POSE

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Ring the alarm! La nueva serie de Ryan Murphy no reivindica nada, no es necesaria. Es hedonista. Si Disney hubiese encargado un cuento de princesas trans en el New York de los 80 es probable que le hubiese quedado aún más realista que a FX, pero que el estreno de esta nueva serie sirva de excusa para un nuevo resurgir del mundo del ball y de la gay scene americana es siempre motivo de fiesta. Sofá, pizza, marihuana y Dona Summer, ¿what else? Paris is Burning. Sin el visionado previo del magnífico documental de Jennie Livingston el espectador corre el riesgo de no poder disociar lo que es realidad de puritica fantasía.

Porque POSE es una fantasía contemporánea, una 'americanada' enorme donde el color resulta anacrónico y los ambientes están más recreados que el vestidor de soltera de Carrie Bradshaw. Pero, ¿importa? La producción seduce por el contenido, por el tono, por lo que sea que tenga de carácter histórico de una lucha, la trans, que ya venía necesitando de más fiesta y menos drama para comenzar a abandonar los márgenes a los que la gran pantalla la había relegado. La aparición de POSE no se entiende sin el éxito mundial del formato RuPaul Drag Race, pero whoever be the major bitch, Mama has arrived and you can't miss her. Razones aquí:

  1. BLACK POWER. Blanca Evangelista es la madre soñada por cualquiera que haya necesitado empezar de cero y salir de algún armario llamado identidad oculta, mendicidad u ostracismo. Si algo reivindica POSE es el carácter acogedor de dos colectivos, el negro y el trans, para los cuales 'la comunidad' ha sido clave no ya en la consecución de derechos –algo tan socialdemócrata que les queda grande-, sino en su propia supervivencia como especie en un hábitat tan hostil como el liberalismo norteamericano. La antagonista del cuento, Elektra Abundance, representará la otra cara del racismo y a la zorra marica que todos llevamos dentro. La comunidad necesita de bitches.
  2. Disco. Estamos tan acostumbrados en la actualidad a adaptar nuestros oídos a cualquier mierda enlatada –olvidaré haber escrito esto cuando hable sobre Bad Gyal- que la banda sonora de la serie penetra en nuestros tímpanos como si estuviésemos en el Concierto de Año Nuevo al lado de una noble japonesa. Fantasía sonora que amenaza con suponer un revival excesivo de los 80 en nuestras playlists. La nostalgia es el negocio más cíclico que conocemos, por desgracia.
  3. Drag."We all born naked and the rest is drag". La única frontera que conoce el drag se llama libertad y POSE lo cuenta así de claro. La envidia, encarnada en el encorsetado hombre blanco de clase media que admira el valor del drag por elegir su existencia, es un punto de partida interesante para todos aquellos que recelan de la exploración propia y adolecen obsoletos en el prejuicio. Como advertencia, el espectador no debe dejar de contextualizar el momento histórico que narra la serie si no quiere perderse en el vertedero intelectual donde fueron a parar todas las etiquetas que trajo consigo el progreso. La mayoría, por suerte, están caducas en la actualidad.
  4. El lado hetero de las cosas. Existe, sí, por aburrido que parezca. La historia de amor entre el gay y el hombre casado era, hasta ahora, un clásico más popular que cinematografiado. En POSE conocemos las razones –un tanto idílicas, al gusto de Disney- que llevan a un aprendiz de lobo de Manhattan a lanzarse a una doble vida trepidante por el amor de una mujer transexual. La historia entreAngel y su 'hombre' apesta a género romántico, mucho, pero retrata con bastante veracidad los comportamientos y códigos que se establecen en la intimidad de un idilio en secreto.
  5. New York. La ciudad global que nunca deja de serlo. El Nueva York más atractivo vuelve a nuestras vidas por medio de espacios que relucen como nuevos. Si quedaba algo por mostrar de ésta fascinante ciudad, POSE nos brinda la oportunidad de conocer lugares donde estas heroínas tejieron un estilo de vida que hoy sigue enamorando a los fashionistas más influyentes de las redes sociales. Gente haciendo voguing en parques, entre yonkis, en el muelle; la nueva Meca del drag.
  6. VIH. El virus como hilo conductor, como personaje que habita y recorre los mismos lugares que los protagonistas. No se puede no hablar del SIDA en POSE sin retratar, con cierto idealismo, la actitud queer frente a la vida y la muerte. La amiga que viene a casa llorando por la muerte de un novio versus la amiga que sale de casa borracha y muerta de risa. Real y frívola como la marica ochentera en sí misma -he aquí alguna de esas etiquetas.

En cuanto a lo social, y pese a la hipersensibilidad contemporánea ante cualquier tema de género e identidades, POSE parece acometer una actitud poco polemista. De haberla, su defensa radicará en la historicidad de los hechos que narra pero queda por ver aún cómo evolucionará la trama, cómo la sociedad acoge al producto, qué tipo de modas -no solo en la vestimenta- resurgirán entre su público más joven y cómo se irá integrando en una comunidad que, como apuntaba en el post anterior, necesitará siempre de la discusión como modo de comunicación natural y disidente.

El fenómeno arranca más que bien: actrices transexuales en el reparto (conviene recordar la polémica en torno al personaje trans de Paco León), activismo de corte clásico en la trama, doble lucha antirracista y antifobias, demonización del capitalismo y el heteropatriarcado, fricciones entre las distintas ramificaciones del colectivo lgtbi y dos únicos y claros objetivos; el éxito y la fiesta. Si alguien da más que también lo convierta en serie, por favor.

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