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España revolucionó la cocina coreana aportando el gran ingrediente a uno de sus platos más populares

España revolucionó la cocina coreana aportando el gran ingrediente a uno de sus platos más populares

Se trata de un plato de hace más de 2.000 años que evolucionó con el tiempo.

España revolucionó la cocina coreana aportando el gran ingrediente a uno de sus platos más populares

Se trata de un plato de hace más de 2.000 años que evolucionó con el tiempo.

España revolucionó la cocina coreana aportando el gran ingrediente a uno de sus platos más populares

Se trata de un plato de hace más de 2.000 años que evolucionó con el tiempo.

España revolucionó la cocina coreana aportando el gran ingrediente a uno de sus platos más populares

Se trata de un plato de hace más de 2.000 años que evolucionó con el tiempo.

España revolucionó la cocina coreana aportando el gran ingrediente a uno de sus platos más populares

Se trata de un plato de hace más de 2.000 años que evolucionó con el tiempo.

Comida tradicional coreana kimchi picanteGetty Images

El kimchi es uno de los pilares fundamentales de la gastronomía coreana con más de 2.000 años de historia. Durante siglos, este plato tuvo una apariencia muy distinta a la actual, era pálida y un sabor más neutro. El kimchi que conocemos ahora cuenta con un característico color rojo y su intenso sabor picante. Este cambio tan radical fue la consecuencia de añadir a la receta un ingrediente que no es originario de Corea, sino de América, y que llegó a la península coreana gracias a la influencia de España.

El kimchi nació como una forma de conservar verduras en salmuera para garantizar una fuente de vitaminas y minerales durante todo el año. En sus inicios, los coreanos fermentaban col, nabos y otros vegetales en vasijas de barro, utilizando solo sal y agua. Con el tiempo, los diferentes climas y regiones de Corea dieron lugar a distintas variedades de kimchi, algunas con mariscos, otras con carne o ingredientes adicionales.

Sin embargo, en los templos budistas, donde la alimentación estaba estrictamente regulada, se prohibía el uso de cinco ingredientes: ajo, cebolla, puerro, cebolleta china y dallae. Según contó el chef surcoreano y codirector de la marca de fermentados Popo Umami, Luke Jang, a la Cadena Ser, estas verduras eran consideradas estimulantes que podían alterar la mente y los deseos de los monjes en su práctica de meditación. Así nació un tipo de kimchi más suave, sin ingredientes intensos y con un sabor equilibrado, diseñado para no interferir con la tranquilidad espiritual. 

El giro inesperado

El gran cambio en la historia del kimchi no ocurrió hasta el siglo XVII, cuando un ingrediente revolucionario llegó a Corea desde América. Tras el descubrimiento del "Nuevo Mundo", España introdujo la guindilla en Europa, desde donde se extendió a India, Japón y finalmente Corea. Aunque no está del todo claro cómo llegó exactamente a la península coreana, se cree que pudo haber sido introducida durante las guerras entre Corea y Japón en el año 1600.

Los coreanos, que nunca habían probado un sabor tan intenso, describían la guindilla como "amarga", porque en su idioma no existía una palabra específica para el picante extremo que experimentaban. Pero pronto descubrieron que esta nueva especia no solo añadía un sabor único, sino que también mejoraba la fermentación del kimchi, ayudaba a conservarlo mejor y eliminaba los olores fuertes del pescado o la carne fermentada. Desde ese momento, la guindilla se convirtió en un ingrediente esencial del kimchi y su potente color rojo pasó a ser un símbolo de la gastronomía coreana.

Un legado español

Resulta imposible imaginar el kimchi sin el característico toque picante de la guindilla, pero su introducción en Corea no habría sido posible sin la expansión global de este ingrediente a través de España. Este inesperado vínculo histórico entre ambos países demuestra cómo la gastronomía es un reflejo de la historia y los intercambios culturales. Lo que comenzó como un simple experimento de conservación de alimentos terminó convirtiéndose en un plato icónico de la cocina coreana.

El kimchi es uno de los pilares fundamentales de la gastronomía coreana con más de 2.000 años de historia. Durante siglos, este plato tuvo una apariencia muy distinta a la actual, era pálida y un sabor más neutro. El kimchi que conocemos ahora cuenta con un característico color rojo y su intenso sabor picante. Este cambio tan radical fue la consecuencia de añadir a la receta un ingrediente que no es originario de Corea, sino de América, y que llegó a la península coreana gracias a la influencia de España.

El kimchi nació como una forma de conservar verduras en salmuera para garantizar una fuente de vitaminas y minerales durante todo el año. En sus inicios, los coreanos fermentaban col, nabos y otros vegetales en vasijas de barro, utilizando solo sal y agua. Con el tiempo, los diferentes climas y regiones de Corea dieron lugar a distintas variedades de kimchi, algunas con mariscos, otras con carne o ingredientes adicionales.

Sin embargo, en los templos budistas, donde la alimentación estaba estrictamente regulada, se prohibía el uso de cinco ingredientes: ajo, cebolla, puerro, cebolleta china y dallae. Según contó el chef surcoreano y codirector de la marca de fermentados Popo Umami, Luke Jang, a la Cadena Ser, estas verduras eran consideradas estimulantes que podían alterar la mente y los deseos de los monjes en su práctica de meditación. Así nació un tipo de kimchi más suave, sin ingredientes intensos y con un sabor equilibrado, diseñado para no interferir con la tranquilidad espiritual. 

El giro inesperado

El gran cambio en la historia del kimchi no ocurrió hasta el siglo XVII, cuando un ingrediente revolucionario llegó a Corea desde América. Tras el descubrimiento del "Nuevo Mundo", España introdujo la guindilla en Europa, desde donde se extendió a India, Japón y finalmente Corea. Aunque no está del todo claro cómo llegó exactamente a la península coreana, se cree que pudo haber sido introducida durante las guerras entre Corea y Japón en el año 1600.

Los coreanos, que nunca habían probado un sabor tan intenso, describían la guindilla como "amarga", porque en su idioma no existía una palabra específica para el picante extremo que experimentaban. Pero pronto descubrieron que esta nueva especia no solo añadía un sabor único, sino que también mejoraba la fermentación del kimchi, ayudaba a conservarlo mejor y eliminaba los olores fuertes del pescado o la carne fermentada. Desde ese momento, la guindilla se convirtió en un ingrediente esencial del kimchi y su potente color rojo pasó a ser un símbolo de la gastronomía coreana.

Un legado español

Resulta imposible imaginar el kimchi sin el característico toque picante de la guindilla, pero su introducción en Corea no habría sido posible sin la expansión global de este ingrediente a través de España. Este inesperado vínculo histórico entre ambos países demuestra cómo la gastronomía es un reflejo de la historia y los intercambios culturales. Lo que comenzó como un simple experimento de conservación de alimentos terminó convirtiéndose en un plato icónico de la cocina coreana.

El kimchi es uno de los pilares fundamentales de la gastronomía coreana con más de 2.000 años de historia. Durante siglos, este plato tuvo una apariencia muy distinta a la actual, era pálida y un sabor más neutro. El kimchi que conocemos ahora cuenta con un característico color rojo y su intenso sabor picante. Este cambio tan radical fue la consecuencia de añadir a la receta un ingrediente que no es originario de Corea, sino de América, y que llegó a la península coreana gracias a la influencia de España.

El kimchi nació como una forma de conservar verduras en salmuera para garantizar una fuente de vitaminas y minerales durante todo el año. En sus inicios, los coreanos fermentaban col, nabos y otros vegetales en vasijas de barro, utilizando solo sal y agua. Con el tiempo, los diferentes climas y regiones de Corea dieron lugar a distintas variedades de kimchi, algunas con mariscos, otras con carne o ingredientes adicionales.

Sin embargo, en los templos budistas, donde la alimentación estaba estrictamente regulada, se prohibía el uso de cinco ingredientes: ajo, cebolla, puerro, cebolleta china y dallae. Según contó el chef surcoreano y codirector de la marca de fermentados Popo Umami, Luke Jang, a la Cadena Ser, estas verduras eran consideradas estimulantes que podían alterar la mente y los deseos de los monjes en su práctica de meditación. Así nació un tipo de kimchi más suave, sin ingredientes intensos y con un sabor equilibrado, diseñado para no interferir con la tranquilidad espiritual. 

El giro inesperado

El gran cambio en la historia del kimchi no ocurrió hasta el siglo XVII, cuando un ingrediente revolucionario llegó a Corea desde América. Tras el descubrimiento del "Nuevo Mundo", España introdujo la guindilla en Europa, desde donde se extendió a India, Japón y finalmente Corea. Aunque no está del todo claro cómo llegó exactamente a la península coreana, se cree que pudo haber sido introducida durante las guerras entre Corea y Japón en el año 1600.

Los coreanos, que nunca habían probado un sabor tan intenso, describían la guindilla como "amarga", porque en su idioma no existía una palabra específica para el picante extremo que experimentaban. Pero pronto descubrieron que esta nueva especia no solo añadía un sabor único, sino que también mejoraba la fermentación del kimchi, ayudaba a conservarlo mejor y eliminaba los olores fuertes del pescado o la carne fermentada. Desde ese momento, la guindilla se convirtió en un ingrediente esencial del kimchi y su potente color rojo pasó a ser un símbolo de la gastronomía coreana.

Un legado español

Resulta imposible imaginar el kimchi sin el característico toque picante de la guindilla, pero su introducción en Corea no habría sido posible sin la expansión global de este ingrediente a través de España. Este inesperado vínculo histórico entre ambos países demuestra cómo la gastronomía es un reflejo de la historia y los intercambios culturales. Lo que comenzó como un simple experimento de conservación de alimentos terminó convirtiéndose en un plato icónico de la cocina coreana.

El kimchi es uno de los pilares fundamentales de la gastronomía coreana con más de 2.000 años de historia. Durante siglos, este plato tuvo una apariencia muy distinta a la actual, era pálida y un sabor más neutro. El kimchi que conocemos ahora cuenta con un característico color rojo y su intenso sabor picante. Este cambio tan radical fue la consecuencia de añadir a la receta un ingrediente que no es originario de Corea, sino de América, y que llegó a la península coreana gracias a la influencia de España.

El kimchi nació como una forma de conservar verduras en salmuera para garantizar una fuente de vitaminas y minerales durante todo el año. En sus inicios, los coreanos fermentaban col, nabos y otros vegetales en vasijas de barro, utilizando solo sal y agua. Con el tiempo, los diferentes climas y regiones de Corea dieron lugar a distintas variedades de kimchi, algunas con mariscos, otras con carne o ingredientes adicionales.

Sin embargo, en los templos budistas, donde la alimentación estaba estrictamente regulada, se prohibía el uso de cinco ingredientes: ajo, cebolla, puerro, cebolleta china y dallae. Según contó el chef surcoreano y codirector de la marca de fermentados Popo Umami, Luke Jang, a la Cadena Ser, estas verduras eran consideradas estimulantes que podían alterar la mente y los deseos de los monjes en su práctica de meditación. Así nació un tipo de kimchi más suave, sin ingredientes intensos y con un sabor equilibrado, diseñado para no interferir con la tranquilidad espiritual. 

El giro inesperado

El gran cambio en la historia del kimchi no ocurrió hasta el siglo XVII, cuando un ingrediente revolucionario llegó a Corea desde América. Tras el descubrimiento del "Nuevo Mundo", España introdujo la guindilla en Europa, desde donde se extendió a India, Japón y finalmente Corea. Aunque no está del todo claro cómo llegó exactamente a la península coreana, se cree que pudo haber sido introducida durante las guerras entre Corea y Japón en el año 1600.

Los coreanos, que nunca habían probado un sabor tan intenso, describían la guindilla como "amarga", porque en su idioma no existía una palabra específica para el picante extremo que experimentaban. Pero pronto descubrieron que esta nueva especia no solo añadía un sabor único, sino que también mejoraba la fermentación del kimchi, ayudaba a conservarlo mejor y eliminaba los olores fuertes del pescado o la carne fermentada. Desde ese momento, la guindilla se convirtió en un ingrediente esencial del kimchi y su potente color rojo pasó a ser un símbolo de la gastronomía coreana.

Un legado español

Resulta imposible imaginar el kimchi sin el característico toque picante de la guindilla, pero su introducción en Corea no habría sido posible sin la expansión global de este ingrediente a través de España. Este inesperado vínculo histórico entre ambos países demuestra cómo la gastronomía es un reflejo de la historia y los intercambios culturales. Lo que comenzó como un simple experimento de conservación de alimentos terminó convirtiéndose en un plato icónico de la cocina coreana.

El kimchi es uno de los pilares fundamentales de la gastronomía coreana con más de 2.000 años de historia. Durante siglos, este plato tuvo una apariencia muy distinta a la actual, era pálida y un sabor más neutro. El kimchi que conocemos ahora cuenta con un característico color rojo y su intenso sabor picante. Este cambio tan radical fue la consecuencia de añadir a la receta un ingrediente que no es originario de Corea, sino de América, y que llegó a la península coreana gracias a la influencia de España.

El kimchi nació como una forma de conservar verduras en salmuera para garantizar una fuente de vitaminas y minerales durante todo el año. En sus inicios, los coreanos fermentaban col, nabos y otros vegetales en vasijas de barro, utilizando solo sal y agua. Con el tiempo, los diferentes climas y regiones de Corea dieron lugar a distintas variedades de kimchi, algunas con mariscos, otras con carne o ingredientes adicionales.

Sin embargo, en los templos budistas, donde la alimentación estaba estrictamente regulada, se prohibía el uso de cinco ingredientes: ajo, cebolla, puerro, cebolleta china y dallae. Según contó el chef surcoreano y codirector de la marca de fermentados Popo Umami, Luke Jang, a la Cadena Ser, estas verduras eran consideradas estimulantes que podían alterar la mente y los deseos de los monjes en su práctica de meditación. Así nació un tipo de kimchi más suave, sin ingredientes intensos y con un sabor equilibrado, diseñado para no interferir con la tranquilidad espiritual. 

El giro inesperado

El gran cambio en la historia del kimchi no ocurrió hasta el siglo XVII, cuando un ingrediente revolucionario llegó a Corea desde América. Tras el descubrimiento del "Nuevo Mundo", España introdujo la guindilla en Europa, desde donde se extendió a India, Japón y finalmente Corea. Aunque no está del todo claro cómo llegó exactamente a la península coreana, se cree que pudo haber sido introducida durante las guerras entre Corea y Japón en el año 1600.

Los coreanos, que nunca habían probado un sabor tan intenso, describían la guindilla como "amarga", porque en su idioma no existía una palabra específica para el picante extremo que experimentaban. Pero pronto descubrieron que esta nueva especia no solo añadía un sabor único, sino que también mejoraba la fermentación del kimchi, ayudaba a conservarlo mejor y eliminaba los olores fuertes del pescado o la carne fermentada. Desde ese momento, la guindilla se convirtió en un ingrediente esencial del kimchi y su potente color rojo pasó a ser un símbolo de la gastronomía coreana.

Un legado español

Resulta imposible imaginar el kimchi sin el característico toque picante de la guindilla, pero su introducción en Corea no habría sido posible sin la expansión global de este ingrediente a través de España. Este inesperado vínculo histórico entre ambos países demuestra cómo la gastronomía es un reflejo de la historia y los intercambios culturales. Lo que comenzó como un simple experimento de conservación de alimentos terminó convirtiéndose en un plato icónico de la cocina coreana.

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

Sobre qué temas escribo

Tengo el privilegio de escribir sobre una amplia variedad de temas, con un enfoque que abarca tanto actualidad como estilo de vida. Escribo con la intención de contarte historias que te interesen y ofrecerte información que hagan tu vida un poco más fácil.


Te ayudo a no caer en estafas, te doy consejos de salud y cuidado personal, además de recomendaciones de destinos para tu próximo viaje.


Mis artículos son un surtido de historias curiosas, viajes, cultura, estilo de vida, naturaleza, ¡y mucho más! Mi objetivo es despertar tu curiosidad y acompañarte con lecturas útiles y entretenidas.

  

Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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