"Esto es un holocausto": la foto por la que Reagan levantó el teléfono y paró a Israel en 20 minutos
En mitad de la invasión de Líbano de 1982, un bebé es retratado entre vendas y copa las portadas de todo el planeta. El presidente de EEUU no la soporta y se queja. "No sabía que tenía tanto poder", dice al colgar. ¿Trump podría hacer lo mismo en Gaza?

Estados Unidos tiene el poder de levantar un teléfono y parar la guerra de Gaza. Sólo debe pedirle a Israel que desista de su ofensiva y amenazarlo con retirarle su ayuda financiera, militar y diplomática si no frena. No hay país en el mundo que tenga la capacidad de la mayor potencia del planeta, más aún con una nación amiga desde que se creó, su portaaviones en Oriente Medio, aliada perpetua y protegida de la casa.
Pero no, el actual presidente de EEUU, Donald Trump, no va a hacer esa llamada al primer ministro de Israel, Benjamin Netanayhu, como tampoco la hizo su antecesor, Joe Biden, como no la hicieron los que vinieron antes y asistieron a las operaciones sobre la franja de 2008-2009, 2012, 2014... El republicano, actual inquilino de la Casa Blanca, ha optado por plantear una hoja de ruta para llegar a un alto el fuego, recuperar a los rehenes en manos de Hamás, obligar al partido-milicia a desarmarse y emprender, luego, una jugosa reconstrucción de la costa palestina.
Y, sin embargo, hubo una vez un mandatario norteamericano que sí dio el paso, que se plantó y exigió parar. Su influencia surtió efecto en apenas 20 minutos. Se llamaba Ronald Reagan, había sido actor y ganó las elecciones por el Partido Republicano, ese que Trump usa de escaparate y prácticamente ha desmantelado. Una foto de un niño herido lo conmovió tanto que no pudo más.
Hay que remontarse a junio de 1982. Tel Aviv dio la orden de invadir Líbano para buscar en su territorio a miembros de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), creada por Yasser Arafat. El Gobierno del entonces primer ministro, Menachem Begin, consideraba que la presencia de esos militantes representaba un problema de seguridad para su país y decidió actuar, como ya lo había hecho en 1978. La invasión israelí se dio en medio de una sangrienta guerra civil, desatada tras un ataque de las falanges libanesas, una milicia cristiana de derecha y aliada de Israel, contra a un autobús lleno de refugiados palestinos.
Tras un intento de asesinato a Shlomo Argov, el embajador israelí en Londres, Begin entendió que había un casus belli, un motivo de guerra, y cruzó la frontera. Quería expulsar a la OLP de Líbano y lo acabó logrando, porque terminó yéndose a Túnez. Israel movilizó a 60.000 soldados y, entre otras cosas, lanzó una ofensiva feroz sobre Beirut que duró diez semanas. Uno de sus bombardeos fue de once horas, ininterrumpidamente, y dejó más de cien muertos. Tel Aviv hablaba entonces de necesidad de "limpieza". Hoy se emplea la misma palabra para Gaza.
Tras ese día, el 2 de agosto de 1982, la prensa mundial publicó unas fotografías terribles de un bebé de siete meses envuelto en vendas, el torso completamente cubierto, como los ojos y parte de sus piernas. Los reporteros de las agencias Associated Press y UPI lo encontraron en un hospital de la capital libanesa e informaron de que había perdido los brazos. Se llamaba Elie Masso y era cristiano. Un ejemplar de The Washington Post con esa imagen acabó en la mesa de Reagan y lo dejó sin palabras, conmocionado. Lo comentó con su equipo, incluyendo su secretario de Estado, George Shultz, y dijo que esa instantánea le parecía un símbolo de la devastación de la guerra.

Cuentan libros como The Reagan Paradox: The Conservative Icon and Today's GOP, de Lou Cannon, que Reagan pidió de seguido una conferencia telefónica con Begin y le dijo: "Menachen, esto es un holocausto", a lo que el israelí le respondió: "Señor presidente, creo que sé lo que es un holocausto". El norteamericano insistió en que había que parar el asedio, la "destrucción y el derramamiento de sangre innecesarios", que comandaba el entonces ministro de Defensa de Israel, un joven Ariel Sharon.
A los 20 minutos de la llamada, Begin dio la orden de acabar con el ataque. Cuando el premier israelí llamó de nuevo a Reagan para informarle de su decisión, el republicano le dio las gracias, colgó y reconoció ante el subjefe de gabinete de la Casa Blanca, Michael Deaver: "No sabía que tenía esta clase de poder".
Las precisiones
La fotografía del pequeño Elie fue un mazazo mundial. En un momento en el que la prensa contaba con la confianza de los lectores, cuando no existían las redes sociales ni la inmediatez del directo, una imagen de esa contundencia era el mejor resumen de un conflicto complejo de explicar. Así que fue mucho el escozor que generó, más allá de Reagan y de que, al final, sus heridas fueran menores a lo informado.
Como relata también el Washington Post, Israel se afanó en los días siguientes en explicar en la Casa Blanca que el niño estaba bien y que no habían sido sus aviones los que destruyeron su casa, en la zona de Ramatiye. El entonces ministro de Salud e Israel, Eliezer Shostak, envió una carta a Reagan en la que daba cuenta de las verdaderas heridas del crío, con testimonios de su familia y de un médico, que aún pueden leerse en el archivo del entonces presidente. También insistía en que no había sido atacado por Israel, sino que sus males se debían a los "bombardeos indiscriminados" de la OLP, de los palestinos, en zonas residenciales.
Al parecer, el bebé había sido vendado de arriba a abajo para tratar las heridas que le había producido un ataque aéreo, pero no había perdido sus brazos, sino que los tenía muy pegados al tronco y eso dio la sensación a los fotógrafos de que en realidad sus extremidades habían sido amputadas. UPI también corroboró esa versión en un comunicado posterior, achacando el error de su reportero a la "confusión reinante en ese momento, tanto en el hospital como en la ciudad" de Beirut. Sin embargo, en la rectificación de este medio no se tocó la versión inicial de su pie de foto de que era el Ejército de Israel el que había atacado la vivienda del menor.
Constantin Hana Masso, el abuelo del niño; su madre, Sida, y un doctor identificado como G. Hage informan en el dossier israelí de que el niño sufrió, al fin, una fractura en un brazo y quemaduras en la frente y en las piernas. Un "fragmento de proyectil" le causó los mayores daños. "Se ha recuperado bien de las quemaduras y su fractura está sanando bien", señala el ministro, que mandó expresamente a médicos de su país para evaluar el estado del chico. A los ocho días, fue dado de alta y, ya en su casa, fue retratado de nuevo por los enviados de Israel. "Este es mi hijo", se lee al lado, escrito en árabe, de puño y letra de la madre.

El New York Times acompañaba la imagen de una información en la que explicaba que la imagen de Israel se estaba enturbiando por las matanzas en Líbano. Begin estaba incluso mandando visitantes a la zona en un intento de mostrarles que su Ejército era "el más humano del mundo", dice la información. "Pero la imagen sigue siendo generalmente negativa, según muchos funcionarios, y creen que la invasión de Líbano ha generado una nueva metáfora en la que Israel es visto como Goliat y la OLP como David", expuso este medio el 21 de agosto de 1982.
Reagan y Oriente Medio
Las imágenes de Gaza de estos dos años no conmueven igual, quizá porque todos, hasta los presidentes de EEUU, estamos imperdonablemente anestesiados de tanto verlas. Pero el horror de cada historia es indescriptible. Ahí está, por ejemplo, ese niño que sí fue doblemente amputado, que se quedó sin brazos y cuyo retrato en el NYT mereció el último World Press Photo. Mahmoud Ajjour se llama el menor palestino, de nueve años. Samar Abu Elouf, la fotoreportera.
Aparte de aquel aparente ramalazo de humanidad, Reagan tenía especial interés en que las cosas no fueran a más en Líbano porque quería que EEUU fuera un mediador y pacificador en toda la región, no sólo en el conflicto palestino-israelí (apostó por un proceso de paz integral) sino en Oriente Medio. Washington estaba tratando de ganar aliados y de buscar territorios en los que expandirse, sobre todo en lo defensivo y en lo comercial.
No estaba de acuerdo con las andanadas de Israel porque ponían esos objetivos en peligro, por lo que llegó a nombrar varios enviados especiales para la zona para imponer su visión. Incluso mostró su enfado a Tel Aviv no vetando la resolución 509 del Consejo de Seguridad de la ONU, que reclamaba la retirada "incondicional" de Israel de suelo libanés. Se planteó imponer sanciones a Israel, pero no se atrevió por no enemistarse más. Al final, Reagan fue parte en las negociaciones que hicieron que los miembros de la OLP se exiliaran de nuevo, esta vez al norte de África.
En un discurso pronunciado el 20 de septiembre de aquel año, televisado y radiado a la nación, el mandatario anunció el envío a Líbano de 1.200 marines para una fuerza internacional en la que también participaron Francia e Italia para garantizar la paz tras aquellos ataques y para ayudar al Gobierno local a tener algo de estabilidad. Sus palabras hoy contrastan con las de Trump. Habló de las "víctimas palestinas de esta tragedia", de "poner fin a la pesadilla", de la "absoluta necesidad" de paz. "Los niños no se vengan con el asesinato de otros niños", dijo, con Elie en la memoria, seguramente.
También insistió en que "Israel debe haber aprendido que no hay manera de que pueda imponer sus propias soluciones a odios tan profundos y amargos". De seguir así, avisaba, "sólo se hundirá más en el atolladero". "A menos que Israel actúe con rapidez y valentía para retirarse, se verá cada vez más involucrado en problemas que no le competen y que no puede resolver", insistía en alusión a Líbano. La prioridad debía ser "resolver el problema palestino" y la defensa de la "seguridad" de los civiles. "El mundo entero será un lugar más seguro cuando esta región, que ha conocido tantos problemas, pueda comenzar a conocer la paz", concluyó.
Reagan fue el hombre del bombardeo de Libia y el escándalo Irán-Contra, además del defensor de un nuevo rearme masivo para hacer frente a la Guerra Fría con la URSS. Pero también quien, con una llamada, mandó parar a Israel. Y lo logró.
