La kombucha: ni bebida milagrosa, ni el mejor secreto de belleza

La kombucha: ni bebida milagrosa, ni el mejor secreto de belleza

Las claves del éxito de este té fermentado son la novedad y el exotismo, pero no hay evidencia científica de sus bondades.

Botellas de kombuchaPremyuda Yospim via Getty Images/iStockphoto

Son capaces de poner de moda en todo el mundo un bolso, unos vaqueros, una pinza del pelo o una manicura. Pero también una bebida. Las hermanas Kardashian, Gwyneth Paltrow o Lady Gaga fueron las primeras en proclamar las bondades de la kombucha, en descubrirla como su secreto de belleza y convertirla en un fenómeno mundial. En nuestros país, Tamara Falcó y el futbolista del Atlético de Madrid Marcos Llorente también se han declarado fans incondicionales y son imagen de dos marcas que la elaboran.

Tal es la fama y la buena reputación alcanzada por esta bebida que incluso diferentes publicaciones aseguraron que había llegado a Zarzuela. La reina Letizia, de la que es de sobra conocida su preocupación por la vida sana y la alimentación saludable, se convirtió en una consumidora habitual de kombucha.

¿Pero qué es? Un té fermentado con beneficios probióticos al que se atribuyen numerosas cualidades para el buen funcionamiento de nuestro organismo: ayuda a mejorar el sistema inmunológico, contribuye a depurar el hígado de toxinas, y mejora la digestión y la flora intestinal.

“Lamentablemente, estas ‘alegaciones’ sobre la salud, aunque molonas, no han sido sustentadas por la evidencia científica, que no concede a la kombucha mayores bondades que los beneficios gastrointestinales que se podrían obtener consumiendo otros probióticos”, sentenciaba la farmacéutica y experta en nutrición Boticaria García hace unas semanas en su web.

Como ella, han sido varios los expertos que han querido rebajar las expectativas de los consumidores tentados por las celebradas bondades de la bebida.

“El secreto de su éxito, como el de otros alimentos, es que es novedoso, de procedencia exótica y promete muchísimos beneficios, pero que difícilmente puede cumplir”, asegura Beatriz Robles, licenciada en Ciencia y Tecnología de los Alimentos y nutricionista. “En la Unión Europea esas propiedades tienen que estar certificadas, hay que demostrar científicamente que eso es así. Para la kombucha no hay nada evidenciado”.

Explica Robles que esas cualidades antioxidantes o de mejora del sistema inmune se pueden atribuir si, efectivamente, contiene vitaminas que tengan reconocida esa propiedad —C y E en el primer caso, y B6 y B9 en el segundo— en cantidad suficiente. A la hora otorgarle propiedades detox o purificantes advierte que esto “en la Unión Europea no se reconoce para ningún alimento”.

En cuanto a las bondades de que sea un alimento probiótico, indica la nutricionista que las podemos obtener siempre que la bebida no haya sido pasteurizada. “Los probióticos tienen que contener microorganismos —bacterias y levaduras—vivos y la pasteurización, que se realiza para garantizar la seguridad alimentaria y mantener las cualidades organolépticas, los mata. A partir de ahí no sería un probiótico”, aclara.

Está claro que no es una bebida milagro, pero ¿es una bebida saludable? Desde luego, perjudicial no tiene por qué ser —aunque cuidado con la kombucha casera—y es una buena opción al refresco azucarado. Ahora bien, no está libre de azúcares pues para que el té fermente hay que añadírselo. “No es exagerada la cantidad que contiene finalmente, pero tiene”, concluye Robles.

La moda de la kombucha en los últimos meses ha ido más allá y lo último de lo último es tomarla casera, hacerla uno mismo. En esto Beatriz Robles se muestra tajante: “La kombucha tiene una doble fermentación: láctica y alcohólica. En casa no controlamos esa fermentación, no sabemos cuándo tenemos que cortarla y puede formarse alcohol. En el proceso industrial se tiene controlado para que sea lo más bajo posible o residual, pero en casa es muy difícil de controlar”, indica por un lado. “Por otro lado, tenemos el problema de la seguridad alimentaria. La mezcla de levaduras y bacterias se va pasando de mano en mano y se puede contaminar por otros microorganismos”.

Boticaria García también coincide en que este es el principal peligro: “Es algo similar a lo que ocurre con la masa madre, que va de mano en mano. Pero con una pequeña diferencia: el pan luego se mete en el horno a 250º, mientras que la kombucha te la comes con todos sus bichos. De hecho, esta es precisamente la gracia”.

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Mila Fernández es editora de branded content y redactora de LIFE en 'El HuffPost'. Convertir a los lectores en seguidores fieles de nuestras marcas es su objetivo. Antes fue redactora de viajes, estilo de vida y entrevistadora en varias publicaciones femeninas y de viajes. Además, ha sido locutora y presentadora y esa espinita se la saca conduciendo nuestro podcast 'Tarjeta Morada'.