Censura de banderas, presiones a los artistas, limitaciones a la prensa... Así ha llegado Eurovisión a la mayor crisis reputacional de su historia
Los organizadores han impuesto medidas muy polémicas para evitar (sin éxito) que el cisma por la participación de Israel contaminara el concurso: "Lo han despojado de sus valores tradicionales".
La Unión Europea de Radiodifusión (UER), ente organizador del festival de Eurovisión, autorizó este viernes la participación de Israel en la próxima edición del concurso después de someter a votación entre sus miembros los cambios en el reglamento que anunció dos semanas antes para impedir, entre otras cosas, "influencias externas" en los resultados.
La organización evitó, en todo caso, satisfacer las peticiones de algunas televisiones - entre ellas, RTVE - para hacer un "referéndum" concreto y directo sobre la conveniencia de la presencia de Israel en el concurso a cuenta de sus acciones en la franja de Gaza a lo largo de estos dos últimos años, que algunas asociaciones y organismos internacionales han calificado de "genocidio".
En palabras de la corporación pública española, "la presidencia de la UER" rechazó dicha propuesta y vinculó el visto bueno a la participación de Israel a la aprobación de esas nuevas normas generales. "Esta decisión acrecienta la desconfianza en la organización del festival y confirma las presiones políticas en torno al mismo", aseguró posteriormente RTVE en un comunicado en el que también anunció su salida del festival por primera vez en más de sesenta años. No fue la única: las cadenas públicas de Países Bajos, Eslovenia e Irlanda tomaron el mismo camino e Islandia decidirá sobre ello la próxima semana.
La postura de RTVE no ha causado sorpresa después de que el Consejo de Administración de la misma mostrara su determinación de marcharse del festival en septiembre y después de que su presidente, José Pablo López, acusara a la UER y al festival de tomar decisiones de forma arbitraria y política. "Eurovisión no es un concurso de canciones, sino un festival dominado por intereses geopolíticos y fracturado", señaló este mismo jueves.
Cómo hemos llegado hasta aquí
El estallido del conflicto en Oriente Próximo tras los atentados de Hamás el 7 de octubre de 2023 ha generado un cisma irreconciliable dentro del seno de la UER y ha llevado a sus principales dirigentes a tomar decisiones que algunas de las cadenas integradas y los propios fans del festival han criticado en las dos últimas ediciones del concurso.
Y ya no sólo en lo referido a Israel y la permisividad que se ha tenido con una cadena acusada de utilizar el concurso como plataforma para su propaganda (la propia UER obligó a cambiar su canción de 2024 por contener mensajes políticos y en 2025 envió como representante a una superviviente del atentado del 7-0 sin experiencia previa en la música) o de saltarse algunas de las normas del concurso (utilizó publicidad institucional para influir y movilizar el televoto, su delegación tuvo rifirrafes en 2024 con las de otros países y sus comentaristas realizaron en pleno directo críticas despectivas o incluso "racistas" sobre algunos de los participantes. Todo ello, sin castigo posterior por parte de la organización).
En una dinámica compleja y de difícil comprensión, la UER ha ido introduciendo en paralelo mecanismos para mantener una supuesta "neutralidad política" del concurso, lo que a su vez ha traído consigo denuncias de censura tanto por parte de los cantantes y la delegaciones como también por los propios fans.
Como, por ejemplo, la implantación de un denominado "código de conducta" de obligado cumplimiento que limitaba las acciones (y declaraciones) de los artistas bajo la excusa de proveerles un "entorno de bienestar". Muy paradigmático es el caso de la irlandesa Bambie Thug, a la que le impidieron salir al escenario con un maquillaje que incluía en la cara las palabras Saor Don Phalaistin (Libertad para Palestina) y Ceasefire (Alto el fuego). Ambos mensajes estaban escritos en Ogham, una lengua celta utilizada por los druidas. A los cantantes también se les desconectaba pronto el micrófono tras su actuación para evitar que pudieran lanzar alguna consigna... aunque esta fuera en favor de la paz.
A los artistas también se les ha prohibido exhibir cualquier otra bandera que no fuera la oficial de su país tanto en las galas como en los actos paralelos del festival. Ni siquiera pudieron mostrar alguna que representara al colectivo LGTBIQ+, uno de los segmentos principales de la audiencia del festival. Además, este año se anuló cualquier rueda de prensa con los artistas para evitar que pudieran pronunciarse sobre la participación de Israel a preguntas de los periodistas acreditados. Algo que sí ocurrió en 2024 y que, según denunció el propio perjudicado, hizo que a un periodista se le denegara la acreditación de prensa en la siguiente edición por preguntarle a la candidata israelí si consideraba que su presencia ponía en riesgo al resto de compañeros.
Los espectadores también sufrieron la presión de la organización, después de que en 2024 se les prohibiera llevar banderas palestinas al recinto de Eurovisión o exhibir cualquier otra que no fuera la de un país participante. Lo que, paradójicamente, hizo que se impidiera el acceso a personas con banderas de la Unión Europea (UE). Una situación extravagante (Eurovisión es un concurso donde participan muchos países del entorno comunitario) que obligó a Bruselas a presentar una queja oficial. Además, se evitó a toda costa que el público pudiera abuchear y gritar proclamas a favor de Palestina durante la actuación de Israel, sin temor incluso a usar la fuerza. Como demostró un vídeo de la final de este año donde vigilantes de seguridad golpean y tiran del pelo a un espectador.
Los expertos se pronuncian
Periodistas y analistas especializados en Eurovisión consultados por El HuffPost critican estas maniobras de la UER que han desembocado en la mayor crisis reputacional de Eurovisión en toda su historia. "Los organizadores han demostrado una complicidad y una benevolencia absoluta ante la instrumentalización del festival por parte de Israel. Y también han logrado despegar el certamen de los fans y de los medios especializados, que han sido soporte y motor del festival durante mucho tiempo. Especialmente, en sus horas más bajas. Y todo para convertir Eurovisión en un chiringuito a merced de unos pocos, despejándolo de los valores que antes defendía. El futuro que le espera a la marca 'Eurovisión' se antoja muy oscuro. Y España no puede ser cómplice de ello", defiende Rocío Muñoz, colaboradora de la web Eurovision-Spain.com.
"El festival ha sido secuestrado por Israel, que ha puesto toda su maquinaria económica para poder comprar votos en los últimos años. Eurovisión está manipulado y ya no se premia la calidad musical, sino lo político. Y la UER ha sido muy hipócrita diciendo que no es un festival político mientras altos representantes israelíes han estado negociando para que su país pudiera seguir en el concurso. Veremos si también han utilizado dinero para conseguirlo, no sería extraño", asegura por su parte el experto Juanma Fernández.
Cristhian Solano, de ESCPlus España, analiza por su parte que la UER ha orientado su gestión en estos últimos años "hacia un modelo cada vez más empresarial, alejándose de la esencia original del Festival de Eurovisión". "Por eso han podido adoptar decisiones que desdibujan los valores fundacionales del certamen. Eurovisión ha sido históricamente un espacio seguro para el colectivo LGTBIQ+, un refugio donde la libertad artística, identitaria y expresiva formaba parte consustancial de su ADN. Sin embargo, la prohibición de banderas que representan identidades, luchas o libertades individuales ha limitado expresiones que durante décadas fueron naturales en el escenario eurovisivo", dice sobre la censura de algunas enseñas. Y respecto a las restricciones de prensa, detalla que la organización ha limitado de forma deliberada "la libertad de información para debilitar parte del ecosistema mediático que históricamente ha sostenido el evento".
Los tres, además, se muestran satisfechos con la decisión adoptada por RTVE de abandonar la competición. "España se va por dignidad, por los derechos humanos y por no contribuir a financiar un certamen manchado y al servicio del blanqueamiento del Estado de Israel", señala Muñoz. "RTVE ha peleado en todo momento por volver a esos valores con los que se fundó el festival", añade Fernández. Y Solano mira hacia el futuro: "Estoy convencido de que España volverá a Eurovisión en el futuro, pero lo hará con la cabeza alta y con dignidad, sabiendo que no fue cómplice de prácticas que vulneran los principios esenciales del certamen".