 millones de euros en enero de 2023, cayendo a 27.500 en diciembre de 2024. En enero de 2023, el superávit comercial fue de 8.400 millones de euros, alcanzó un máximo de 18.900 millones de euros en junio de 2024 y se situó en 17.900 millones en diciembre de 2024". Una losa difícil de levantar.
Por ahora, se sabe que este 9 de abril entra en vigor el 10% extra en aranceles a Europa (la primera subida base, del 10% para el mundo entero, entró en vigor ya el pasado fin de semana) y que Von der Leyen plantea negociar algunas áreas con Washington. Los efectos, más allá del miedo en las bolsas, está por llegar.
