El Nobel que confundió Lima con su biblioteca: la última ficción de Vargas Llosa
Su hijo Álvaro cuenta emocionado en París el ritual que su familia y el Premio Nobel establecieron en la antesala de su muerte.

En sus últimas semanas de vida, Mario Vargas Llosa vivió dentro de una novela que, de algún modo, también era suya. Su familia convirtió Lima en una biblioteca sobre ruedas: cada tarde lo subían al coche y lo llevaban a los escenarios de sus libros, desde La ciudad y los perros hasta Conversación en la Catedral. El escritor, debilitado por el deterioro cognitivo y la edad, parecía por momentos reconocerse en esos paisajes de ficción que él mismo había inventado décadas atrás.
La escena la ha contado este martes en París su hijo mayor, Álvaro Vargas Llosa, durante un homenaje organizado en la Casa de América Latina junto al Instituto Cervantes y la editorial Gallimard. “Fue un ritual diario”, explicó ante un auditorio de amigos, escritores y diplomáticos. “Cada día recorríamos un barrio distinto de Lima. Nunca se ha publicado ni relatado en otro lugar, así que ustedes son los primeros en saberlo”.
El Nobel peruano, que murió el pasado 13 de abril a los 89 años, “recordaba un poco, al menos un poquito”, relató su hijo. “Había momentos en los que uno podía jurar que volvía a transformarse mentalmente en alguno de sus personajes”. Y añadió una frase que resume la esencia de su padre: “La ficción fue su vida misma. Siempre la consideró una forma de venganza contra los límites de la existencia humana”.
No era solo literatura: era un modo de sobrevivir. Según Álvaro, esos paseos le devolvían cierta chispa de memoria, como si la realidad necesitara imitar a la ficción para seguir en pie. “No me atrevo a afirmar con certeza que se transformara mentalmente en uno de estos personajes. Nunca lo sabremos”, dijo, “pero hubo pequeños momentos en los que podría haber jurado que así fue”.
La ceremonia reunió también a su hermano Gonzalo, al secretario permanente de la Academia Francesa, Amin Maalouf, y al editor Antoine Gallimard. Fue un acto discreto, sin espacio a la solemnidad, donde Parí, la ciudad donde Vargas Llosa se hizo escritor, volvió a cruzarse con su destino. En esos últimos días, contó el hijo del Premio Nobel, ocurría algo más: “Sin razón aparente, empezaba a hablar francés. Le conmovían especialmente los versos en francés”.
Gonzalo, más íntimo, habló del padre y del compañero de viaje: “Lo extrañaré mucho, no solo como padre, sino como compañero de navegación alrededor del mundo”. También recordó su respeto por los diferentes puntos de vista y su consejo más repetido: “Lo importante es encontrar una pasión en la vida y seguirla”.
Seis meses después de su muerte, Vargas Llosa vuelve a estar presente, inevitablemente, en la antesala de que se falle el Premio Nobel de Literatura 2025. Este jueves 9, no antes de las 13:00 horas (11:00 GMT), la Academia Sueca abrirá la puerta de su sala de prensa para anunciar quién es el nuevo premiado: Haruki Murakami, Mircea Cărtărescu, César Aira o Anne Carson figuran en las quinielas de los favoritos, aunque la historia reciente invita a desconfiar de las apuestas: Han Kang (2024), Jon Fosse (2023) y Annie Ernaux (2022) ya sorprendieron a todos.
