Este horario es un bajón (y ahora hay motivos)

Este horario es un bajón (y ahora hay motivos)

Una hora menos de sol que se suma al confinamiento, los toques de queda y la lluvia. El panorama es gris, pero hay formas de ver la luz.

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A las tres de la mañana serán las dos. Este domingo cambia la hora. Se estrena el horario de invierno y eso significa que anochece una hora antes. A partir de las 18:30 no habrá luz y sólo de pensarlo ya da bajón. Este año con más motivo. El cambio llega con lluvias y un panorama de máxima incertidumbre derivado de la crisis del coronavirus. A esto hay que sumar los toques de queda, los semiconfinamientos y las eternas jornadas sin salir de casa por el teletrabajo que han desestabilizado los ánimos. Hoy un 42% de la población muestra síntomas de ansiedad, según un informe de la consultora Affor. Antes de la pandemia, en España sólo los sufría un 7,6% de la población.

“Claro que va a tener más consecuencias. Hemos tenido cambios importantes en los ciclos de luz-nocturnidad durante el confinamiento que hicieron que aumentase mucho el insomnio y los problemas de sueño en general”, explica la neurocientífica Raquel Martín. “Se alteró el programa natural de pautas y rutinas y eso le afectó al cerebro. Si a esta nueva rutina le sumamos otro cambio, el de la hora, éste va a afectar por añadidura”.

Un túnel con muy poca luz

Con el nuevo horario no sólo se pierde una hora de luz por las tardes, sino que los días se acortan paulatinamente hasta diciembre. Aunque suene tópico, eso altera al ánimo. “La luz influye en una actividad hormonal positiva”, explica el psicólogo  Manuel Oliva. “Si nos la quitan, puede afectar al estado de animo”, que ahora mismo está mermado por las circunstancias. “Metafóricamente hablando entramos en una etapa aún más oscura”, explica el especialista, consciente de que el panorama no es nada alentador. 

“La serotonina, el neurotransmisor que contribuye, entre otras cosas, al bienestar y a regular los ciclos de sueño, se fabrica por estimulación lumínica”, explica la neurocientífica. “Cuando hay menos luz se reduce la producción y esto nos puede afectar anímicamente, nos sentimos menos motivados y con menos ganas de todo. ¡Ah!, y también más cansados porque la desmotivación fatiga más”. 

Metafóricamente hablando entramos en una etapa aún más oscura
Manuel Oliva, psicólogo

“También la luz estimula la producción de las endorfinas, que digamos son digamos las hormonas de la felicidad”, añade el psicólogo clínico Juan Castilla. “Por eso es tan fundamental y tan sano tener contacto con la luz natural. Nos permite estar más alegres y experimentar la riqueza de colores que la vida muestra a nuestro alrededor”, añade el especialista, que también señala que la luz “favorece la producción de vitamina D, necesaria para absorber el calcio y el fósforo y que ayuda a fortalecer los huesos”. 

Esta vez se necesita un esfuerzo extra

En realidad el bajón es habitual cada vez que se cambia de hora, pero ahora hay más riesgo de que se prolongue. “Todo desajuste en nuestras rutinas afecta al estado de ánimo y nos entristece, afecta al descanso porque se altera el sueño y la calidad de éste, y afecta también a las realidades cotidianas ya que nos desajusta. A veces no sabemos muy bien por qué estamos raros… La buena noticia es que no suele durar mucho y la adaptación es relativamente rápida”, apunta Castilla.

El psicólogo señala que en dos o tres días uno se hace al cambio, pero el también psicólogo Manuel Oliva cree que en estas circunstancias no va a ser tan fácil. La adaptación va requerir de un esfuerzo. Dejarse llevar por la sensación de fatiga, cansancio y somnolencia es más fácil cuando el ocio está limitado, las reuniones sociales deben ser al aire libre, aunque el tiempo no acompañe, y además no pueda verse a mucha gente.

La risa es uno de los antídotos fundamentales contra la incertidumbre, que es una de las mayores toxinas para el cerebro porque impide tomar decisiones
Raquel Marín, neurocientífica

Marín insiste en la importancia de socializar, aunque se haga tras una pantalla. Porque es una forma de “compartir sensaciones e incluso reírse de ellas”. “La risa es uno de los antídotos fundamentales contra la incertidumbre, una de las mayores toxinas para el cerebro porque impide tomar decisiones”, explica la neurocientífica, que insiste en que también es importante reservar un tiempo al día para la preocupación y hasta para el llanto.

La importancia de llevar una vida ordenada ayuda a compensar la incertidumbre generada por la covid-19. “Las personas necesitamos tener control sobre nuestras cosas, y esta mezcla de incertidumbre y alteraciones constantes hacen que el cambio de hora de este año afecte de una forma más intensa”, apunta Castilla.

En cuestión de rutinas, Marín insiste en la importancia de seguir unos horarios “incluso aunque se teletrabaje”. “Te vistes con ropa de calle, te tomas un café cuando te lo ibas a tomar con tus compañeros, trabajas a un ritmo normal y no como si no hubiera un mañana… Porque el cerebro corre el riesgo de perder los patrones de orden y descanso”, apunta. 

“Lo más importante es no pensar en el futuro. Hay que vivir el día a día”, insiste Oliva. “¿Qué pasará mañana? No lo sabemos. No se puede adelantar nada, así que lo que queda es vivir el hoy”.