Mentiras de verdad
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La mentira, además de no corresponderse con la realidad, implica la conciencia de que dicha afirmación no es cierta, pues de lo contrario se trataría de un error o de una simple incorrección. La mentira, por tanto, exige intención, y la intención se mueve por la voluntad de alcanzar algún objetivo, bien para obtener un beneficio a través de la falacia empleada, o bien para hacer un daño a alguien.

Cuando la sabiduría popular dijo aquello de que “la mentira tiene las piernas muy cortas” o que “se pilla antes a un mentiroso que a un cojo”, tomaba como referencia una sociedad en la que la palabra tenía un valor superior, y quienes eran responsables de gestionarla se sabían con el compromiso social de evitar que fuera tomado en vano. Esta situación facilitaba que, más antes que después, en un escenario de verdades la mentira fuera descubierta y el mentiroso señalado.

Utilizar la mentira con frecuencia y sin consecuencias es propio de quien ocupa posiciones de poder, pues de lo contrario esas “extremidades inferiores tan cortas” o la “cojera padecida” les impedirían avanzar por un terreno lleno de los obstáculos y dificultades que forman cada una de las verdades que intentan sortear.

La defensa de las ideas y valores tradicionales se basa en lo que los hombres han considerado a lo largo de la historia que eran los valores y las ideas que debían ser defendidos, pues han sido ellos quienes han ocupado las posiciones de poder para decidirlo e imponerlo. El machismo es eso, la construcción de una cultura, es decir, del conocimiento y las referencias que conlleva para definir las identidades, los roles y funciones de cada persona, y los tiempos y espacios que deben ocupar en la sociedad dependiendo de su condición, y de ese modo, establecer el tipo de relaciones que han de mantener esas personas según esa “normalidad”.

Las posiciones conservadoras y tradicionales defienden los elementos que desde esa construcción androcéntrica se han considerado adecuados para la convivencia, y así la han recogido en el derecho, en la educación, en los temas laborales, en la política, en la salud... que a lo largo de toda la historia han quedado impregnados de esos valores y de esa forma de entender la realidad. Nada diferente a lo que hemos visto también a lo largo de esta campaña electoral en los temas relacionados con la igualdad y las mujeres, especialmente en cuestiones como la violencia de género y el aborto, pero también en muchas otras derivadas. Y el problema no está sólo en las propuestas y decisiones particulares que se adopten en un momento determinado, sino en la concepción global de la que parten.

A pesar de la objetividad y las evidencias diarias de su realidad, desde el machismo lo único que contemplan son las “denuncias falsas”.

Y para poder mantener su construcción androcéntrica cediendo lo justo para que no se desestabilice, necesitan imponer sus ideas y valores a través de los instrumentos que la posición de poder ocupada a lo largo de toda la historia les ha permitido. Antes era la propia determinación de la realidad para que las cosas fueran como tenían que ser, tanto en su resultado como en el significado que se le daba. Así por ejemplo, a la violencia contra las mujeres se le ha dado un sentido de “normalidad”, como algo propio que puede pasar en las relaciones de pareja, y de hecho, se la ha invisibilizado en mitad de la violencia doméstica y familiar para que no se pudieran conocer sus características específicas. Y cuando la situación es tan grave que se produce el homicidio de la mujer, entonces se dice que el hombre estaba bajo los efectos del alcohol, de alguna sustancia tóxica, con algún problema mental, o que es extranjero.

Pero ahora la situación ha cambiado gracias a la crítica que ha hecho el feminismo y al conocimiento social que ha surgido de la misma, de manera que se han visto obligados a cambiar de estrategia para continuar igual. Y si antes su táctica estaba en imponer una “única verdad”, es decir, hacer de sus posiciones y con todos sus instrumentos la única verdad, ahora se trata de utilizar los mismos instrumentos para llevar a cabo justo lo contrario, pero con el mismo objetivo.

Ahora se trata de conseguir que no haya bases sólidas para que la sociedad no pueda posicionarse sobre ellas, y de esa manera facilitar que lo que ya existe como referencia, que son sus ideas, valores, creencias, tradiciones... continúen como elementos comunes para toda la sociedad. Por lo tanto, ahora no se trata de que haya una sola verdad, sino de que todo sea mentira para que los elementos que caracterizan la realidad no puedan ser identificados como tales, y se evite el posicionamiento crítico de la sociedad frente a ese problema.

Sin duda el ejemplo más paradigmático, y no por casualidad, es la estrategia y actitud que mantienen ante la realidad de la violencia de género con sus 60 homicidios de media al año, los 600.000 casos de maltrato identificados por las macroencuestas, los más de 800.000 niños y niñas viviendo en los hogares donde se lleva a cabo, y las agresiones y homicidios que también sufren por parte de sus padres violentos. A pesar de la objetividad y las evidencias diarias de su realidad, desde el machismo lo único que contemplan son las “denuncias falsas” y logran hacer creer que toda denuncia que no termina en condena es falsa en su origen, cuando la propia Fiscalía General del Estado recoge en sus memorias que representan menos del 1%. La capacidad de jugar con el machismo hecho cultura para hacer de la normalidad razón y justificación, y el peso que le da la autoridad “autoconcedida” a sus palabras, permite que a pesar de esa objetividad y de que el 75% de la violencia de género no se denuncia, se siga creando confusión con ese argumento.

Lo terrible es que, además, haya partidos de ultraderecha que utilicen estos datos para justificar sus políticas y propuestas.

Pero como también perciben que a pesar  de las “denuncias falsas” ya no consiguen los mismos objetivos ni la misma pasividad que antes, ahora incorporan nuevas mentiras para generar más confusión y para armar el argumento de que “todas las violencias son iguales”, de manera que no nos detengamos ante las circunstancias específicas de la violencia de género que revelan la construcción machista que da lugar a ella y a los privilegios masculinos que ven amenazados. Y entre esas nuevas mentiras de diseño están la “lista de hombres asesinados”, la “lista de mujeres asesinas”, y la “lista de niños asesinados por sus madres”. Son listas que se repiten y multiplican el mensaje que muestra a las mujeres como asesinas de hombres y niños, bien de forma separada o mezclando víctimas en la misma lista, pero lo sorprendente es que son falsas y que la falsedad se puede ver en las noticias que anexan como justificación de los casos que presentan. Su manipulación es tan burda que muchas de los casos que recogen como homicidios llevados a cabo por mujeres en verdad se trata de lesiones sin resultado de muerte, o han sido otras personas las que han cometido el homicidio, o ni siquiera se conocen las circunstancias de la muerte. Es tan grosera su estrategia que llevan a cabo que la propia noticia donde hacen referencia a la lista de mujeres asesinas la titulan como “79 víctimas de asesinatos y homicidios cometidos por mujeres en España en sus distintas formas. Año 2018”, y después recogen en el mismo texto, “40 mortales (31 dolosos, 7 culposos y 2 pendientes de clasificación), y 39 intentos frustrados”. Todo ello sin sentencia, sólo con lo que ellos consideran a partir de unas noticias en las que en algunos casos se puede leer que las mujeres a las que ya consideran asesinas es muy posible que no hayan participado.

Al final consiguen el objetivo de que en las redes y en muchos espacios se hable de las “79 víctimas” y que aumente el odio contra las mujeres, para lo cual, además, se incide en argumentos como que “los hombres han perdido la presunción de inocencia” y que “son detenidos sólo con la palabra de la mujer”, aunque esas afirmaciones sean incompatibles con la realidad que muestra que el 80% de los hombres no son condenados tras la denuncia, y con la profesionalidad de la Policía y Guardia Civil que detienen cuando las circunstancias lo requieren. Lo terrible es que, además, haya partidos de ultraderecha que utilicen estos datos para justificar sus políticas y propuestas, puede parecer extraño, pero lo triste es que todo resulta muy coherente.

Son las mentiras de verdad que se lanzan desde el poder para defender este machismo hecho cultura y todo lo que conlleva, desde la idea de orden social hasta los privilegios individuales para sus guardianes y defensores.

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