Lo malo de envejecer

Lo malo de envejecer

Somos lo mismo que siempre habíamos sido, pero para nosotr@s, no para los demás.

Reuters.

En la biografía del Presidente Barack Obama cuando habla de su abuela, a la que adora, escribe esto que decía: “Lo malo de envejecer es que sigues siendo la misma persona en el interior”. Algo que nos parece evidente a l@s mayores, pero que no es así percibido. Somos lo mismo que siempre habíamos sido, pero para nosotr@s, no para los demás. La vejez, como otras edades de la vida, no tiene “buena prensa”. Sobre ella, cada vez se escriben más libros y artículos muy interesantes; lo peor de ser vieja, -”Yo, vieja” se llama el último libro de Anna Freixas, que recomiendo, aunque prefiero de la misma autora, “Tan frescas. Las nuevas mujeres mayores del siglo XXI”-, es como te tratan algunas personas jóvenes; cuando oigo que nos dicen, “dame el piececito”, “el bracito”, “la manita”, o diminutivos por el estilo, se me revuelven las tripas. Una vez me fui de un gimnasio porque la que me entrenaba me dijo, “dame el piececito para ponerte el zapatito”; tuve ganas de hacer algo gordo con ella, pero, como no me pareció prudente, me levanté y me fui y nunca más volví. Anna Freixas lo escribe, solo se trata “de los derechos de las mujeres: la libertad, la justicia y la dignidad”, pero estos de los derechos no resulta nada fácil de entender, ni en las personas mayores ni con nadie ni con nada.  

Maria Teresa León, -que dolor me produce recordar el triste final de su vida-, dijo: “No te acobardes ante la vejez, dura como el viejo cielo y la vieja tierra, es la forma de eternidad que nos concedieron, no la desperdicies”.  Mi amiga del alma, Carmen Alborch, con esa visión positiva de la vida que tuvo hasta el final tan temprano de su vida, 70 años, -hoy son pocos-, escribió  “Los placeres de las edad” que yo, realmente, y aunque reivindique el envejecimiento “activo”, que no sé muy bien que es, no encuentro muchos placeres a esto de la  mucha edad.

Hace unos años decidí llamarme “una joven mayor”. Lo escribí: “Hace algunos días me dijeron: “Ahora las jóvenes somos mayores”. Me gustó la idea y desde entonces digo a menudo: “Soy una joven mayor”. Y así andamos: envejece la población, baja la natalidad, produciendo un problema social muy serio sobre el que reflexionamos poco,  y no somos capaces de dar alternativas potentes.

Realmente lo peor de envejecer es que las posibilidades de perder la salud son mayores que cuando eres joven, aunque, tristemente, también los jóvenes la pierden, pero la enfermedad se percibe más distante. Siendo yo mayor que Almudena Grandes, me ha pasado algo parecido a lo que nos ha contado: “Todo empezó hace poco más de un año. Revisión rutinaria, tumor maligno, buen pronóstico y a pelear”.

A mí, a primeros de septiembre, en una revisión ginecológica rutinaria, me encontraron un carcinoma de mama, también con buen pronóstico y peleando estoy. “En aquel momento, sigue Almudena, no quise dar la noticia porque necesitaba estar tranquila, confabularme con mi cuerpo y conmigo misma, pero en un año pasan muchas cosas. Tendría que habérseme ocurrido, pero no reaccioné a tiempo”. Cuando la leí me impresionó y yo, casi desde el primer momento, lo he hecho público en las redes sociales de las que soy una asidua consumidora, sobretodo, de twiter, porque soy así de “expansiva” y porque pensé que era mejor, para mí y para las demás personas dolientes, compartirlo; sobre todo, me dicen, ayudas a las mujeres, porque es un cáncer muy “nuestro”; no es, claro, un “cáncer feminista”, afortunadamente el feminismo no produce estas cosas tan malas, pero si hay una manera “feminista” de afrontarlo, y creo que es no ocultándolo. Es, por otra parte, un cáncer poco frecuente en las mujeres de mi edad, -aunque el cáncer no tiene edad-, lo que me lleva a concluir, una vez más, eso de que soy “una joven mayor”, mas mayor que joven, pero, es lo que soy.

Tengo un cáncer “bueno”, os aseguro que eso me dicen, y sé que es cierto; “solo” me tienen que dar radioterapia, se ha encontrado muy pronto, y esas cosas te hacen tener más fuerza y esperanza, pero es duro, para que negarlo; de pronto, te encuentras  con algo que no esperabas, te operan, te revisan, analizan  y cambia tu vida mucho, más incluso de lo que decimos y aparentamos, pero también en esto soy una mujer afortunada, con mucha gente que me quiere y a las que quiero. Por eso, he querido compartir este episodio de mi vida también con mis lectores y lectoras, esas personas que me leéis, hace ya mucho tiempo, hablar de las desigualdades e injusticias de la vida, muchas y cronifícadas -sobre todo las que afectan a la vida de las mujeres-, pero también ahora me siento privilegiada por tener tanto de lo que otras personas carecen y por ser consciente de que merece la pena vivir esta vida que tengo y que hay que saber aprovechar siempre y en cualquier circunstancia. Lo que no tiene remedio es la muerte, todo lo demás hay que afrontarlo e intentar superarlo.  Sí, soy una “joven mayor”, así es como me siento y así os lo escribo.