La mentira detrás del arma que emplearon los conquistadores españoles para atemorizar América
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La mentira detrás del arma que emplearon los conquistadores españoles para atemorizar América 

Fue más un estorbo que una ayuda.

La mentira detrás del arma que emplearon los conquistadores españoles para atemorizar América 

Fue más un estorbo que una ayuda.

La mentira detrás del arma que emplearon los conquistadores españoles para atemorizar América 

Fue más un estorbo que una ayuda.

La mentira detrás del arma que emplearon los conquistadores españoles para atemorizar América 

Fue más un estorbo que una ayuda.

La mentira detrás del arma que emplearon los conquistadores españoles para atemorizar América 

Fue más un estorbo que una ayuda.

Mano en primer plano que muestra el sistema de carga de un arcabuz.Luis Angel Garcia Carretero

Un nuevo enfoque histórico desmonta el mito de la supuesta arma clave en la conquista española de América. Expertos han revelando que, a pesar de lo que se pensaba hasta ahora, no se usaron mucho durante los siglos XV y XVI debido a su lenta eficacia. 

Durante siglos, la imagen del conquistador español armado con un arcabuz ha alimentado mitos sobre la superioridad bélica que permitió a unos pocos europeos doblegar a imperios enteros en América. 

Sin embargo, según el investigador Juan Sánchez Galera, esta visión romántica distorsiona la realidad ya que el temido arcabuz apenas fue decisivo en la conquista, ni por su poder destructivo ni por su efecto psicológico sobre los pueblos originarios.

Un arma con muchas taras

El arcabuz, que en teoría simbolizaba el poder militar europeo en el Nuevo Mundo, era en la práctica un instrumento lento y poco fiable y nada práctico. Su recarga tomaba alrededor de un minuto en manos expertas.

En el contexto de un enfrentamiento, mientras un conquistador lograba disparar una vez, los arqueros indígenas podían lanzar hasta 20 flechas, según Galera, coautor de Vamos a contar mentiras, una obra que revisa mitos históricos profundamente arraigados.

A esto se sumaba el elevado coste de adquisición y mantenimiento del arma. A diferencia de las espadas o las alabardas, que eran más asequibles y duraderas, los arcabuces requerían pólvora, mechas, tacos, baquetas y constantes cuidados. 

Un garrote improvisado y una ventaja psicológica

En la práctica, el arcabuz resultaba tan ineficaz en muchas situaciones que terminaba usándose como un garrote, especialmente en emboscadas o escaramuzas rápidas donde no había tiempo para encender la mecha y cargar el cañón. Además, mantener la mecha encendida era complicado debido a la humedad del entorno y la escasa disponibilidad de fuego hacían que muchos llegaran al combate con el arma inutilizable

“Si una partida de conquistadores era atacada por sorpresa por un grupo de nativos, aquellos que llevaban las armas de fuego se encontraban totalmente indefensos durante los primeros minutos hasta que preparaban el arcabuz y, en muchos casos, sólo tenían tiempo de realizar un solo disparo con su arma antes de caer ensartados por una flecha enemiga”, explica Galera.

Algo que destacaba de este arma era el ruido, el humo que provocaba al dispararla. En sus inicios, el arcabuz, aterrorizaban a los pueblos indígenas, provocando huidas en masa. Sin embargo, Galera desmonta también esta idea ya que “ese efecto fue real al principio, pero desapareció rápidamente. Los nativos aprendieron cómo funcionaban esas armas y dejaron de temerlas.”

Un nuevo enfoque histórico desmonta el mito de la supuesta arma clave en la conquista española de América. Expertos han revelando que, a pesar de lo que se pensaba hasta ahora, no se usaron mucho durante los siglos XV y XVI debido a su lenta eficacia. 

Durante siglos, la imagen del conquistador español armado con un arcabuz ha alimentado mitos sobre la superioridad bélica que permitió a unos pocos europeos doblegar a imperios enteros en América. 

Sin embargo, según el investigador Juan Sánchez Galera, esta visión romántica distorsiona la realidad ya que el temido arcabuz apenas fue decisivo en la conquista, ni por su poder destructivo ni por su efecto psicológico sobre los pueblos originarios.

Un arma con muchas taras

El arcabuz, que en teoría simbolizaba el poder militar europeo en el Nuevo Mundo, era en la práctica un instrumento lento y poco fiable y nada práctico. Su recarga tomaba alrededor de un minuto en manos expertas.

En el contexto de un enfrentamiento, mientras un conquistador lograba disparar una vez, los arqueros indígenas podían lanzar hasta 20 flechas, según Galera, coautor de Vamos a contar mentiras, una obra que revisa mitos históricos profundamente arraigados.

A esto se sumaba el elevado coste de adquisición y mantenimiento del arma. A diferencia de las espadas o las alabardas, que eran más asequibles y duraderas, los arcabuces requerían pólvora, mechas, tacos, baquetas y constantes cuidados. 

Un garrote improvisado y una ventaja psicológica

En la práctica, el arcabuz resultaba tan ineficaz en muchas situaciones que terminaba usándose como un garrote, especialmente en emboscadas o escaramuzas rápidas donde no había tiempo para encender la mecha y cargar el cañón. Además, mantener la mecha encendida era complicado debido a la humedad del entorno y la escasa disponibilidad de fuego hacían que muchos llegaran al combate con el arma inutilizable

“Si una partida de conquistadores era atacada por sorpresa por un grupo de nativos, aquellos que llevaban las armas de fuego se encontraban totalmente indefensos durante los primeros minutos hasta que preparaban el arcabuz y, en muchos casos, sólo tenían tiempo de realizar un solo disparo con su arma antes de caer ensartados por una flecha enemiga”, explica Galera.

Algo que destacaba de este arma era el ruido, el humo que provocaba al dispararla. En sus inicios, el arcabuz, aterrorizaban a los pueblos indígenas, provocando huidas en masa. Sin embargo, Galera desmonta también esta idea ya que “ese efecto fue real al principio, pero desapareció rápidamente. Los nativos aprendieron cómo funcionaban esas armas y dejaron de temerlas.”

Un nuevo enfoque histórico desmonta el mito de la supuesta arma clave en la conquista española de América. Expertos han revelando que, a pesar de lo que se pensaba hasta ahora, no se usaron mucho durante los siglos XV y XVI debido a su lenta eficacia. 

Durante siglos, la imagen del conquistador español armado con un arcabuz ha alimentado mitos sobre la superioridad bélica que permitió a unos pocos europeos doblegar a imperios enteros en América. 

Sin embargo, según el investigador Juan Sánchez Galera, esta visión romántica distorsiona la realidad ya que el temido arcabuz apenas fue decisivo en la conquista, ni por su poder destructivo ni por su efecto psicológico sobre los pueblos originarios.

Un arma con muchas taras

El arcabuz, que en teoría simbolizaba el poder militar europeo en el Nuevo Mundo, era en la práctica un instrumento lento y poco fiable y nada práctico. Su recarga tomaba alrededor de un minuto en manos expertas.

En el contexto de un enfrentamiento, mientras un conquistador lograba disparar una vez, los arqueros indígenas podían lanzar hasta 20 flechas, según Galera, coautor de Vamos a contar mentiras, una obra que revisa mitos históricos profundamente arraigados.

A esto se sumaba el elevado coste de adquisición y mantenimiento del arma. A diferencia de las espadas o las alabardas, que eran más asequibles y duraderas, los arcabuces requerían pólvora, mechas, tacos, baquetas y constantes cuidados. 

Un garrote improvisado y una ventaja psicológica

En la práctica, el arcabuz resultaba tan ineficaz en muchas situaciones que terminaba usándose como un garrote, especialmente en emboscadas o escaramuzas rápidas donde no había tiempo para encender la mecha y cargar el cañón. Además, mantener la mecha encendida era complicado debido a la humedad del entorno y la escasa disponibilidad de fuego hacían que muchos llegaran al combate con el arma inutilizable

“Si una partida de conquistadores era atacada por sorpresa por un grupo de nativos, aquellos que llevaban las armas de fuego se encontraban totalmente indefensos durante los primeros minutos hasta que preparaban el arcabuz y, en muchos casos, sólo tenían tiempo de realizar un solo disparo con su arma antes de caer ensartados por una flecha enemiga”, explica Galera.

Algo que destacaba de este arma era el ruido, el humo que provocaba al dispararla. En sus inicios, el arcabuz, aterrorizaban a los pueblos indígenas, provocando huidas en masa. Sin embargo, Galera desmonta también esta idea ya que “ese efecto fue real al principio, pero desapareció rápidamente. Los nativos aprendieron cómo funcionaban esas armas y dejaron de temerlas.”

Un nuevo enfoque histórico desmonta el mito de la supuesta arma clave en la conquista española de América. Expertos han revelando que, a pesar de lo que se pensaba hasta ahora, no se usaron mucho durante los siglos XV y XVI debido a su lenta eficacia. 

Durante siglos, la imagen del conquistador español armado con un arcabuz ha alimentado mitos sobre la superioridad bélica que permitió a unos pocos europeos doblegar a imperios enteros en América. 

Sin embargo, según el investigador Juan Sánchez Galera, esta visión romántica distorsiona la realidad ya que el temido arcabuz apenas fue decisivo en la conquista, ni por su poder destructivo ni por su efecto psicológico sobre los pueblos originarios.

Un arma con muchas taras

El arcabuz, que en teoría simbolizaba el poder militar europeo en el Nuevo Mundo, era en la práctica un instrumento lento y poco fiable y nada práctico. Su recarga tomaba alrededor de un minuto en manos expertas.

En el contexto de un enfrentamiento, mientras un conquistador lograba disparar una vez, los arqueros indígenas podían lanzar hasta 20 flechas, según Galera, coautor de Vamos a contar mentiras, una obra que revisa mitos históricos profundamente arraigados.

A esto se sumaba el elevado coste de adquisición y mantenimiento del arma. A diferencia de las espadas o las alabardas, que eran más asequibles y duraderas, los arcabuces requerían pólvora, mechas, tacos, baquetas y constantes cuidados. 

Un garrote improvisado y una ventaja psicológica

En la práctica, el arcabuz resultaba tan ineficaz en muchas situaciones que terminaba usándose como un garrote, especialmente en emboscadas o escaramuzas rápidas donde no había tiempo para encender la mecha y cargar el cañón. Además, mantener la mecha encendida era complicado debido a la humedad del entorno y la escasa disponibilidad de fuego hacían que muchos llegaran al combate con el arma inutilizable

“Si una partida de conquistadores era atacada por sorpresa por un grupo de nativos, aquellos que llevaban las armas de fuego se encontraban totalmente indefensos durante los primeros minutos hasta que preparaban el arcabuz y, en muchos casos, sólo tenían tiempo de realizar un solo disparo con su arma antes de caer ensartados por una flecha enemiga”, explica Galera.

Algo que destacaba de este arma era el ruido, el humo que provocaba al dispararla. En sus inicios, el arcabuz, aterrorizaban a los pueblos indígenas, provocando huidas en masa. Sin embargo, Galera desmonta también esta idea ya que “ese efecto fue real al principio, pero desapareció rápidamente. Los nativos aprendieron cómo funcionaban esas armas y dejaron de temerlas.”

Un nuevo enfoque histórico desmonta el mito de la supuesta arma clave en la conquista española de América. Expertos han revelando que, a pesar de lo que se pensaba hasta ahora, no se usaron mucho durante los siglos XV y XVI debido a su lenta eficacia. 

Durante siglos, la imagen del conquistador español armado con un arcabuz ha alimentado mitos sobre la superioridad bélica que permitió a unos pocos europeos doblegar a imperios enteros en América. 

Sin embargo, según el investigador Juan Sánchez Galera, esta visión romántica distorsiona la realidad ya que el temido arcabuz apenas fue decisivo en la conquista, ni por su poder destructivo ni por su efecto psicológico sobre los pueblos originarios.

Un arma con muchas taras

El arcabuz, que en teoría simbolizaba el poder militar europeo en el Nuevo Mundo, era en la práctica un instrumento lento y poco fiable y nada práctico. Su recarga tomaba alrededor de un minuto en manos expertas.

En el contexto de un enfrentamiento, mientras un conquistador lograba disparar una vez, los arqueros indígenas podían lanzar hasta 20 flechas, según Galera, coautor de Vamos a contar mentiras, una obra que revisa mitos históricos profundamente arraigados.

A esto se sumaba el elevado coste de adquisición y mantenimiento del arma. A diferencia de las espadas o las alabardas, que eran más asequibles y duraderas, los arcabuces requerían pólvora, mechas, tacos, baquetas y constantes cuidados. 

Un garrote improvisado y una ventaja psicológica

En la práctica, el arcabuz resultaba tan ineficaz en muchas situaciones que terminaba usándose como un garrote, especialmente en emboscadas o escaramuzas rápidas donde no había tiempo para encender la mecha y cargar el cañón. Además, mantener la mecha encendida era complicado debido a la humedad del entorno y la escasa disponibilidad de fuego hacían que muchos llegaran al combate con el arma inutilizable

“Si una partida de conquistadores era atacada por sorpresa por un grupo de nativos, aquellos que llevaban las armas de fuego se encontraban totalmente indefensos durante los primeros minutos hasta que preparaban el arcabuz y, en muchos casos, sólo tenían tiempo de realizar un solo disparo con su arma antes de caer ensartados por una flecha enemiga”, explica Galera.

Algo que destacaba de este arma era el ruido, el humo que provocaba al dispararla. En sus inicios, el arcabuz, aterrorizaban a los pueblos indígenas, provocando huidas en masa. Sin embargo, Galera desmonta también esta idea ya que “ese efecto fue real al principio, pero desapareció rápidamente. Los nativos aprendieron cómo funcionaban esas armas y dejaron de temerlas.”

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

Sobre qué temas escribo

Tengo el privilegio de escribir sobre una amplia variedad de temas, con un enfoque que abarca tanto actualidad como estilo de vida. Escribo con la intención de contarte historias que te interesen y ofrecerte información que hagan tu vida un poco más fácil.


Te ayudo a no caer en estafas, te doy consejos de salud y cuidado personal, además de recomendaciones de destinos para tu próximo viaje.


Mis artículos son un surtido de historias curiosas, viajes, cultura, estilo de vida, naturaleza, ¡y mucho más! Mi objetivo es despertar tu curiosidad y acompañarte con lecturas útiles y entretenidas.

  

Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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