¿Deberíamos dejar de comer pescado?

¿Deberíamos dejar de comer pescado?

Se habla mucho de reducir el consumo de carne por motivos ambientales y de salud. ¿Deberíamos hacer lo mismo con el pescado?

Un banco de sardinas.James Kelley via Getty Images

Por Myriam Catalá Rodríguez, profesora titular de Universidad, Área de Biología Celular, especialista en Ecotoxicología y Sanidad Ambiental, Universidad Rey Juan Carlos:

Se habla mucho de reducir el consumo de carne por motivos ambientales y de salud. ¿Deberíamos hacer lo mismo con el pescado?

Para responder a esta pregunta de manera racional debemos analizar varias cuestiones.

El pescado y el marisco son valiosos alimentos que contienen altos niveles de proteínas y bajos niveles de lípidos. Destacan las grasas insaturadas saludables, vitaminas como la D y la B1 y micronutrientes esenciales como el selenio y el yodo.

Por este motivo son alimentos muy relevantes para las poblaciones más longevas y saludables, como la japonesa y la mediterránea. En estos lugares el pescado y el marisco sustituyen, en gran medida, el consumo de productos cárnicos.

La dieta mediterránea, reconocida por la UNESCO como patrimonio de la humanidad, es considerada por la comunidad científica como una de las formas de nutrición más saludable y sostenible.

A pesar de la mejora en las últimas décadas, la contaminación acuática por sustancias tóxicas es alarmante. Las más preocupantes son aquellas que no se pueden metabolizar rápidamente, porque se acumulan en el organismo. Es el caso de metales pesados como mercurio, cadmio y plomo, pero también de sustancias orgánicas como los hidrocarburos aromáticos policíclicos, las dioxinas y muchos plaguicidas.

Los organismos fotosintéticos acumulan pequeñas cantidades de estos contaminantes, pero los seres vivos que se alimentan de otros acumulan los de sus presas. Este fenómeno es conocido como biomagnificación. Los animales con mayores cantidades de sustancias tóxicas en sus tejidos son los grandes depredadores: mamíferos marinos, atunes, tiburones y, por supuesto, el ser humano.

Muchas de estas sustancias se relacionan con alteraciones en los sistemas inmunológico y nervioso y enfermedades vasculares. Es algo de lo que advirtieron la FAO y la OMS en su informe publicado en 2010.

Sin embargo, la mayoría de los estudios señalan que la ingesta de pescado está relacionada con una reducción significativa del riesgo de padecer enfermedades mentales, cardiovasculares, derrame cerebral, alzhéimer y diabetes tipo II.

Si bien existen evidencias de que el pescado contaminado tiene efectos en el neurodesarrollo y el crecimiento fetal (bajo peso al nacer), entre los beneficios del consumo de este alimento durante el embarazo destacan la disminución del riesgo de asma, el aumento de peso del bebé y la mejora en el desarrollo cognitivo.

Los expertos coinciden en que los beneficios obtenidos de comer pescado superan los riesgos potenciales que entraña. La especie consumida, así como la cantidad y la frecuencia de consumo, son determinantes en el balance entre riesgo y beneficio. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición recomienda evitar el consumo de grandes pescados y, en el caso de embarazadas y niños, limitar su consumo eligiendo preferentemente especies pequeñas.

La sobrepesca es la principal causa de los declives poblacionales observados en especies pesqueras. Los métodos de pesca más frecuentes y dañinos son la pesca de arrastre y la de cerco (53 % de las capturas). El 25 % de los caladeros está sobreexplotado, y solo un 56 % se explota a un rendimiento sostenible, según datos de la FAO.

El incremento de la temperatura del mar forzará a muchas especies a cambiar de hábitat, lo que alterará las dinámicas de los caladeros además de reducirlos. Si añadimos la presión de la pesca ilegal, que supone al menos el 15 % de las capturas mundiales, el panorama no es nada halagüeño.

La acuicultura sostenible se plantea como una de las pocas opciones capaces de satisfacer la demanda creciente de productos pesqueros. No obstante, aplicada de manera intensiva, la sostenibilidad vuelve a vulnerarse.

Un ejemplo cercano es el langostino que se importa de América y Asia al enorme nicho de mercado europeo. Como consecuencia, manglares de gran valor ecológico son sustituidos por granjas de acuicultura. Una pesquería sostenible es posible, pero necesita innovación tecnológica y cambios provenientes de las instituciones reguladoras, y la mitigación urgente del cambio climático.

En conclusión, alimentación saludable y consumo sostenible son compatibles si ejercemos un consumo responsable. Para ello, elijamos pescado y marisco de especies pequeñas y diversas, de procedencia regulada y con certificado de sostenibilidad. Una buena forma de responsabilizarnos de los impactos ambientales de nuestro modo de alimentación es apoyar dietas más respetuosas con el medio natural como la mediterránea que, además, es más saludable.

En este artículo han colaborado Sara Atienza, Alba Casillas, Helena G. Cortés y Andrea Portal, alumnas o egresadas de la URJC que elaboran el blog divulgativo Ecotoxsan.