¿Es posible salvar Podemos?

¿Es posible salvar Podemos?

Lejos de haber construido una estructura de tendencia participativa y horizontal, con contrapesos y complementada por un líder democrático, respetuoso con los procesos y capaz de apasionar e inspirar a los demás a actuar y a participar, asistimos a un absoluto encumbramiento del caudillo, a la construcción de una organización en el que el líder indiscutido es la razón máxima de su existencia y pervivencia.

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Foto: EFE

Somos muchos los que vivimos ilusionados el nacimiento de Podemos. Este partido nunca fue el heredero exclusivo del 15M, pero sin duda fue uno de sus hijos más destacados. Y es que, como ya he repetido en muchas ocasiones, el 15M, más que un movimiento unívoco, fue un caldo de cultivo del que surgieron múltiples iniciativas a todos los niveles: culturales, económicas, sociales, de activismo ciudadano y, por supuesto, políticas. Sin embargo, parece que Podemos finalmente no está siendo lo que muchos participantes del 15M esperábamos: después de haber advertido ya hace dos años del riesgo de que esta formación cayese en los vicios de los partidos políticos tradicionales y se alejase de la conexión que mantenía con los electores, hoy podemos constatar hasta qué punto esto ha sido así.

Algunos defendimos desde el principio la necesidad de que todo el impacto generado en las calles por las acampadas y Democracia Real Ya tuviese también una incidencia institucional y política, y al final, el tiempo nos acabó dando la razón con la aparición de Podemos, un movimiento político que transformó gran parte del descontento ciudadano en voto útil a un nuevo partido con savia nueva y propuestas rompedoras que parecían ir por el buen camino para limpiar y democratizar la política y construir un nuevo modelo económico para el país.

Por desgracia, en estos momentos, y de forma previa al congreso de Vistalegre II, gran parte de la ilusión se ha perdido. Lejos de producirse un apasionante debate de ideas y propuestas, como sería normal en cualquier organización democrática, estamos asistiendo a un continuo rifirrafe entre pequeños grupúsculos y facciones, a una dura guerra entre distintas élites de personas afines, pertenecientes a círculos que se mueven en hábitats cerrados con una ideología muy marcada, que lejos de defender unas propuestas claras y ambiciosas para el conjunto del país tienen más que nada diferencias personales y una compartida ambición por el poder.

Esta situación viene derivada del tremendo culto a la persona que vive Podemos. Lejos de haber construido una estructura de tendencia participativa y horizontal, con contrapesos y complementada por un líder democrático (respetuoso con los procesos y capaz de apasionar e inspirar a los demás a actuar y a participar), asistimos a un absoluto encumbramiento del caudillo, a la construcción de una organización en el que el líder indiscutido es la razón máxima de su existencia y pervivencia, y en el que los procesos democráticos sólo se conciben como plebiscitos aclamatorios, no como una vía fundamental de construir una alternativa política diferente.

¿Hay solución? Solo una: conseguir que Vistalegre II no se convierta en una aclamación acrítica de un caudillo, precedida por un enfrentamiento competitivo entre distintas familias y una purga de los perdedores.

Esto queda todavía más patente si analizamos algunos de los escritos que al calor de estos enfrentamientos se han venido publicando en los últimos días, como en el caso de Luis Alegre, uno de los fundadores de Podemos. En este artículo, lejos de criticar a Pablo Iglesias por no apostar por un partido más abierto y democrático, Alegre habla todo el tiempo de grupúsculos, conspiraciones, deslealtades, amigos y enemigos. Los participantes en los círculos, las personas con una amplia formación y conocimientos capaces de revertir el rumbo errado de este país, los ciudadanos... no cuentan ni aparecen por ningún lado. Artículos como este dejan más claro que nunca el hecho de que Podemos se ha convertido en un ring de la lucha por el poder entre camarillas, a las que poco les importan las propuestas de cambio y la situación de la mayoría de los españoles.

Pero, ¿qué poder? El problema de estas peleas entre facciones tan típicas -por desgracia- de la izquierda es que, básicamente, al final no hay ningún poder real que alcanzar. Estos enfrentamientos enconados que persiguen conservar un reducto de influencia en el seno de una organización determinada al final producen un distanciamiento absoluto de la ciudadanía y del "pueblo" al que dicen representar y abocan a cualquier formación política a la marginalidad. Que no se llamen a engaño en Podemos: gane quién gane en Vistalegre, en estos momentos han perdido la mayor parte del capital social que atesoraban. Tal y como están las cosas, están destinados a ser un partido político con presencia testimonial en el Parlamento, tan solo ligeramente más relevante de lo que fue IU (un partido que precisamente siempre ha estado repleto de corrientes, siglas y camarillas conspiratorias en lucha por su propia parcela de poder interno, pero completamente desconectado de la realidad del grueso de los españoles).

¿Hay solución? Solo una: conseguir que Vistalegre II no se convierta en una aclamación acrítica de un caudillo, precedida por un enfrentamiento competitivo entre distintas familias y una purga de los perdedores. Para ello, es necesario que Podemos vuelva a sus orígenes, a los principios y retórica del 15M -basados en la democracia, la apertura, la transversalidad, la colaboración y la radicalidad propositiva unida al sentido común- que lo hicieron grande. Aunque el reto es difícil, quizás haya un grupo y un candidato con un documento de propuestas que pueden lograr que esto pase. Se trata de Juan Moreno Yagüe, abogado vinculado al 15M desde sus inicios, demócrata convencido y adalid contra los abusos de los bancos, que acaba de presentar una candidatura a la secretaría general de Podemos con el fin de poder defender un documento político y organizativo realmente ambicioso, denominado "Profundización Democrática" (elaborado por personas tan válidas como Víctor García y Salvador Mestre, también muy cercanos al 15M, y también asumido en la parte organizativa finalmente, todo hay que decirlo, por el equipo de Errejón).

Yagüe es sin duda el candidato más respetuoso con el espíritu inicial del 15M y con más visos de poder convertirse en un líder democrático, y no en un caudillo: una persona enfocada en sus propuestas y no en un papel personal mesiánico, sin adscripciones sectarias, con la intención de democratizar profundamente las estructuras de Podemos y con una agenda de reformas sociales, políticas y económicas radicales que sin embargo son presentadas de forma sensata y razonada, al margen de contenedores ideológicos excluyentes, consiguiendo que puedan ser asumidas por cualquiera. Ojalá él y -sobre todo- sus propuestas consigan los apoyos suficientes para poder acometer la ardua tarea de convertir a Podemos en una herramienta realmente abierta a todos aquellos que soñamos con un cambio real en nuestro país. No podemos permitirnos volver a perder la esperanza.