Distopía arcoíris

Distopía arcoíris

Estamos viviendo un repunte del odio, una clara involución, también en España.

simarik via Getty Images

No podemos conocer con exactitud cuándo seremos capaces de cambiar lo peor de nosotros mismos, pero en lo que sí deberíamos poner el esfuerzo y el trabajo es en desterrar finalmente las actitudes que nos deshumanizan. Deberíamos tener una clara vocación por erradicar lo peor de nuestros comportamientos para así construir una sociedad mejor, una humanidad más fraternal.

Estamos viviendo un repunte del odio, una clara involución, también en España. Podemos ver cómo asesinan mujeres, cómo agreden a homosexuales por las calles, cómo desde púlpitos presuntamente feministas se vocea contra las personas trans. Mi intención no es generar pánico, mucho menos pánico moral, que aborrezco y combato. Sólo me gustaría poner el acento en que los discursos de odio, que siempre han estado, están ahora siendo recubiertos de una pátina de normalidad que nos debería alertar. Del discurso de odio a las agresiones ya estamos comprobando que hay una distancia muy corta, que parece reducirse cada vez más. 

Con respecto a las personas LGTBI, los distintos observatorios contra LGTBIfobia de las distintas comunidades autónomas que los tienen indican que hay un repunte de las denuncias. Entre los partidos políticos en general hay una tendencia creciente a utilizar a los colectivos como instrumento de propaganda, lo que empobrece la lucha LGTBI, y aparta las verdaderas reivindicaciones del espacio de trabajo que debería estar dispuesto para ello. En la Región de Murcia, por ejemplo, la vicepresidenta de la comunidad, Isabel Franco (Ciudadanos), no se ha despeinado al consentir que los padres puedan decidir sobre si quieren que sus hijos reciban o no educación en diversidad sexual, a pesar de que Naciones Unidas ya ha dejado claro en varias ocasiones que la diversidad sexual debe ser materia de currículo escolar. 

Esta deriva en el Partido Socialista duele, quizá porque todos esperamos más del Partido Socialista en materia LGTBI.

El PSOE, por su parte, presentó en Madrid una propuesta de Gobierno el pasado martes con más de 300 medidas: las siglas LGTBI no aparecen en el índice ni como apartado ni como subapartado; han decidido, en cambio, que lo LGTBI está dentro del capítulo de feminismos. Y ya saben, lo que no se nombra, no existe; así que de momento somos invisibles en ese programa. Tampoco recoge la necesidad de una ley trans, consecuencia de la excesiva tolerancia que está teniendo el actual PSOE con el feminismo transexcluyente (TERF), como pudimos comprobar en la pasada escuela feminista Rosario Acuña de Gijón. Y tampoco habla de qué pasa con los derechos reproductivos de los hombres que gestan y las mujeres con capacidad de fecundar, a los que niegan la existencia. Pero todo eso no importa, lo que importa es la foto, el titular, el día de la reunión. Las políticas, en este momento, son lo de menos.

Por mi parte seguiré trabajando por una sociedad que no humille a sus miembros. Y eso implica señalar las desigualdades y la instrumentalización de la sociedad, venga de donde venga. Entiendo el activismo como un ejercicio de responsabilidad, por eso defiendo que los activistas que están en partidos políticos y guardan silencio también nos invisibilizan, también son cómplices de esta realidad distópica y regresiva. Y esta deriva en el Partido Socialista duele, quizá porque todos esperamos más del Partido Socialista en materia LGTBI. De los partidos de derechas no espero nada; esa es la verdadera pena; que el único partido que puede cristalizar la lucha LGTBI ha decidido abandonarla y abonarse a una política estética, prueba de ello es que la Comisión Ejecutiva Federal no cuenta con una secretaría específica de LGTBI.

Es imprescindible que los y las activistas comiencen a hablar con desinhibición, dentro y fuera de los partidos. Puede llegar el día en el que quieran expresar su disconformidad y ya sea tarde. Los y las activistas tendrán que elegir en algún momento entre la lealtad a los partidos o la lealtad al progreso de la humanidad. Y, por el momento, lo que se escucha es un rotundo silencio.

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