Hacer deporte no es bueno
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Hacer deporte no es bueno

A todo el mundo le ha dado ahora por hacer deporte. Los médicos de adultos recomiendan encarecidamente hacer deporte, los pediatras insistimos en que los niños hagan deporte. Hasta el titular que he puesto a este artículo chirría y seguro que me cae algún comentario resaltando mi desatino y poco juicio.

GTRES

A todo el mundo le ha dado ahora por hacer deporte. Los médicos de adultos recomiendan encarecidamente hacer deporte, los pediatras insistimos en que los niños hagan deporte. Hasta el titular que he puesto a este artículo chirría y seguro que me cae algún comentario resaltando mi desatino y poco juicio.

Pero desde el albor de la historia cuando los chamanes, brujos, galenos, barberos o cirujanos apreciaban en la sociedad que algo era malo y se sostenía en el tiempo creaban una especialización de su sabiduría para poder ahondar en el conocimiento, desligándose de los demás colegas. Así hemos asistido en los últimos años a todo tipo de especializaciones; como los alergólogos que descubrieron que algunas personas interaccionaban mal con su entorno, ginecólogos que descubrieron a la mujer y sus múltiples posibilidades de acojonarla para que se hiciera pruebas de todo tipo, psicólogos y psiquiatras que vieron el poder y la debilidad de la mente humana, etc. Una larga lista de la que me gustaría destacar dos actividades altamente peligrosas que llevaron, como no, a su especialización médica y que son el trabajo y el deporte.

Que el trabajo es peligroso nos lo recuerdan a diario sindicatos y comités de empresa ante el gran número de accidentes ocasionados durante el horario laboral e incluso durante los desplazamientos a tan preciada actividad; surge la medicina de empresa.

Y el deporte, que ha generado múltiples subespecialidades, no solo la medicina deportiva, sino también fisioterapeutas, osteópatas, masajistas, personal trainers, coach y de mi época el doctor Pirri y el doctor Corbalán, compañeros de facultad. Es una actividad peligrosa en sí misma desde varios puntos de vista: sobrecarga muscular, sobreesfuerzo de articulaciones, lesiones y fracturas de todo tipo por contacto, caída o fatiga tisular, competitividad disfrazada con la manida frase de que lo importante es participar, frase que solo repiten los que han perdido, fracasados que la utilizan para consolar su ineptitud y mediocridad.

Yo me pregunto cómo éticamente puedo recomendar hacer deporte a tiernos infantes con el pretexto de evitar la obesidad o hacer una vida sana. Pues no, no es sano el deporte, no me atrevo a incitar a mis pequeños pacientes a inmiscuirse en ese proceloso mundo deportivo, con riesgo para su futuro y daño para su integridad, abocarlos a consultas con el especialista en medicina deportiva de turno porque no había meditado lo suficiente sobre las cosas que siempre hacemos sin pensar.

Recapacitemos, antes de mandar inconscientemente a los menores al padecimiento innecesario, al riesgo psicológico y social de la incapacidad, meditemos sobre lo óptimo y lo cabal.

¿Qué es lo realmente malo y penoso para la salud? ¿De qué debe huir la infancia para evitar la obesidad? ¿Qué es lo que fomenta su desarrollo saludable?

El gran mal de la infancia en nuestro días se llama sedentarismo. Genera obesidad, que unida a malos hábitos alimentarios crearán en el futuro gordos con grasa y azúcar en las arterias, candidatos al infarto prematuro o a la diabetes. Hoy día la calle no existe, los niños van del colegio a la consola o a hacer mil deberes en interminables horas de estudio, horas de colegio que se prolongan con inútiles extraescolares diseñadas para cubrir el tiempo que la no conciliación laboral y familiar de los padres impide. El juego de patio y calle, la sociabilización en el parque, el ir y volver al colegio andando, el club social para los mayorcitos o los paseos arriba y abajo en busca de algo en que pasar la tarde se convierten en sedentarios juegos de consola compartiendo intereses con no se sabe quien puede estar al otro lado de la línea telefónica.

Hay que huir del sedentarismo, pero de ahí a lanzarlos al deporte hay una zona intermedia que tendríamos que recuperar, reivindicar espacios seguros en las ciudades, otra forma de construir y diseñar nuestro entorno, eliminar tareas escolares fuera de horario laboral igual que exigimos nosotros en nuestro trabajo. No a las jornadas infantiles de 12 horas.

Sí a una conciliación laboral y familiar real, que nos permita jugar con nuestros hijos, no hacer los deberes con ellos, no, jugar, visitar lugares, participar en actividades ciudadanas y de barrio, permitirles que aprendan con nosotros, que desarrollen su capacidad intelectual y sus valores con nuestro ejemplo, que para eso son nuestros hijos y nos propusimos un día criarlos en sabiduría y honestidad, no aborregarlos en actividades repetitivas físicas y competitivas como el fútbol, donde prima más el músculo que el cerebro y que les abocará a un futuro de desastre, a no ser que sean del Atleti #AupaAtleti.