La fritura más típica de Japón tiene raíces españolas: se debe a un invento de sacerdotes en el siglo XVI
Fue introducida por sacerdotes jesuitas españoles y portugueses.

Aunque hoy es un símbolo inconfundible de la gastronomía japonesa, la tempura no nació en Japón. Su verdadero origen se remonta al siglo XVI, cuando sacerdotes jesuitas españoles y portugueses llegaron a las costas del país asiático con la misión de evangelizar a su población. Lo que no imaginaron es que, además de predicar el cristianismo, estaban a punto de dejar una huella imborrable en la cocina nipona.
La llegada de los europeos a Japón, concretamente en la ciudad de Nagasaki, trajo consigo algo más que religión y comercio. También llegaron costumbres alimentarias propias de la vigilia y la Cuaresma, períodos en los que los católicos evitaban comer carne y se alimentaban principalmente de pescado y verduras rebozadas y fritas en aceite, siguiendo una tradición muy extendida en la península ibérica.
Cuatro siglos después, la tempura forma parte esencial de cualquier menú japonés y es uno de los platos más conocidos internacionalmente. Lo que pocos saben es que su historia comenzó gracias a un encuentro entre culturas que dejó como legado una deliciosa fusión gastronómica.
Un nombre que tampoco es japonés
El nombre de este popular plato tampoco es japonés. Proviene del latín “tempora ad quadragesimae”, que hacía referencia a los tiempos litúrgicos de ayuno. Con los años, “tempora” derivó en “tempura”. Otros investigadores sostienen que podría proceder del portugués “tempero”, que significa condimento.
En cualquier caso, la idea de rebozar y freír alimentos fue rápidamente adoptada por los japoneses. En una época en la que el aceite era un bien escaso en Japón y la fritura no era una técnica común, la influencia de los misioneros ibéricos fue decisiva. La población cercana a los conventos y misiones comenzó a imitar esta práctica, dando forma a lo que hoy es un plato tradicional de la alta cocina nipona.
Otras recetas
Pero la tempura no fue la única herencia culinaria que dejaron los sacerdotes europeos. Otro ejemplo es el tonkatsu, la famosa chuleta de cerdo empanada que también viene de la tradición ibérica de envolver la carne en pan rallado.
Como en Japón no existía el pan tal y como se conocía en Europa, se ideó una alternativa local con el panko, elaborado con harina de trigo y leche de soja. Su nombre, de hecho, proviene claramente del castellano “pan” o del portugués “pão”.
