El país fronterizo construye una defensa solida: busca contraatacar con fuerza a Rusia
Sus autoridades creen que si quieren estar preparados, deben invertir en su propio armamento.
Consciente de su posición geográfica y del contexto geopolítico actual, Estonia ha decidido dar un paso más allá en su compromiso con la OTAN y en su apoyo a Ucrania. El pequeño país báltico se ha situado a la vanguardia del gasto militar en Europa, destinando el 5,4 % de su PIB a defensa, una cifra que supera incluso la meta del 5 % acordada en la cumbre de la Alianza en junio.
Desde el inicio de la guerra en Ucrania, Estonia ha reforzado su estrategia militar con inversiones clave. El teniente general Andrus Merilo, comandante de las Fuerzas de Defensa del país, lo resume sin rodeos: “El Gobierno ha tomado una decisión valiente. Nuestra defensa debe ser creíble incluso desde la perspectiva de Moscú”.
Esa credibilidad pasa por una capacidad real de disuasión y ataque. “Si Rusia nos ataca, la respuesta debe producirse en su propio territorio”, sostiene Merilo, que ya defendía esta postura en entrevistas anteriores. Según explica, las lecciones del conflicto ucraniano han demostrado el valor estratégico de golpear en la retaguardia enemiga.
En ese contexto, Estonia ha adquirido seis sistemas de lanzacohetes HIMARS, entregados a finales de abril, y avanza en el desarrollo de una defensa aérea de múltiples capas —una suerte de “escudo”— capaz de responder a amenazas a distintas alturas y distancias. La capacidad de atacar, en palabras de Merilo, es “la espada”.
Pero este músculo militar tiene un precio elevado. Estonia, con un PIB de 39.000 millones de euros, invertirá más de 2.000 millones anuales en defensa durante los próximos cuatro años. Para hacer frente a este gasto, el Gobierno ha optado por una combinación de recortes, subidas fiscales y más endeudamiento.
El ministro de Defensa, Hanno Pevkur, ha defendido estas medidas en varias entrevistas: “Es una inversión enorme para un país pequeño, pero la única manera de obtener financiación suficiente y rápida es a través de nuevos préstamos”. Bruselas ha permitido cierta flexibilidad en las normas de deuda para gastos de defensa, algo que Estonia piensa aprovechar.
Paralelamente, los ciudadanos afrontan subidas de impuestos: el IVA aumentó al 24 % en julio y el impuesto sobre la renta pasará al 24 % a partir del próximo año. El ministro insiste en que la mayoría de la población comprende el esfuerzo: “El 80 % apoya una defensa armada si fuese necesaria. Los estonios y los finlandeses sabemos bien cómo es nuestro vecino del Este y qué implica mantener la libertad”.
"Necesitamos producir nuestro propio armamento"
Sin embargo, los datos no son tan concluyentes. Una encuesta encargada por el Ministerio de Exteriores muestra que solo el 41 % de los estonioparlantes está a favor de destinar el 5 % del PIB a defensa. Entre la minoría rusoparlante, el apoyo cae al 6 %.
El aumento del gasto militar también está reconfigurando el sector industrial del país. Hasta ahora, dos tercios de los ingresos de la industria de defensa procedían de exportaciones. Pero eso podría cambiar.
“Antes, nuestro mercado interno era limitado. Ahora hay potencial”, dice Kalev Koidumäe, director de la Asociación de la Industria de Defensa y Espacial de Estonia. Su objetivo: que las empresas locales no solo produzcan para otros, sino que fabriquen también armas, explosivos y municiones para uso nacional.
La gran aspiración es el desarrollo de un misil de crucero propio. Merilo y Pevkur lo han mencionado en varias ocasiones como un objetivo estratégico. La pregunta ahora es si ese proyecto ya está en marcha. Koidumäe, cauteloso, no da una respuesta definitiva.
“En caso de guerra, necesitamos producir nuestro propio armamento”, afirma Merilo, convencido de que la independencia tecnológica es clave para la seguridad nacional. En un país con poco margen para el error, la defensa se ha convertido en una prioridad de Estado… aunque no todos estén de acuerdo con el precio a pagar.